La libertad y los mártires

19

A lo largo de esta semana se desarrollan múltiples actividades en la UCA recordando a los jesuitas asesinados hace 25 años junto con sus dos colaboradoras. En la medida que los años pasan y el tiempo nos aleja de ellos, vemos con mayor claridad la fuerza de su testimonio y los valores implicados en su trabajo universitario. Al recordarlos tras un cuarto de siglo, quisiera centrarme en una de sus características fundamentales, común normalmente a todos los mártires, desde los albores del cristianismo hasta nuestros días, pasando por supuesto por monseñor Romero y muchos otros salvadoreños. Se trata de la libertad. Si san Pablo dijo que “para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gál 5, 1), lo cierto es que estos compañeros universales de los seres humanos de buena voluntad vivieron su libertad de un modo excepcional.

Comenzaron ejerciéndola muy pronto con su decisión juvenil de venir a América, saliendo de sus raíces, familia y medio conocido. La maduraron abriéndose con amor al nuevo mundo que les tocaba vivir y a esa dimensión característica en ellos que unía lo universal de una cultura y una visión sumamente amplia con una verdadera devoción a lo particular del mundo de los pobres y centrada en El Salvador. La opción por los pobres es ya de por sí un acto de libertad, y ellos se tomaron muy en serio la exigencia de la Iglesia latinoamericana al respecto. Y como buenos universitarios acostumbrados a buscar las raíces de la realidad, no solo optaron por los pobres, sino también por sus causas. Esas causas de cambio social, de liberación de las injusticias, de plena incorporación de los derechos humanos a su existencia, de creación de una nueva cultura en la que el ser predominara sobre el tener y el trabajo, sobre el capital.

Las tensiones sociales graves (fruto de la injusticia), la represión y posteriormente la guerra civil plantearon nuevos retos a su dimensión de hombres libres. No era fácil mantenerse en su dimensión de hombres de paz ante la polarización, la brutalidad y los discursos encendidos. Cuando se disparan palabras al mismo tiempo que balas, cuando los intelectuales y el pensamiento se convierten en un objetivo militar, no es fácil guardar el equilibrio ni salvaguardar la vida. Su decisión de quedarse, de seguir hablando con libertad, de seguir publicando, de seguir defendiendo a las víctimas, de arriesgar la vida incluso mirando de frente a la muerte sin más defensa que su confianza en la razón y en el Evangelio, demuestra el recio nivel libertario de sus convicciones. Pues la libertad no se mide por los discursos defendiendo el dinero, la propiedad o el interés propio, sino por las opciones de vida con contenido y defensa de lo humano.

En el ejercicio de esta libertad tan radical se esforzaban por mantener una universidad de calidad en un tiempo en que la represión perseguía con saña a la inteligencia, condenando a la universidad nacional, la UES, al exilio de su propio campus. Y al mismo tiempo, multiplicaban su análisis y crítica social, su opción por la paz con justicia y derechos humanos, mientras el Gobierno alentaba la creación de universidades de garaje, tratando de comprar el pensamiento y abaratándolo a conveniencia de ideologías conservadoras. Querían mantenerse fieles a la calidad intelectual para que su voz fuera escuchada, para que las víctimas estuvieran protegidas, para que la paz tuviera caminos diferentes de las victorias sangrientas o la represión. Y desde esa calidad intelectualmente respetable, se lanzaron a hablar del diálogo y la negociación como el único camino válido de salida del conflicto. Hablaban de esa ruta cuando solamente ese gran arzobispo que fue monseñor Rivera, hoy olvidado por los que gustan echar sobre sí mismos el mérito de una firma, defendía lo mismo que ellos. Mientras la cerrazón ideológica veía ese camino como un obstáculo para sus fines, los mártires lo continuaron en la cuesta arriba de convencer a tirios y troyanos.

Y mientras la paz conquistaba los ánimos, antes que los papeles, se dedicaron a defender los derechos de los pobres. Sus publicaciones, sus conferencias, sus estudios estaban mayoritariamente orientados a salvar vidas. Así lo decían cuando, ante quienes los escuchábamos atentos, querían resumir lo que los impulsaba a quedarse en El Salvador luchando por la paz: “En el fondo lo que queremos y hacia donde dirigimos nuestros esfuerzos es a salvar vidas”. Y ese querer salvar la vida de muchos es lo que al final los llevó a la muerte. En ese mundo de la guerra, siempre dibujado en colores opuestos, blanco y negro, amigo y enemigo, defender a las víctimas de la locura monocolor significa con frecuencia firmar la propia sentencia de muerte. Lo tenían asumido, aunque también decían —se lo escuché a Ellacuría hablando de los posibles asesinos—: “Tratamos de no facilitárselos”. Al final, una cúpula concreta del Ejército, acuerpada por la ley del silencio y el encubrimiento, tomó la decisión de matar, en lo que nadie duda fue un crimen estatal de lesa humanidad, por el que la institución castrense todavía no ha pedido perdón ni lo ha reconocido como tal. Pero la “inteligencia militar” es muy inferior en calidad y en efectividad a esa inteligencia humana que destilan las personas auténticamente libres. Los hombres libres resucitan, mientras que los asesinos quedan reducidos a la triste lista de los Pilatos y Herodes caminando hacia la vulgaridad y la nada. Lo que hace 25 años era motivo de llanto, hoy es tiempo de fiesta. Porque nuestros compañeros siguen vivos generando espíritu crítico, inteligencia lúcida y auténtica libertad.

Lo más visitado
3
Anónimo
20/11/2014
15:40 pm
Mi querida hermana Conchita: Estupendo, claro y valiente de tu parte. Ellos son los verdaderos hombres libres, los que hoy son nuestros modelos a seguir. Jesús ya nos enseñó el camino, pero nos cuesta comprenderlo y mucho más seguirlo. Te felicito. Un abrazo grande
0 0 0
Anónimo
14/11/2014
18:39 pm
Para ver cambios en nuestra sociedad se necesita de un 99% de fe, amor y entrega para aquellos más vulnerables y olvidados por los oligarcas. Como nueva generación que no vivió el dolor, pero que aun así conocemos de ello, es nuestro deber hacer valer y luchar por mis y tus derechos, así como estos hombres lo hicieron entregadose y creyendo en el país y más que en el país, creyendo en la gente. Pues creamos en las personas y sigamos fomentando el espíritu de lucha, querido Gobierno que critica las luchas y nos llaman \"revolucionarios\" les digo que no lo fuéramos si uds tuvieran un poco de consciencia y valor para aceptar los \"errores\" que cometieron en el pasado, puesto que así les llaman \"errores\" ¿de cuando acá asesinar a alguien con aleboria y ventaja es un error? mantengo las esperanzas que un día el pueblo despertará y se librara de tantos golpes que el sistema nos da.
0 6 0
Anónimo
14/11/2014
10:39 am
A veces pensamos que la libertad es actuar como se nos de la gana pero la verdadera libertad a veces viene de renunciar a la comodidad del egoismo y asumir la carga de nuestro crecimiento como seres humanos y cuando lo logramos y nos sentimos ya no como un individuo humano sino como una e indisoluble humanidad, contrario a lo que creemos ese compromiso nos hace libres, porque ningun verdadero humano podra ser libre en el egoismo, la injusticia o la mentira es decir en la falta de amor por el projimo, hoy que se celebra el martirio de estos seres humanos que nos amaron lo suficiente para morir por nosotros soló puedo pedirle a Dios que noz ayude a evolucionar un poco más rapido hacia un mundo más humano, gracias a todos a lo largo de la historia que han sabido sacrificarse para no rendirse ante la injusticia y la falta de humanidad
0 5 0