El nuevo objetivo: deslegitimar las encuestas

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Roberto D’Abuisson ha dicho que al FMLN, por creer en las encuestas: "le salió el tiro por la culata". En la proclamación de Norman Quijano como alcalde de San Salvador, Rodrigo Ávila ridiculizó a Mauricio Funes y al FMLN por su confianza y entusiasmo en aquellas encuestas que a finales del 2008 los colocaban en el primer lugar de las preferencias electorales. Casi al mismo tiempo, personas de medios y analistas políticos señalaban que de cara a la elección presidencial los sondeos de opinión pública serían menos creíbles. Así se han expresado Jorge Hernández, de Telecorporación Salvadoreña (TCS), y Laffite Fernández, de El Mundo. Por tanto, parece que de ahora en adelante uno de los objetivos de la derecha será deslegitimar las encuestas de opinión pública. Pero en el fondo de la cuestión hay un argumento falaz, que se expresa así: las encuestas de opinión no son creíbles porque Norman Quijano ganó la alcaldía de San Salvador. Hay que desenmascarar esta falacia.

En primer lugar, las encuestas no muestran otra cosa más que «sondeos de opinión». Sobre los datos se pueden hacer cálculos, prever posibilidades, extraer proyecciones y, por supuesto, entusiasmo y confianza. Es decir, nos situamos ante datos que nos dan indicios, probabilidades, no leyes necesarias. Esto no es una debilidad de dichos estudios. Al contrario, es justamente su carácter, su especificidad. Por tanto, el gane de Quijano no significa que la ventaja del FMLN sobre ARENA, según la encuesta de noviembre de 2008 del Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP), haya sido un error o un engaño. El análisis tiene que hacerse con ojos más abiertos y visión más crítica. De cualquier manera, dicho instituto tendrá su propia lectura al respecto.

Lo que sucedió es que entraron en escena otras variables de la realidad. No es cierto que el gane de la derecha evidencia un error en la encuesta en torno a la intención de voto en San Salvador; mucho menos se puede extraer la conclusión torpe y simplista que, así como la diferencia en la intención de voto falló en la elección municipal, también fallará en la elección presidencial. Sostener esa conclusión no es más que tergiversar la realidad.

La victoria de la capital, en segundo lugar, no ha sido tremenda. En realidad, el triunfalismo de ARENA no tiene suelo sólido. Más bien debe leerse como una desbocada alegría ante la renovada posibilidad de ganar la elección presidencial el 15 de marzo. Es decir, el triunfalismo del partido no obedece a ninguna contundente victoria en la capital, sino al fuerte sentimiento y a la ruidosa convicción de que al menos algo se ha ganado ya. Por otro lado, no hay que perder de vista dos hechos. Primero, que la victoria de Violeta Menjívar en el 2006 tampoco fue aplastante. La diferencia fue casi insignificante. Segundo, al FMLN le falló el tacto político al postular a la reelección a Violeta. Otro candidato o candidata probablemente hubiese despertado más simpatías y más confianza y, por supuesto, hubiese sumado más votos. Estos dos hechos, a simple vista, pueden hacernos ver que el triunfo de Quijano no ha sido ninguna sorpresa. Por tanto, ni se trata de una victoria aplastante ni de una sorpresa tremenda.

En tercer lugar, los ideólogos de ARENA ya han hecho circular la idea de que el FMLN ha sido el perdedor en estas elecciones. El sesgo ideológico de esta idea enmascara la realidad. Al hacer una valoración general de todo el proceso electoral, realmente el partido de izquierda ha salido fuerte y victorioso. Se agenció cabeceras departamentales muy importantes (Santa Ana, Santa Tecla, Zacatecoluca, Usulután y La Unión). Ha conseguido el mayor número de diputados. También resulta interesante el triunfo en Izalco, lugar histórico en el que ARENA da el banderillazo de salida a sus campañas. Además, no debemos perder de vista que, aun cuando dicho partido ha ganado la alcaldía capitalina, lo cierto es que los restantes municipios de gran importancia en el Departamento los ha ganado la izquierda. Entre ellos: Soyapango, Apopa, Mejicanos, San Marcos, Ilopango.

El triunfo de Norman en San Salvador, en cuarto lugar, no significa ni que ARENA ganará la elección presidencial ni que el FMLN la perderá. Hay que separar ambas elecciones. Quijano y Funes no son comparables. El primero se ganó la simpatía nada más que de un municipio. Y por muy histórico o emblemático que sea, quienes eligen al presidente del país son los votantes de los catorce departamentos, no lo habitantes de San Salvador. Habría que hacer números del total de votos que cada partido obtuvo en todo el país. En el propio San Salvador, en cuanto a diputados el partido de izquierda ha sido el ganador.

Además, la postulación de Mauricio Funes como candidato presidencial ha sido un acontecimiento inédito en el sentido pleno de la palabra. Primero, por ser elegido candidato sin ser militante del partido de izquierda. Aún más: sin tener una trayectoria política. Segundo, porque su candidatura no solamente goza del apoyo del tradicional voto duro, sino porque en torno a él se han aglutinado diversos actores sociales, incluso algunos de derecha. Todo eso le ha dado mucha fuerza y muchas posibilidades de ganar. Esto no se puede decir del nuevo alcalde de San Salvador. Mucho menos de Rodrigo Ávila. Éste fungió como diputado de ARENA, fracasó en el 2003 en su intento de ganar la alcaldía de Santa Tecla. Y en su segundo período como director de la Policía Nacional Civil siempre lo vimos apadrinado por René Figueroa y Antonio Saca. De ahí que para la gente la fórmula Ávila-Zablah no representa un cambio verdadero. Es más de lo mismo y sería más de lo mismo.

Es decir, es Rodrigo Ávila quien competirá con Mauricio Funes, no es Norman Quijano. Y el nuevo presidente lo elegirán los votantes de todo el país, no los de la capital. El hecho mismo de estar deslegitimando las encuestas es un claro indicio de que en la derecha hay desesperación. Si su candidato fuese una carta más segura no hubiese necesidad de estar lanzando las encuestas al cesto de la basura.

Aquí lo cierto es que hay un candidato fuerte, Mauricio Funes, y uno débil, Rodrigo Ávila. Y tenemos un nuevo alcalde que, en buena medida, ganó por andar barriendo, pintando y montando circos. Pero barrer, pintar barrios y montar circos en todo el país para ganar la presidencia quizá sea una proeza difícil de lograr. Además, los problemas fundamentales del país son de otra índole, están en otro lugar y requieren un tratamiento distinto. Distinto al tratamiento que los gobiernos de turno les han dado hasta el momento.

Deslegitimar algunas encuestas parece ser una de las nuevas estrategias de la derecha, así como ensalzar el gane de Quijano. Hasta el momento no le ha funcionado el tema de las FARC, ni el de Hugo Chávez, tampoco el tema de Mayo Sibrián (Giovani Galeas), ni el de los grupos armados. Lo cual indica que la población ya tiene claro por quién votará. No obstante, habrá que esperar el desarrollo de la siguiente campaña y los resultados del 15 de marzo.

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Anónimo
03/02/2009
10:42 am
Solamente mencionar que la falacia se ha generado por una logica cultural, cuando se sobresaltan los resultados de encuestas. Claro que las encuestas son sondeos, pero todos los institutos de opinion pública deberían de hacer un esfuerzo siempre por dejar claro a la población que son datos que pudieron cambiar en el tiempo, que no es la realidad, que tienen un margen de error...no resaltar estas indicaciones y dejar las cosas ambiguas no basta...culturalmente se necesita una respuesta y aunque no se de claramente se proporciona. El ciudadano cree en su mayoría que se estrujaron las encuestas, que se enquivocaron, que nose que el tiro de la culata...porque se sobredimensionaron y nadie tuvo la responsabilidad necesaria para no dejarse seducir por esa sobrelegitimización. Aprecio mucho los esfuerzo de tan prestigiosas universidades, pero la cultura no es siempre amiga de la ciencia.
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