El kairós del bicentenario

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Por kairós se entiende un tiempo oportuno, un tiempo cualitativamente distinto del medible con relojes. Mientras este último avanza de forma lineal, el kairós irrumpe y transforma lo existente. De ahí que a lo largo de la historia se le haya reflexionado como un momento revolucionario, que representa la experiencia de atravesar un tiempo crítico. En su sentido teológico-filosófico, el kairós representa un tiempo de avanzar en la salvación, un tiempo por medio del cual la historia avanza. Lo que encierra el kairós es un momento de cambios profundos en la realidad histórica, que implican transformaciones en la marcha, reorientaciones en el rumbo colectivo, gestación de nuevos procesos sociales. O como indicaba Pedro Casaldáliga: “Coyunturas del Espíritu donde fermenta más decisivamente el futuro”.

En 1821 se vivió un tiempo crítico: la crisis sistémica del Imperio español. Y de ese monumental colapso surgió el momento oportuno de firmar la independencia y comenzar el largo y sinuoso camino de la construcción de un Estado republicano. 200 años después, podemos decir que nos encontramos en un tiempo crítico, otro kairós, para el modelo de Estado republicano históricamente construido, que actualmente se encuentra profundamente socavado. El kairós  también puede ser errado, manipulado o desperdiciado. Por ejemplo, como lo señalaba Paul Tillich, durante la crisis sistémica de las entreguerras mundiales del siglo XX se abrió un kairós que en Alemania fue manipulado por el falso profetismo y milenarismo del partido nazi, que impulsó un proyecto de Estado totalitario que desembocó en la destrucción del país.

Entre nosotros, el movimiento milenarista y lleno de falsos profetas de Nuevas Ideas se presenta como redentor de la historia patria, verdadero hacedor de justicia. Y ha conducido al país por una ruta inviable, a una verdadera aporía existencial. Los hechos no mienten: incremento del número de pobres y del hambre, mayor corrupción, persecución política, ataque a la institucionalidad de nuestra frágil democracia, irrespeto a la Constitución, endurecimiento de las condiciones de convivencia sana en el país, incremento masivo del flujo de migrantes irregulares. A pesar de ello, el discurso oficialista habla de refundar el Estado para alcanzar la gloria que los políticos anteriores nos negaron.

El kairós actual de El Salvador nos provoca y nos convoca a ponerle atención a los signos de los tiempos, tal como Jesucristo predicó: “Cuando veis una nube que se levanta en el poniente, al instante decís: ‘Viene un aguacero’, y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís: ‘Va a hacer calor’, y así pasa. ¡Hipócritas! Sabéis examinar el aspecto de la tierra y del cielo; entonces, ¿por qué no examináis este tiempo presente? ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?”. ¿Acaso estamos ciegos ante la injusticia actual? ¿Acaso no podemos ver que el país y la convivencia colectiva se dirigen a un despeñadero en el cual la única esperanza parece ser el destierro?

La Compañía de Jesús de Centroamérica y México recientemente sentó postura sobre este tiempo crítico de Estados fallidos y migración forzada en la región, estableciendo una serie de propuestas que convocan a la acción. En la postura de la Compañía de Jesús se habla de cambiar el modelo económico y el modelo de Estado, mejorar los sistemas de protección social en base a reformas fiscales necesarias, generar una verdadera cultura y política de respeto a los derechos humanos, combatir el narcotráfico y el tráfico de armas, enfocarse en la calidad ambiental para la sostenibilidad del bienestar y superar el horizonte de individualidad. Ese es el rumbo que los seguidores de Jesucristo han pautado en este tiempo crítico, en este kairós. No se trata de una manipulación propagandística del espíritu social que esconde un proyecto mafioso y suicida; por el contrario, se trata de un verdadero reconocimiento de la necesidad de salvar nuestra historia. La responsabilidad de responder adecuadamente a lo que en esta hora se nos revela es nuestra, de nadie más. Asumir esa responsabilidad es la forma en que podemos ser consecuentes con el proyecto de construir una sociedad más justa y fraterna, un verdadero Estado republicano. 

 

* Gabriel Escolán, asesor de la Oficina de Asistencia Legal.

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