El conveniente disenso de los diputados

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Idhuca
12/10/2009

Esta semana inició con una noticia política desconcertante en principio. 12 diputados del partido Arena decidieron declararse rebeldes y desconocer a la autoridad del máximo ente de poder y decisión dentro de su estructura partidaria, el Concejo Ejecutivo Nacional (Coena).

Según estos padres de la patria, la decisión obedece a un descontento general por no contar con representatividad dentro del Coena. Al parecer, estos diputados esperaban una distribución del poder en función de la territorialidad y no en función de viejos liderazgos internos.

De momento, la cúpula arenera no ha manifestado a profundidad como resolverá esta situación. Sin embargo, este hecho no tiene nada de novedoso. Primero, porque es la segunda vez que dentro del partido de derecha se da esta especie de berrinche entre algunos diputados que, agraviados, consideran necesario desconocer a la máxima autoridad del partido.

Los medios de comunicación han sobredimensionado el hecho, denominando a los diputados como desertores. Nada más alejado de la realidad. Estos legisladores no han renegado ni de la ideología ni principios del partido al que pertenecen; tampoco han cuestionado, ni cuestionarán, el quehacer de este. No hay que confundir una reacción ante una pugna de poder interna con un resquebrajamiento del partido tricolor.

Está por verse el resultado de esta manifestación pública de desacuerdo con el manejo del partido. Ciertamente, este descontento contribuiría a la democratización de las estructuras del instituto político siempre y cuando sea un legítimo cuestionamiento, y no sólo un reclamo por no haber recibido una pieza del pastel en el reparto del poder.

Ahora bien, si los diputados y legisladores hicieran uso del disenso cuando se trata de favorecer a la población y no a intereses mezquinos, otra sería la historia. Pero cuando tales pataletas —legítimas en todo caso en tanto expresión de disenso— son el resultado de pugnas por poder interno, dejan de nuevo una sensación hostil hacia la política.

Para estos diputados, el disenso se trata más de tensiones de poder al interior del partido y no de legislar en función del bien colectivo; se trata de estar conforme con la estructura interna, y no de procurar hacer uso de la razón al momento de votar por determinados proyectos; se trata de salvar el propio interés, antes que colocar en el centro de su quehacer a las personas más vulnerables.

Ya quisiéramos reacciones similares de nuestros diputados y diputadas, sin importar el signo político, cuando se toman medidas impopulares, se discuten y adoptan políticas sin fundamento alguno, o se atropellan el Estado de derecho y la institucionalidad del país. Pero no. El conveniente disenso de estos diputados no da para tanto.

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