Los Paradise Papers han sacado a la luz el destino de 50 millones de dólares de Fusades, el centro intelectual del capital agremiado y de Arena. Ese dinero es el producto de la venta de la microfinanciera de la Fundación en 2007. Según los documentos, los millones fueron transferidos a las Bermudas, donde una empresa transnacional los invirtió en actividades desconocidas. El rendimiento es repatriado a El Salvador y destinado a financiar las actividades de Fusades. El descubrimiento de la operación causó sorpresa y polémica, suavizadas por la prensa aliada del capital. La discusión surgió porque ni la microfinanciera, ni su venta, ni la ganancia de los 50 millones han pagado impuestos. Fusades alega estar exenta por ser una institución de utilidad pública. La cuestión es técnica y corresponde al Ministerio de Hacienda determinar si ha habido o no evasión de impuestos. Sin embargo, el descubrimiento de esa inversión en un paraíso fiscal posee otra dimensión de mayor envergadura, por sus implicaciones políticas y éticas.
Es contradictorio que la intelectualidad del capital agremiado, que no pierde ocasión para quejarse del escaso crecimiento económico del país, invierta su dinero en paraísos fiscales. El motivo no son los impuestos, ya que aparentemente goza de una exención. El argumento es otro y es muy convincente: la rentabilidad es mucho mayor en el extranjero que en El Salvador. Los intelectuales del capital lo atribuyen a los desaciertos del Gobierno del FMLN, que no ha creado un ambiente propicio para los negocios, que no se ha ganado la confianza del inversionista, que no ha tenido el miramiento debido con la empresa privada. En realidad, el insatisfactorio crecimiento económico se remonta a los Gobiernos de Arena. Por tanto, el problema no es el FMLN, sino el modelo económico elaborado por Fusades e implantado por dichos Gobiernos. Al igual que en épocas ya muy pasadas, los intelectuales copiaron acríticamente recetas de otras realidades y las impusieron mecánicamente.
La oleada privatizadora, la drástica reducción de los impuestos sobre el capital, la introducción del impuesto sobre el valor agregado, la transformación del país en una gran maquila primero y luego en un centro de servicios, la dolarización, etc. no han arrojado los resultados esperados. Las dos administraciones del FMLN se han limitado, según sus voceros, a contener los efectos devastadores de esa política neoliberal de Arena. Así, pues, ni siquiera han intentado modificarla. Las repetidas quejas de los empresarios y sus altavoces de la prensa se quedan en los síntomas y evaden la raíz, porque todavía creen ciegamente en sus bondades.
Ahora bien, el raquítico crecimiento económico de los últimos años no significa que el modelo de Fusades no haya creado riqueza. El dinero no solo ha aumentado, sino que además se ha concentrado cada vez en menos manos. La riqueza no se derramó sobre la inmensa base de la pirámide social, una vez satisfechas las apetencias de sus pocos propietarios, tal como prometieron los intelectuales. Buena parte de esa riqueza ha sido sacada del país e invertida en paraísos fiscales, donde la rentabilidad es muy alta, al igual que lo ha hecho Fusades. Así, en lugar de someter a una revisión crítica un modelo cuyo crecimiento es deficiente y fuente de creciente desigualdad, la intelectualidad y los capitalistas ponen a buen recaudo su dinero en los paraísos fiscales. La razón última no es el FMLN, sino la elevada rentabilidad. El capital no aspira a crear empleo, mucho menos a pagarlo bien, ni a promover eso que genéricamente llama desarrollo, ni a fomentar la educación, sino a reproducirse a ritmo acelerado y a acumularse.
Indudablemente, es necesario revisar y ajustar el presupuesto nacional y encontrar la manera de financiarlo. Pero ese acuerdo, al igual que el de las pensiones, aunque necesario, es insuficiente. El problema no es el presupuesto, sino la falta de crecimiento económico, lo cual remite al modelo implantado irresponsablemente por la intelectualidad del capital. Esta se justifica diciendo que no existe alternativa. En realidad, le falta teoría económica e imaginación para pensar la economía de otra manera. El desafío es estructural y demanda una respuesta estructural. La mejor prueba de la obsolescencia del modelo de Fusades y de los Gobiernos de Arena es que tanto aquella como los grandes capitales sacan su dinero del país.
Mientras tanto, los precandidatos presidenciales de Arena se prodigan en promesas con muy pocas probabilidades reales de cumplimiento. Intentan compatibilizar un modelo diseñado exclusivamente para revalorizar el capital con la satisfacción de las necesidades y aspiraciones de la población. El capitalismo neoliberal es voraz, brutal e inhumano. No entiende de solidaridad, ni de patriotismo. Para los dirigentes de Arena y sus financiadores, El Salvador no es lo primero, sino su capital. Los demás se suman a su grito de guerra sin saber lo que proclaman.