La última encuesta del Iudop refleja dos tendencias encontradas: por una parte, el empeoramiento de la economía familiar y, por otro, la alta valoración de las instituciones oficiales. ¿Cómo explicar estas percepciones? Una respuesta se halla precisamente en otro resultado de la encuesta: cerca de la mitad de los consultados ignora o desconoce los hechos importantes de la coyuntura nacional. Este dato refleja el exitoso ejercicio de la política como espectáculo, asociada al conjunto de tendencias culturales características de la “era del vacío” (Gilles Lipovetsky, 1986).
¿A qué se refiere este término? Primero, la política, en un sentido amplio, es despojada de su piedra angular: el contenido ideológico. El ingrediente principal del ejercicio de la política es la comunicación en sí, sobre el objetivo o contenido de fondo. Desde la perspectiva de la política como espectáculo —carente de un ideario de principios, valores y visión ética de la sociedad, así como de rigor metodológico—, las grandes cuestiones económicas, políticas, sociales y ambientales pierden significado y sustancialidad. Lo que importa es hacerse presente y visible por medio de imágenes espectaculares —de personas, instituciones y obras de infraestructura—, como expresión de una realidad de suyo aparente. En este marco, no es casualidad y no extraña el anuncio del próximo evento de Miss Universo en el país.
En nuestro caso, la maquinaria mediática oficial crea una atmósfera de atemporalidad, es decir, de indiferencia y apatía hacia los referentes históricos, incluso recientes, como los Acuerdos de Paz. En lugar de contribuir a forjar una visión de nación y estar al servicio del bienestar de la sociedad, la política se centra en lo espectacular. De este modo, ya no hay un planteamiento formal para incidir en la economía o en la actividad económica de manera deliberada y sistemática, a partir del marco teórico y práctico de la economía. Es decir, hay un vacío entre la economía como ciencia y la actividad económica concreta. Bajo tales condiciones, la política como espectáculo engendra el adefesio de la eco-anomia, definida precisamente por la ausencia de un planteamiento serio y formal de reglas y normas para la conducción económica, es decir, el despropósito de la gestión económica.
Según se infiere de algunas declaraciones oficiales y hechos, la eco-anomia le permitirá al país convertirse en una nación del Primer Mundo por medio de dos grandes ejes. El primero, la ejecución de megaproyectos para el desarrollo de islas o enclaves como Ciudad Bitcoin, así como aeropuertos, ferrocarriles, cárceles y estadios, entre otras; obras aisladas y disociadas de criterios de interés social, como la generación de empleo y el refuerzo del tejido productivo nacional. Segundo, la inversión de fondos públicos para la especulación en criptomonedas (en este caso, el bitcoin) permitirá acumular ganancias de capital, por lo que será una fuente para financiar nuevas inversiones. Invocando implícitamente al rebalse, la eco-anomia asume que, de suyo, estas apuestas serán exitosas, ya sea providencialmente o gracias a la buena fortuna.
El tercer término de la ecuación es la improvisación e implantación de parches o remiendos, y otras acciones puntuales en actividades específicas, tal como la reciente reforma de pensiones.
Por ahora, El Salvador continúa en el sótano del ranking centroamericano de crecimiento económico e inversión extranjera, entre otros indicadores económicos y sociales (Cepal, 2022). Una revisión de casos de países exitosos en el despegue, crecimiento y desarrollo económico evidencia que no han sido las intuiciones, las epifanías, las recomendaciones divinas o las revelaciones oníricas las que han permitido el despegue de las economías emergentes, sino el esfuerzo concertado y enfilado hacia una visión estratégica de nación a largo plazo.
En fin, el ejercicio de la política como espectáculo se cristaliza en el montaje de un circo permanente de tres pistas: ejecutiva, legislativa y judicial. En la medida en que continúa el espectáculo mediático, la banalización de los problemas económicos y sociales, y el torrente de información vacía de contenido, seguirán en franco deterioro los indicadores económicos y sociales. Más aún, es plausible esperar que el nivel de pobreza multidimensional abarque a las dimensiones de pobreza intelectual, espiritual y moral.
* Gerardo Olano, docente del Departamento de Economía.