El Time abrió sus páginas, portada incluida, a Bukele, a quien dio en llamar strongman. En el amplio espacio que le concedieron, “el hombre fuerte” describe El Salvador, no el de la ciudadanía, sino el suyo. Naturalmente, su perspectiva es muy positiva y alentadora. No habría, pues, razones para la preocupación, la crítica o el desaliento. El Time obsequia a sus lectores un Bukele en el país de las maravillas. En el trasfondo de sus divagaciones se vislumbra la enajenación del entrevistado.
El país del “hombre fuerte” es ideal para que los extranjeros, en concreto, los estadounidenses, disfruten sus vacaciones. Es un país pequeño y muy lindo. Tiene las mejores playas de surf del mundo, los mejores cafés del mundo y la mayor densidad de preciosos volcanes del mundo. Es totalmente libre, abierto y bien comunicado con la Florida. Por eso, algunos de los delegados enviados por Washington a la toma de posesión piensan adquirir propiedades para descansar.
Los dos únicos éxitos que se atribuye son la seguridad, “una victoria abrumadora”, y el bitcoin, una novedad agridulce. Ignora la economía, la educación, la salud o la pobreza, y se regodea en la seguridad. En un desliz, el “hombre fuerte” atribuye el fenómeno de las pandillas a la falta de familia y de oportunidades. Si esos jóvenes hubieran encontrado educación y empleo, no habrían sido pandilleros. Ahora son enfermos irrecuperables que, como no pueden permanecer en las calles, permanecen encerrados indefinidamente. Está convencido de que el Estado le falló a esa juventud. Pero eso no volverá a suceder, porque ahora es prioridad. Pese a ello, no indicó qué oportunidades ha puesto a su disposición. En consecuencia, emigrar o la cárcel sigue siendo su destino.
No cualquier cárcel, eso sí, sino la mejor de los países norteamericanos. En efecto, sus cárceles son limpias y ordenadas, sin pleitos ni homicidios, y tienen la tasa de hacinamientos y mortalidad más baja de América Latina. Los reclusos gozan de la misma calidad de vida que el ciudadano promedio, pues el “hombre fuerte” no tolera que vivan mejor que sus víctimas. En consecuencia, su dieta es igual a la de ese ciudadano: frijoles, arroz, queso y tortillas. No incluye carne y camarones, pero sí las proteínas y los carbohidratos indispensables. En síntesis, sus cárceles son totalmente diferentes a las de América Latina, donde reina “un caos total”.
El “hombre fuerte” atribuye las denuncias de muertes y torturas a una abundante narrativa falsa. “No hay ni una tan sola prueba” de esos crímenes. “No estamos matando a nadie en la cárcel”, dice. De hecho, la tasa de mortalidad de sus prisiones es la más baja del continente, incluido Estados Unidos. Claro, siempre ocurren decesos por edad o enfermedad. El Cecot, la cárcel emblemática, es la más abierta del mundo a la prensa, que tampoco ha encontrado indicio de los crímenes que le imputan sin fundamento. Además, tiene “un sistema de justicia muy fuerte […] independientemente de quien esté involucrado, y lo hemos demostrado desde el gabinete hacia abajo. Abordamos los delitos de manera imparcial”. De ahí que encuentre absurdo que Washington haya sancionado al responsable de las cárceles más ordenadas del continente. Igualmente absurdo es que lo acusen de haber negociado con las pandillas, dado que no tenía nada que ofrecerles a cambio.
Otra “buena noticia” del “hombre fuerte” es que, “en el horizonte cercano”, suspenderá el régimen de excepción… cuando se den las condiciones. Todavía andan sueltos entre ocho y nueve mil pandilleros, estima. Una afirmación sin fundamento, porque no dispone de un censo. Pero lo sabe “porque todos los días agarramos una cantidad de pandilleros, todos los días”. Una vaguedad tan grande es intolerable en una seguridad que se toma en serio. Así, pues, “la normalidad” volverá cuando convenga a sus intereses.
“El hombre fuerte” confiesa haber mantenido en su juventud un idilio con el periodismo. Entonces, lo respetaba porque fiscalizaba al poder e informaba a la opinión pública. Rompió esa relación cuando descubrió que se había prostituido, al renunciar a la verdad y ponerse al servicio de intereses económicos y políticos. A su juicio, la prensa independiente actual es tan propaganda como la gubernamental, con la diferencia de que esta no lo oculta. Reconoce así que sus spots son simple y vulgar publicidad. En cualquier caso, nunca ha capturado a ningún periodista ni ha cerrado ningún medio.
El “hombre fuerte” siempre ha pensado que “las sociedades avanzan porque hay un tratamiento integral de sus problemas”. Sin embargo, en la monserga no hay rastros de esa aproximación. Solo habla de la guerra contra las pandillas y del régimen de excepción, seguidos por un etcétera indefinido. Al parecer, eso es todo lo que sabe del país que gobierna. Quizás por eso las quejas, los reclamos y las peticiones desesperadas de ayuda solo encuentran silencio.
* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.