En camino hacia la dictadura

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Proceso
29/07/2021

“La política democrática, en cuanto política civilista y civilizada, es la antítesis de la vocación por el conflicto, típica de aquellos que profesionalmente son formados no para tratar con el adversario, sino para eliminar al enemigo”

José Rodríguez Iturbe

 

 Segismundo, en el libro La vida es sueño de Calderón de la Barca, se “soñó” como un dictador y luego, al “despertar”, recapacitó y gobernó muy bien a su reino. Así termina esta magistral obra de teatro. De manera similar, se esperaba que Bukele, dado el gran apoyo popular con el que ganó la elección presidencial en 2019, usara este capital político para hacer una política democrática orientada al bien común. Sin embargo, después de dos años en el gobierno, no hay señales de que el presidente Bukele “despierte de su mal sueño” (como Segismundo), sino que, más bien, ha terminado por disfrutar del gozo del poder y ha intentado consolidar el pensamiento único y ha destruido la pluralidad política, a través de la militarización de la sociedad y del empoderamiento de los militares. Además, el Gobierno ha ajustado las leyes a su favor, se encuentra redactando una nueva constitución y busca deslegitimar a las personas y grupos que piensan y sueñan con un país diferente al de él. En resumen, Bukele, en lugar de “despertar”,  terminó ajustándose muy bien el traje de dictador.

Cada día y de manera acelerada en el país,  el dilema democracia-autocracia se decantó por la autocracia o, mejor dicho, por la instauración de una dictadura. Bukele ha dejado a un lado las prácticas democráticas y el respeto al Estado de Derecho y ha optado por el conflicto permanente, en donde ya no se dialoga con los adversarios políticos, sino que se les trata como enemigos que deben eliminarse (Iturbe). En esto se parece mucho a otros dictadores que consideraban como enemigos del pueblo a todo aquel que no comulgaba con sus ideas y, también se parece al mayor Roberto d'Aubuisson que consideraba a sus adversarios como “delincuentes terroristas” que debían ser eliminados. La exclusión política de actores que piensan diferente tiene a la larga implicaciones desastrosas para las sociedades. Solo basta recordar el “Pacto de Puntofijo” en Venezuela que -después de un golpe de Estado- tuvo como objetivo crear una pluralidad política, pero que excluyó a actores políticos importantes, principalmente de izquierda y, después de de vivir 40 años en una “democracia de mentira”, Venezuela llevó a Chávez  al poder. La historia de lo que vive a diario Venezuela la conoce muy bien Bukele y todo indica que sigue el mismo camino de Maduro.

También hay que señalar que las decisiones políticas de Bukele son muy propias de una mentalidad militar y cada vez se aleja más de mostrar algo de racionalidad en su praxis política. Ante el evidente fracaso de su Plan de Control Territorial -como lo demuestran las fosas clandestinas encontradas en Chalchuapa y la masacre de cuatro jóvenes estudiantes en Turín, Ahuachapán, Bukele anunció la fase cuatro del desconocido plan, con el cual pretende duplicar  el número de militares en la Fuerza Armada. De igual manera, como reacción a la lista Engel que señaló a funcionarios corruptos y a personas que han minado la institucionalidad democrática del país, la Fiscalía al servicio de Bukele comenzó la persecución de opositores políticos, a quienes ahora acusa de cometer actos de corrupción. Como es bien conocido, Bukele hace una política de guerra: siembra odio y terror, apela a despertar los instintos y emociones más bajas de la población, oculta información que debería ser pública, establece un aparato de propaganda que desinforma diariamente y que impone la mentira como verdad. Asimismo, el presidente ha fanatizado a muchos de sus seguidores, los cuales, de manera irreflexiva, le dan hasta 23 mil “likes” a sus tuits con contenido basura.

La retórica agresiva de Bukele parece fascinar a sus seguidores, quienes celebran el irrespeto a las leyes y las muestras excesivas de poder del presidente, ejercidas con la complicidad de la PNC y la FGR. Ahora Bukele manda a encarcelar a sus opositores y los seguidores lo celebran. Luego lo hará con cualquiera que no comulgue con sus ideas. Algo parecido a lo que vivimos en la década de los años 80, cuando los escuadrones de la muerte mataban a bandas de ladrones (y la gente celebraba y aplaudía)  y después, estos mismos escuadrones, asesinaron a cientos de opositores políticos. No hay que repetir la historia de guerra del país. El enfoque debería estar en mejorar la economía y en tener una educación y salud de calidad. Lograr un país en el que se sientan bien todos implica inclusión política y participación.

 

* Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 55.

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