Este miércoles, el periodista de origen argelino Christian Poveda fue asesinado. Murió junto a otros diez, once o doce salvadoreños: la cantidad cambia según los intereses de quien lo informe, pero, pese a cualquier intento por encubrirla, esta sigue siendo una realidad grotesca.
A Poveda la vida le fue arrebatada en la calle antigua que conduce de Soyapango a Tonacatepeque, cerca de la colonia La Campanera, donde filmó su documental sobre la Mara 18, La vida loca. Pero Christian bien pudo haber sido asesinado en la colonia Amatepec, en San Bartolo, en Apopa, en San Antonio del Monte, en Jujutla y en otros lugares donde ese mismo día murieron de forma violenta otros salvadoreños y salvadoreñas.
Este periodista había cubierto varios conflictos armados, incluido el salvadoreño. Sin embargo, no fue víctima de ninguno de estos, sino de los altísimos niveles de violencia que afectan a El Salvador ahora, en tiempos de paz. Una triste ironía.
En este país, está muriendo gente valiosa, valiente y dispuesta a transformar la realidad, como Christian Poveda y como Alex Canales. Este joven de treinta años fue asesinado mientras colaboraba con la jornada médica desarrollada por la Iglesia Episcopal de Santa María Virgen en San Bartolo. Los criminales se hicieron pasar por pacientes y poco les importó la presencia de niños, niñas, mujeres, doctores, doctoras y adultos mayores; sacaron las pistolas y le quitaron la vida. No había policías que dieran seguridad. Alex Canales era técnico en electrónica y había trabajado por varios años con la juventud que acudía a la iglesia.
Todo esto ocurre en medio de los cuestionamientos por la inexistencia de planes eficaces para enfrentar el crimen. La delincuencia, organizada o no, se ha adueñado de las calles; mientras, los diputados y las diputadas tienen cuatro meses de incumplir el mandato constitucional de elegir Fiscal General.
Ahora se exige que el asesinato del periodista Christian Poveda no quede en la impunidad, y las autoridades, incluido el Presidente, se han comprometido a investigar y evitar que sus victimarios anden libres. Ese mismo compromiso debe tomarse con las otras doce, once o diez personas que murieron este miércoles y con todas las víctimas de la violencia en todas sus manifestaciones. Ningún criminal debe gozar de impunidad.
En una entrevista realizada por el periódico digital El Faro, hace solo un par de meses, Christian Poveda afirmó: "Aquí la muerte es un espectáculo.Yo en los 80, cuando cubría muertos en la calle tenía alrededor a gente mirando, esperando a que vengan a tomar fotos. Si yo te muestro fotos que yo tomé en los años 80, la gente está posando. ¡Está el muerto y están posando! Y hoy es lo mismo".
Hace mucho que dejó de ser el momento de llorar con resignación a los seres queridos que caen víctimas de la violencia. Hay que actuar antes de que nos toque el turno. Ya no más vida loca para las salvadoreñas y los salvadoreños, no más violencia, no más impunidad. Hay que dejar de posar.