Gobierno argentino honra al IDHUCA

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Benjamín Cuéllar
03/01/2013

El Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto argentino instituyó, en 2007, el Premio Internacional de Derechos Humanos Emilio F. Mignone. En el marco de la sexta entrega del mismo a la Comisión por los Desaparecidos y las Víctimas de la Violencia en Indonesia (más conocida como Kontras), por primera vez las otras dos instituciones que integraron la terna finalista fueron reconocidas oficialmente por el Gobierno de Cristina Kirchner, a través del canciller Héctor Timerman. Así, el 17 de diciembre del año recién finalizado, representantes de Refugees International y del Instituto de Derechos Humanos de la UCA estuvieron presentes en la ceremonia oficial celebrada en el Palacio San Martín, en Buenos Aires, para recibir dicha distinción.

¿Quién fue don Emilio, como le decía la gente que tuvo la suerte de conocerlo y compartir con él su compromiso, sus aspiraciones y su lucha por hacerlas realidad? Académico, educador y funcionario público, este gran hombre es considerado el más importante líder en la defensa de los derechos humanos en Argentina. Su militancia y entrega se remonta a sus años jóvenes, pues desde la década de 1950 criticó al régimen militar de la época por el fusilamiento de opositores y auguró lo que vendría después. Del 14 de mayo de 1976 en adelante, dedicó sus mayores esfuerzos a la búsqueda de su hija Mónica (en ese momento, de 24 años), detenida y desaparecida de manera forzada durante la madrugada de ese día como parte del terrorismo oficial implantado por los criminales que encabezaron el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.

No obstante esa riesgosa y enorme misión personal y familiar que continuó hasta el fin de su existencia (acaecida el 21 de diciembre de 1998), don Emilio no dejó de ser solidario con quienes —al igual que él— habían sufrido en carne propia los embates del perverso aparato de poder. Así, apoyó el surgimiento de grupos defensores de derechos humanos como las admiradas madres y abuelas de la Plaza de Mayo, además de crear en 1979 el Centro de Estudios Legales y Sociales, junto a otras víctimas de la desaparición forzada de sus hijas e hijos. Asimismo, fue directivo de organizaciones internacionales como el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil), del cual fue uno de sus fundadores.

Se debe destacar su aporte incuestionable al uso creativo, oportuno e inteligente de los sistemas internacionales de protección de derechos humanos, sobre todo el interamericano. En la víspera del trigésimo aniversario del retorno de la democracia en Argentina, a don Emilio se le sigue recordando en su país y el mundo a través del galardón anual que lleva su nombre y por su legado histórico, dentro del cual destaca su altísima contribución —incluso, como testigo— al juicio de los militares argentinos responsables materiales e intelectuales de las atrocidades cometidas por la dictadura.

El derrame de verdad, justicia y reparación que provocó y generó ese aporte de don Emilio, de las madres y abuelas de la Plaza de Mayo, junto a otras víctimas y organizaciones argentinas, trascendió las fronteras nacionales e impactó en muchos países de América. Pero en El Salvador esa hora aún no llega. Esa, la deuda más grande de la posguerra, despierta dos pecados capitales, que en nuestro caso se vuelven "virtudes", por lo que generan: la ira por todo lo ocurrido y porque siguen impunes sus responsables, así como la envidia al observar los logros argentinos. Ambos mueven y deben mover aún más a la indignación y la acción de una sociedad que, a pesar de todo lo que presume allá en lo alto, en lo bajo sigue enterrando personas asesinadas y desenterrando desaparecidas.

Con el Premio Internacional de Derechos Humanos Emilio F. Mignone, el Gobierno argentino busca destacar la labor que desarrollan personas o instituciones de otros países en la promoción y protección de los derechos humanos, tanto en la lucha contra la impunidad por violaciones masivas y sistemáticas de estos derechos como también en otro tipo batallas centrales, válidas y desiguales en sociedades cuyas autoridades presumen de vivir en democracia y de ser respetuosas de los derechos fundamentales. Antes de la entrega del galardón a Kontras y de los reconocimientos a Refugees International y al IDHUCA, el canciller Timerman recordó a Segundo Montes por haber creado un instituto universitario que asumiera el compromiso de interpretar la realidad e influirla, "para construir una sociedad basada en el respeto pleno de la dignidad humana".

El Ministro no dejó de mencionar la masacre en la UCA y el esfuerzo de su Instituto de Derechos Humanos por descubrir toda la verdad y lograr la justicia plena. No obstante el "duro golpe" sufrido por la Universidad —como calificó Timerman el bestial hecho—, tras el fin de la guerra, el IDHUCA continuó su labor apoyando la creación de la Policía Nacional Civil y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, capacitando funcionarios públicos y dando asistencia legal a víctimas, entre otras actividades.

Este reconocimiento se suma al que el padre Montes recibió por parte del Congreso estadounidense en noviembre de 1989, por su trabajo en favor de la población refugiada; a la mención especial del Premio de los Derechos Humanos de Francia en 2002; al Premio de Derechos Humanos 2002 otorgado por Abogados del Mundo, Sección Valencia, de España; al Premio de los Derechos Humanos de Francia en 2004; y al de la Oficina de Washington en Latinoamérica (WOLA) en 2007.

Por lo que representa la figura de Emilio Mignone y por las palabras de Héctor Timerman, para el IDHUCA es un honor recibir esta nueva distinción internacional, que a la vez le recuerda a todo su personal el compromiso con las personas y las agrupaciones que solicitan su apoyo, acompañamiento y representación, y también con toda la sociedad salvadoreña. Además, este estímulo encuentra sus raíces más hondas en la herencia de Segundo Montes, cuyo asesinato —junto con el de Julia Elba Ramos, su hija Celina y cinco jesuitas más— permanece en la impunidad que propicia un Estado protector de violadores de derechos humanos y, por tanto, también violador de estos.

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