El hambre es uno de los factores más potentes del subdesarrollo. Y por eso muchos países que han caminado de la pobreza al desarrollo han tenido planes de alimentación en las escuelas. En la Alemania de posguerra o en la España de los años cincuenta, el vaso de leche y el queso con pan fueron importantes para la economía de los pobres y para el desarrollo de los niños. El refrigerio, o incluso la comida, siguen siendo parte de los programas estatales en muchos países desarrollados. Y en El Salvador, tanto Arena como el FMLN están de acuerdo en que un apoyo alimentario en la escuela es importante para el desarrollo. Los comentarios antipopulistas de algunos empresarios no inciden en lo que es un acuerdo no escrito, tácito, pero importante para el país. Lo cual demuestra que hay realidades de fondo en las que se puede progresar y lograr acuerdos. Tal vez lo que falta es identificar esos puntos de coincidencia y ponerles agenda.
De hecho, la sociedad civil, que suele en muchas cosas ir por delante de la sociedad política, tiene muy claro algunos pasos indispensables para el desarrollo. Uno de ellos es la necesidad de universalizar el bachillerato en el país. El Gobierno de Antonio Saca puso esta necesidad educativa en su Plan 2021. Y el FMLN la aceptó. Sin embargo, en este punto los avances son nulos, a pesar de que el Plan comenzó a implementarse en marzo de 2005. Y prácticamente este tema no se ha tocado en las evaluaciones de la gestión gubernamental. Por supuesto, las gremiales de la empresa privada, que son las que más han criticado al actual Ejecutivo, han sido incapaces de valorar positivamente la lucha contra el hambre de los niños, ni han mencionado como algo negativo la falta de avance hacia un bachillerato universalizado. Porque es de sobra conocido que, cuando se habla desde posiciones de privilegio, se tiende a olvidar las necesidades de los pobres; en este caso, de la mayoría del país.
¿Se puede avanzar en este punto clave para la educación y el desarrollo salvadoreños? Si los partidos políticos salieran de ese absurdo deseo de ver negativamente siempre lo que el otro hace, el tema se podría poner en agenda. Y si un amplio movimiento ciudadano le exigiera eso a los partidos, igual que les exigió renunciar al aumento de salario de los dirigentes de la Asamblea, el tema del bachillerato universal se podría poner en agenda. Solo eso falta, ya que los dos partidos mayoritarios lo han expresado como un deseo. No debería haber problema en establecer una agenda interpartidaria que explicite los pasos concretos, en tiempo y recursos, hacia la universalización de un bachillerato diferenciado. El tema es de interés nacional e indispensable para el desarrollo. Los técnicos acostumbran decir que una sociedad solo puede llegar al desarrollo cuando el 70% de su población tiene al menos un nivel educativo de bachillerato. Y en El Salvador estamos graduando como bachilleres solamente a un 34% de los jóvenes.
Si frente al hambre no hay duda, frente a la educación tampoco debería haberla. El avance en nutrición en la escuela es una de las acciones más irreversibles. Ningún partido se atrevería en el futuro a quitarles la tortilla de la boca a los niños. La educación todavía no hemos logrado ponerla en las mentes de la ciudadanía como una necesidad básica y vital para el desarrollo de nuestro pueblo. El día que lo hagamos, los partidos políticos se pondrán de acuerdo rápidamente y llegaremos en poco tiempo a la universalización del bachillerato. Reclamar, insistir, criticar el poco avance hacia un bachillerato universal es una tarea concreta y mucho más importante para el futuro del país que la verborrea politizada con la que algunos han evaluado los tres años de Gobierno y con la que se ha querido iniciar prematuramente la campaña presidencial de 2014.