El mensaje del papa Francisco para la 107.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado tiene como lema y horizonte “Hacia un nosotros cada vez más grande”. Sucintamente podemos decir que el texto recoge uno de los principales desafíos que tiene el mundo actual: el “nosotros” está roto y fragmentado, herido y desfigurado. El papa reitera que “los nacionalismos cerrados y agresivos [...] y el individualismo radical [...] resquebrajan o dividen el nosotros, tanto en el mundo como dentro de la Iglesia”. Asimismo denuncia que el precio más elevado lo pagan quienes más fácilmente pueden convertirse en los otros: los extranjeros, los migrantes, los marginados.
La reconstrucción del “nosotros” tiene para el papa un referente de fe esencial: el Dios de la Biblia quiso salvar a la humanidad, pero no persona a persona, individualmente, aisladas entre sí, sino organizándolas en un pueblo. “Un nosotros destinado a incluir a toda la familia humana, a todos los pueblos: ‘¡Esta es la morada de Dios entre los hombres! Él habitará entre ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos’”. Desde esta inspiración, el papa habla de la necesidad de una Iglesia cada vez más católica, de un mundo cada vez más inclusivo y de una posibilidad histórica de soñar juntos un mundo nuevo.
Respecto a lo primero (unidad en la diversidad), el papa señala que “los fieles católicos están llamados a comprometerse, cada uno a partir de la comunidad en la que vive, para que la Iglesia sea siempre más inclusiva, siguiendo la misión que Jesucristo encomendó a los apóstoles”. El anuncio de la cercanía del reinado de Dios implicará para la Iglesia salir a las calles de las periferias existenciales para curar a quien está herido y buscar a quien está perdido, sin prejuicios o miedos, sin proselitismo, pero dispuesta a ensanchar el espacio de su tienda para acoger a todos. Entre los habitantes de las periferias, puntualiza Francisco, encontraremos a muchos migrantes y refugiados, desplazados y víctimas de la trata, a quienes el Señor quiere que se les manifieste su amor y que se les anuncie su salvación, mostrándose solidarios con ellos.
En cuanto a la construcción de un mundo cada vez más incluyente (donde se derriben muros y construyan puentes), el obispo de Roma hace un llamado a todos los hombres y mujeres del mundo a recomponer la familia humana para construir juntos un futuro de justicia y de paz, asegurando que nadie quede excluido. En esta línea, recuerda que el futuro de nuestras sociedades es uno “lleno de color”, enriquecido por la diversidad y las relaciones interculturales. Por eso debemos aprender hoy a vivir juntos, en armonía y paz. El papa afirma que “las migraciones contemporáneas nos brindan la oportunidad de superar nuestros miedos para dejarnos enriquecer por la diversidad del don de cada uno. Entonces, podemos transformar las fronteras en lugares privilegiados de encuentro, donde puede florecer el milagro de un nosotros cada vez más grande”.
Finalmente, exhorta a soñar juntos. A hacerlo “como una sola humanidad, como compañeros del mismo viaje, como hijos e hijas de esta misma tierra que es nuestra casa común, todos hermanos y hermanas”. Este soñar juntos implica, según lo refiere en varios de sus escritos, la búsqueda de economías que permitan a todos el acceso a los frutos de la creación, a las necesidades básicas de la vida: tierra, techo y trabajo. Supone políticas que puedan integrar y dialogar con los pobres, los excluidos, los vulnerables, y les permitan tener voz en las decisiones que afectan sus vidas. Comprende la existencia de un movimiento popular que sepa que nos necesitamos mutuamente, que tenga un sentido de responsabilidad por los demás y por el mundo. Un movimiento, en fin, que proclame que ser compasivos, tener fe y trabajar por el bien común son grandes metas de vida (utopía de la civilización del encuentro y el cuidado).
En suma, las siguientes palabras que encontramos en el texto plasman el núcleo de este mensaje: “Todos estamos en la misma barca y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, que no haya más otros, sino sólo un nosotros, grande como toda la humanidad”.
* Carlos Ayala Ramírez, profesor del Instituto Hispano de la Escuela Jesuitas de Teología (Universidad de Santa Clara) y de la Escuela de Liderazgo Hispano de la Arquidiócesis de San Francisco; docente jubilado de la UCA; y exdirector de Radio YSUCA.