Dos de los principales partidos políticos que se diputan la Presidencia de la República promueven el cambio. Uno habla de "seguir con los buenos cambios" y el otro, de propiciar los "cambios de verdad". Desde luego, es preciso conocer los argumentos que sustentan esas frases y tratar de separar la propaganda de lo que puede haber de realidad. Y para tal propósito, hay que considerar dos aspectos indispensables de análisis: lo que piensa la ciudadanía sobre la realidad que hay que cambiar, y los criterios éticos y políticos de largo alcance, desde los cuales se pueden valorar críticamente esas propuestas con pretensiones de cambio.
Respecto a lo primero, la más reciente encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop), sobre las elección presidencial de 2014, revela las siguientes valoraciones ciudadanas sobre la situación general del país: el 49.1% cree que está empeorando, 29.3% asegura que está mejorando, mientras que el 21.6% opina que sigue igual. Referente al aspecto más importante en las propuestas de los partidos, una tercera parte de la población (30.7%) señaló la lucha contra la delincuencia; el 21.3% aludió al control de los precios de la canasta básica; el 20.9% dijo que le otorga mayor importancia a la creación de fuentes de empleo; y el 10.2%, a los planes del combate a la pobreza.
También se consultó sobre lo más importante que debe hacer el nuevo Gobierno para resolver los problemas del país. Los datos muestran que para dos terceras partes (64.2%) lo más importante es escuchar a la población. Un 10.5% dice que debe pedir ayuda a otros países, el 8.5% asegura que la próxima administración debe lograr acuerdos con los diferentes sectores sociales, mientras que el 8.3% piensa que lo más importante es trabajar un proyecto de nación.
La necesidad de cambios políticos, económicos y sociales, pues, se hace presente con la misma intensidad que hace cinco años. El Gobierno mismo reconoce que hay una agenda pendiente que no ha logrado concretar, relacionada con la seguridad ciudadana, el bajo crecimiento económico, la estructuración de proyectos bajo la modalidad de asocios público-privados, la construcción plena del nuevo marco legal e institucional de fomento de la inversión privada nacional, entre otros. Pero más allá de las medidas urgentes del cambio, hay que tener cierta claridad sobre el rumbo del país. Y ese horizonte no puede ni debe estar solo en manos de la política partidaria, por muy necesaria que sea.
En su informe sobre desarrollo humano de 2013, el PNUD plantea que el futuro de El Salvador depende del compromiso de la sociedad, el Estado y la ciudadanía, así como de las acciones que originen cambios culturales profundos, encaminados a que los ciudadanos asuman las responsabilidades que tienen consigo mismos y con la sociedad. Y somete a discusión una propuesta sobre el diseño y la implementación de políticas públicas que contribuyan a la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Entre los principios señalados, destacamos tres.
Vinculación indisoluble de lo económico, lo social y lo político. El informe indica que la tradicional oposición entre lo económico y lo social debe superarse para dar lugar a un enfoque que unifique las dos dimensiones. Las políticas sociales, por ejemplo, deben orientarse a prevenir ciertos riesgos relacionados con el incremento de la inestabilidad laboral y familiar. Las políticas económicas, por su parte, además de buscar el crecimiento económico y el empleo, deben fortalecer las redes de seguridad social. Las intervenciones en salud, educación, vivienda, etc., son clave para que las personas puedan transformar sus talentos en capacidades para la vida; mientras que las intervenciones en las políticas económicas (empleo, salario, productividad, etc.), indispensables para crear un marco propicio para el uso de esas capacidades, especialmente en el mundo del trabajo.
Concepción de las políticas desde un enfoque de ciclo de vida. Este enfoque incluye intervenciones que garanticen condiciones adecuadas en las diferentes etapas de la vida: prenatal, primera infancia, etapa media de la infancia, adolescencia, adultez productiva y vejez decorosa. Este enfoque se considera clave para impulsar el desarrollo humano, ya que reconoce la importancia de brindar una atención diferenciada a las necesidades de cada fase vital.
Centrar la atención en el hogar digno, la educación de calidad, el trabajo decente y el ejercicio de la ciudadanía. Este diseño no solo considera el ciclo de vida, sino también ciertos espacios clave de la sociedad. El primer ámbito es el hogar, donde las personas nacen y crecen, son acogidas y socializan. Se estima que las oportunidades vitales de las personas dependen, en gran medida, de la capacidad de sus hogares para dotarles durante la infancia de las condiciones necesarias para el desarrollo social y cultural. Por tanto, cualquier política eficaz de igualdad de oportunidades, redistribución y lucha contra la exclusión debe garantizar el derecho fundamental de todos los niños y niñas a vivir en hogares con condiciones dignas.
El segundo ámbito clave es la educación, particularmente la escuela pública como lugar común mínimo para potenciar las capacidades internas. Desde este enfoque, la escuela debe, cuando menos, ser un lugar de formación humana, ofrecer una educación de calidad, así como ser pertinente para proporcionar oportunidades de forma equitativa en los mercados laborales. El tercer ámbito es el trabajo, definido como la actividad pública que cada uno valora y que le permite ser y desarrollar las capacidades para ponerlas al servicio del proyecto personal y colectivo. En cada uno de estos ámbitos, no debe perderse de vista la construcción de una ciudadanía que asuma la búsqueda del bienestar personal y el bien común como proyectos de igual importancia.
En suma, tenemos aquí unos principios racionales, realistas y deseables desde los cuales valorar las propuestas de cambio de los partidos políticos en contienda. Y más allá de las elecciones, principios desde los cuales podemos construir un proyecto de nación de largo plazo. Este es un tema ahogado por la propaganda electoral, pero de gran importancia para el futuro del país, que la ciudadanía debe discutir y exigir al partido político que gane la próxima elección. Ir más allá de la visión del partido y buscar consensos sobre el nuevo rumbo nacional es uno de los ineludibles retos postelectorales.