Uno de los antiguos líderes y también funcionario del FMLN desenmascaró el talante de algunos de los diputados que, convertidos en jueces, lo emplazaron. Durante el interrogatorio, consiguió que uno de ellos admitiera que había trabajado durante casi tres décadas en los Gobiernos de Arena y del FMLN. Calló, sin embargo, que, además del salario, recibía varias dietas e incluso reclamó un aumento del monto. Al final del interrogatorio, el emplazado envió saludos a “la gente del Alba” por medio de otro diputado, que había trabajado en esa empresa del FMLN. Estos diputados, comisionados para investigar los sobresueldos y los subsidios estatales a entidades privadas, no son muy diferentes de los antiguos funcionarios de Arena y del FMLN, el compendio más completo de corrupción y maldad según el oficialismo. Cabe preguntar, entonces, cuándo estos diputados abandonaron ese camino de perdición y tomaron el de la innovación insólita. La única conversión posible, a juzgar por las obras, el criterio incontrovertible, es haber cambiado de bando a tiempo para seguir en las mismas. No tienen, pues, solvencia moral para acusar a sus antiguos colegas de malversación de fondos públicos.
Tampoco tienen solvencia técnica. Carecen de formación y de experiencia para investigar el delito. Una tarea que, por otro lado, compete a la Fiscalía y a la Policía. Un buen ejemplo de la ignorancia prevaleciente entre los comisionados es confundir el contrato de servicios con la donación y el convenio. Una confusión de la que hicieron gala en la comparecencia del rector de la UCA. Ni siquiera son buenos polemistas, un vicio que socava sus intenciones malévolas. No saben argumentar. Insisten cansinamente en las mismas preguntas, la mayoría de veces redundantes, puesto que la respuesta se encuentra en los documentos que tienen delante. Pierden fácilmente los estribos y amenazan con acusar de desacato si el emplazado no se inculpa. Sin argumentos y sin capacidad para la controversia, no les fue bien con el antiguo funcionario del FMLN y mucho menos con el rector de la UCA, mejores polemistas que ellos.
Cuando los comisionados no dan con lo preestablecido en el guion proporcionado por los manejadores del espectáculo, introducen temas ajenos a la comisión encomendada. Cuando no pudieron demostrar que la UCA había recibido subsidio gubernamental, cuestionaron su sistema de cuotas estudiantiles y sus contribuciones fiscales, materias que no eran de su competencia, puesto que la Universidad es una institución privada. Todo con el propósito de sentar la idea de que la UCA es una universidad para ricos mientras la educación nacional yace postrada. Acorralados, obviaron que la educación nacional no corresponde a la UCA, sino a ellos mismos, pues son los legisladores de Bukele, y que este, en lugar de invertir en ella, gasta innecesariamente en el Ejército, en armamento y en criptomoneda. En sus manos está, si se atrevieran, detener semejante aberración.
Las comisiones legislativas proceden inquisitorialmente.El inquisidor está en posesión de una denuncia —en este caso, provista por los operadores de Casa Presidencial— que da por verdadera si más, y cita al acusado para que se inculpe. Este no tiene derecho a la defensa ni a conocer la identidad del denunciante, y se le presupone culpable. En la inquisición medieval, la inculpación, muchas veces obtenida con tortura, era un requisito para poder otorgar el perdón divino al transgresor. Las comisiones del régimen intentan arrancar la inculpación con el acoso verbal y mediático, con el infundio y la tergiversación, para humillar al acusado y enaltecer a Bukele. El método inquisitorial no es nada nuevo, pero contradice a un Bukele que, con exenciones fiscales, pretende convertir al país en “un refugio de libertad”.
Los inquisidores del régimen están más allá de estas contradicciones. Estiman que, al girar en la órbita del poder absoluto, no están sujetos a rendir cuentas, a decir verdad y a actuar racional y decentemente. Su misión es complacer al foco de poder para permanecer en su órbita. El plano orbital en el que se mueven los hace sentirse todopoderosos. Sin embargo, no debieran perder de vista lo que ocurre en el vecindario. El expresidente Honduras ha pasado de la cima del poder a la muy probable sima de la prisión estadounidense. Es ilusorio pensar que el régimen de los Bukele durará siempre. Los privilegios del poder que ahora disfrutan cínicamente, los pueden perder mañana. Basta una leve indicación del jefe supremo para caer en la desgracia.
Las comisiones inquisitoriales de la legislatura no son más que fuerzas de choque del régimen. Agitan para ocultar el descalabro de la gestión gubernamental de los Bukele. Su entrega es ciega, sin importarles el ridículo que hacen. Exigen honestidad, pero han vivido del Estado como muchos de los acusados. Exigen respeto, pero no se dan a respetar, al poner en evidencia su pobreza intelectual y su perversidad. Exigen acatamiento, pero sin autoridad o legalidad que las respalde. La cordura y el sentido común empalidecen ante la tentación de la riqueza fácil, del prestigio y del poder.
* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.