El infierno del ministro

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Rodolfo Cardenal
08/07/2021

El ministro de Seguridad y Justicia ha mandado al infierno a quienes lo cuestionan. No satisfecho con insultar y asediar a la crítica y a la prensa independiente, les ha recetado las penas del infierno. Ignora que es muy difícil condenarse. No, en todo caso, por motivos políticos, y mucho menos por llevarle la contraria. Más aún, según algunos entendidos, el infierno estaría vacío. La misericordia de Dios es incompatible con la perdición de sus hijos e hijas. Dios aguarda pacientemente el regreso de los descarriados. Incluso sale en su busca. No los castiga ni los destruye como quisiera este funcionario que, en su sinrazón, lanza condenas eternas.

Esta clase de argumentaciones nacen de la impotencia y la torpeza. El ministro arremete contra la prensa independiente, porque no puede dar cuenta del aumento de las desapariciones. Un hecho que pone en entredicho la eficacia del Plan de Control Territorial. El funcionario atribuye la información sobre las desapariciones a “profetas de la desdicha”, “mentes morbosas que están promoviendo la zozobra”. Por eso, desea que la población “se informe por los canales oficiales”, “los profetas de dichas inconmensurables”. Así, pues, la seguridad estaría mejor servida si la sociedad se refugiara en el mundo maravilloso creado y difundido por el oficialismo. El ministro anhela una opinión pública acrítica, resignada a las desapariciones, a la extorsión, al abandono forzado de su vivienda por el acoso de las pandillas o a la huida del país, y también a la indiferencia y el maltrato de fiscales y policías. Al parecer, solo así se salva el Plan de Control Territorial.

El ministro “no [entiende] qué hay detrás de esas mentes morbosas”, que siembran “la zozobra en nuestras comunidades”. Pero eso no le impide identificarlas como “poderes fácticos”, un tópico de Casa Presidencial para esconder sus fracasos. Si esos poderes han conseguido someter a los Bukele y a sus más estrechos colaboradores, como alega este funcionario, su ministerio, la Policía, el Ejército y el resto de la institucionalidad estatal están agotados. Es incomprensible que todo un ministro de Seguridad admita públicamente que esos poderes le han ganado la batalla de la seguridad ciudadana.

No son “las mentes morbosas” las responsables del fracaso del Plan de Control Territorial, sino el aumento de las desapariciones. El ministro ha resuelto el caso de una esposa asesinada por su marido y, aparentemente, también el de Chalchuapa, pero le quedan centenares de desapariciones por esclarecer. En lugar de pedir “penas más grandes para estos monstruos”, Bukele y su ministro de Seguridad y Justicia debieran emplearse a fondo en la resolución de las desapariciones que aún permanecen en el limbo. La “zozobra” que tanto inquieta al ministro la generan los fiscales, que no atienden las denuncias de las desapariciones como es debido. Mucha indiferencia y demasiadas denuncias para pocos fiscales.

También contribuye con ella su colega de Defensa Nacional, que pide “drones estratégicos” para vigilar la zona norte, “porque la geografía […] no permite que haya presencia física” del Ejército ahí, mientras esta brilla por su ausencia en el territorio urbano, donde las pandillas campean por sus respetos. Otro colega, el de Trabajo y Previsión Social, se jacta de no necesitar “planteamientos técnicos”, razón por la cual Casa Presidencial decide a ciegas. Entretanto, son cada vez más frecuentes los informes acerca de la convivencia de policías y pandilleros, que se divierten y beben juntos.

Si alguien vive “un infierno”, ese es el ministro de Seguridad y Justicia. Al aumento de las desapariciones se suma ahora la lista Engel con catorce funcionarios, políticos y empresarios, a quienes Washington acusa de corrupción, de prácticas antidemocráticas y de fraude. En la lista hay de los de siempre, pero también de los nuevos, que son igual que los de siempre y sucederá lo de siempre. El fiscal no se da por enterado. El ministro se desentiende de la justicia que le compete por cargo. Mientras Bukele sentencia que solo cuenta su lista, que no incluye a los suyos ni a los empresarios, solo a Arena y al FMLN. Y como si la lista no bastara, Washington señala al país por no cumplir con “el mínimo de estándares” para eliminar la trata de personas.

El único poder fáctico que ha derrotado al ministro es la realidad, que se impone inexorablemente, sin respetar los deseos de los Bukele y sin conmiseración con sus seguidores, afectados directamente por la violencia social. La obstinada negación de la realidad ha conducido a este pintoresco funcionario al infierno. No consigue conciliar los deseos de su patrono con la inseguridad que acecha a la población, ni su impotencia e incapacidad con la humildad necesaria para encargarse de la realidad tal como es. No es cierto que “a nosotros nos tiene sin cuidado”. Si así fuera, no mandaría al infierno a quienes cuestionan la narrativa oficial. La única manera de transformar la realidad es actuar sobre ella.



* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.

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