El valor de los signos

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José M. Tojeira
15/02/2009

Los seres humanos necesitamos símbolos y signos para vivir. Cuando éstos se corrompen, la propia sociedad se escinde, se divide y generalmente entra en crisis. Por eso tiene una enorme relevancia que en los momentos de cambio experimentados por una sociedad, un país o una institución, se muestren signos visibles del rumbo que las cosas tomarán a partir del cambio. En este contexto, quiero comentar tres signos que pude observar en la eucaristía del sábado pasado, cuando tomó posesión de su cargo el nuevo Arzobispo de San Salvador, y que me parecen, dentro de su sencillez, enormemente importantes.

El primero fue muy simple. Cuando el presidente Saca asiste a una eucaristía, le gusta leer la primera lectura. Creo que es un buen símbolo y expresión de su propia fe, y que era lógico que también lo hiciera en la misa del sábado pasado. Sin embargo, la celebración a la que nos referimos tenía un enorme sentido simbólico y, por supuesto, y más en estos tiempos electorales, no podía ni debía dejar sombras de preferencias. Y así fue que la segunda lectura la hizo la actual alcaldesa de San Salvador. Todo un signo de una Iglesia que está abierta a todos y todas, y que quiere evangelizar también la vida política del país, independientemente de las tendencias partidistas. Una Iglesia que se mantiene libre y que busca el bien para toda la familia salvadoreña.

El segundo arrancó aplausos entre la concurrencia. Fue una referencia agradecida a monseñor Romero, llamándole además obispo mártir. Reconocer públicamente, en el momento de su toma de posesión, esa calidad evangélica y evangelizadora de monseñor Romero es de nuevo un signo. Juan Pablo II, en la exhortación apostólica dedicada a los obispos y titulada "Pastores gregis" (en castellano, "Los pastores del rebaño"), hace un retrato de los obispos ante situaciones de crisis, que es muy semejante a la figura de monseñor Romero. En efecto, dice el Papa en diferentes párrafos del numeral 67 que ante situaciones de pobreza e injusticia el obispo debe ser —y son palabras textuales— artífice de justicia y paz, defensor de los derechos del hombre, defensor de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, afianzado en el radicalismo evangélico, profeta de justicia, defensor y padre de los pobres, voz de quien no tiene voz para hacer valer sus derechos. Mencionar a Romero como testigo de ese compromiso cristiano y sacerdotal, alienta a toda la Iglesia. En ese mismo contexto, el nuevo arzobispo insistió en la lucha contra la pobreza como compromiso de todos los cristianos.

El tercer signo fue continuación de una actitud muy firme tanto de su antecesor, monseñor Sáenz, como de la Conferencia Episcopal. Una petición clara y explícita de que no se permita la apertura de la minería metálica en El Salvador mientras no cambie la tecnología actual, que utiliza cianuro para separar el oro de otros minerales con los que se halla mezclado. De nuevo los aplausos atronaron la catedral, no tanto por la novedad de la petición, sino por lo explícita, firme y dirigida con contundencia a todos los sectores políticos. Preocupación por el país, preocupación por los pobres, presencia del evangelio de la vida.

A estos signos, que nos muestran a un pastor coherente tanto con el Evangelio como con la propia historia de nuestra Iglesia salvadoreña, unió monseñor José Luis Escobar una larga lista de agradecimientos. Ser agradecido es siempre señal de que la persona que agradece sabe confiar en los demás. Ante los retos que le esperan en el ejercicio de su carga y servicio pastoral, el confiar en los demás le será de enorme ayuda. El mismo Juan Pablo II, en el numeral ya mencionado, decía hablando de la necesaria construcción de la paz que el obispo, junto con la Iglesia, sabe poner su esperanza "en sus profetas y artífices (de paz), que no han de faltar, sobre todo en las comunidades eclesiales, de las que el Obispo es pastor". Confiar en la enorme riqueza de esta Iglesia salvadoreña, y de esta arquidiócesis en particular, es siempre promesa de un ejercicio pastoral en el que se une la eficacia con la amistad.

Los signos, decíamos al principio, son importantes, porque el ser humano no puede vivir sin ellos y busca siempre entenderse y entender a los demás a partir de acciones y gestos llenos de simbolismo. Que estos signos que a tantos nos alegraron y evangelizaron en la toma de posesión de monseñor José Luis Escobar nos ayuden a continuar juntos en este camino de construir la paz con justicia que todos deseamos y que el Evangelio del Señor Jesús nos pide.

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