El efecto Trump en las elecciones de El Salvador

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La elección de Donald J. Trump a la presidencia de los Estados Unidos, si bien sorprendió a muchos, para otros, representó una respuesta casi natural del electorado hacia su clase política. La crisis hipotecaria y financiera del 2008 puso de manifestó la alianza y respaldo incondicional entre el gobierno y los actores más influyentes de la economía estadounidense. El rescate financiero de banqueros y demás sujetos causantes de la crisis financiera contrastó con el abandono de aquellos más desprotegidos, que, en lugar de verse asistidos, fueron despojados de sus propiedades y patrimonios.

El triunfo de Trump pareciera ser consecuencia y respuesta de aquellos votantes que se vieron traicionados y mal representados. El factor populista de Trump, aunado a su aparente desligo político y su “éxito,” aunque cuestionable como empresario, fueron bien capitalizados por el partido republicano. Dentro del cual, sus políticos fueron capaces de canalizar el enfado popular hacia una campaña de reivindicación nacionalista que les hizo retomar la presidencia y una mayoría en el senado de los EUA.

El partido Arena parece seguir una fórmula similar. Los cuantiosos casos de corrupción por parte de las últimas administraciones, la alianza casi inherente entre la política y los tecnócratas del país, y aunado a un evidente deterioro social, indica, al igual que en los Estados Unidos, un desgaste en la confianza y legitimidad de la clase política salvadoreña. La incorporación de sujetos “externos” a la política salvadoreña sugiere un intento por reconquistar la confianza del electorado a través del impulso de individuos pertenecientes a nuestra sociedad civil.

Dos de los principales aspirantes a la presidencia por parte de Arena son sujetos ligados a dos de los principales grupos económicos del El Salvador; No obstante, son miembros de nuestra sociedad civil, su desvinculación de la esfera política del país es bastante cuestionable. La reciente divulgación de listas, muestra las contribuciones económicas que, a manera de donación, las clases económicamente dominantes habitualmente realizan para su continuo posicionamiento ventajista. Particularmente, los grupos Simán y Calleja son dos de los principales contribuyentes al partido Arena; lo que hace complicado ignorar el conflicto de intereses que existe entre ambos grupos y la política salvadoreña.

Este conflicto de intereses se agrava dentro de un país que se gobierna de manera oligárquica. Para los grupos más dominantes del El Salvador, es casi instintivo el posicionamiento de familiares y asociados dentro de espacios estratégicos del gobierno, así como, la búsqueda de beneficios y privilegios a través de contribuciones partidarias y personales. Misma lógica que conlleva a funcionarios a crear partidas secretas para beneficio personal y a costa del deterioro nacional. De esta manera, la separación entre la política y economía en El Salvador no es más que una simple pretensión. Los compromisos y pactos económicos entre ambos sectores, así como el mismo razonamiento y accionar individualista, establece un compadrazgo difícil de eludir entre la esfera política y económica del El Salvador.

El modelo económico vigente defiende la desregulación económica, es decir, restringir lo público (la interferencia del estado) para favorecer lo privado en lo que se refiere a asuntos económicos. Se asume la esfera económica como un recinto de libertad, organizado y auto-regulado de acuerdo a las exigencias del mercado. Para muchos, sobre todo empresarios y sujetos con intereses en lo económico, conceptos de libertad y democracia son concebidos dentro y a partir del derecho inalienable de disfrutar una economía liberalizada. Sin embargo, esto no ocurre al revés, es decir, pocas veces se problematiza la incursión de lo privado en lo público. La evasión de impuestos por parte de poderosos grupos económicos, la privatización de ciertos sectores, y el recorte presupuestario en otros, son posibilitados en gran medida por la incursión de lo privado en lo público.

La penetración de entes económicos en la política indica la incautación de espacios que se asumen libres o liberados, dentro de los cuales, se avanzan intereses privados a través de mecanismos y herramientas públicas. Este accionar por parte de empresarios y grupos económicos es todo lo opuesto a lo democrático, son procesos y practicas elitistas y anti-democráticas, escudadas en una concepción de democracia ya bastante desgastada y deformada.

Hay que ser cautos en creer que la incorporación de empresarios a la escena política traerá cambios positivos para la vida de la mayoría. Muchos creerán que su experiencia como administradores resultará en un mejor manejo de las finanzas nacionales. Si bien se puede considerar como exitoso el desempeño económico de las empresas de algunos de los empresarios en contienda, hay que señalar que su operar se encamina dentro de un raciocinio de maximización de ganancias; ganancias que son centralizadas y disfrutadas de manera exclusiva por los dueños o propietarios de la empresa. Si consideramos que poco más de 150 personas acumulan cerca del 90% del producto interno bruto del El Salvador, y que el endeudamiento anual asciende a los mil millones de dólares, es inviable hacer una correlación entre el éxito de unos pocos con el éxito general y el beneficio de la mayoría. Su experiencia se puede traducir como una experticia de prosperidad particular a través de la desventura general.

Si bien el efecto Trump puede ser utilizado como una estrategia para ganar la confianza del electorado y así retomar el gobierno, la ciudadanía siendo los más afectados, deben ser cautelosos y saber distinguir los patrones y las dinámicas gestándose frente a ellos. La incapacidad del estado de castigar a ex presidentes y funcionarios con partidas secretas millonarias, abre las puertas para que otros sujetos y actores accedan a la política para encontrar una plataforma donde avanzar sus intereses y políticas personales. La incursión de Trump en la política de los EUA ha establecido una tendencia y conjunto de políticas proteccionistas y nacionalistas, las cuales han sido cuestionadas y problematizadas por diferentes actores sociales. Se ha puesto en tela de juicio el significado y la extensión de su idea de protección y nación, es decir, de quien y para quien. De igual forma, nosotros tenemos que cuestionarnos si la incursión de empresarios en la política realmente permitirá la inclusión de la mayoría dentro del plan nacional, si sus ideas de éxito, protección, progreso, y bienestar están concebidas y pensadas desde y a partir de una oposición a la élite que ellos mismos representan y conforman.

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