Siete audios de un alto funcionario confirman la tregua con las pandillas y su ruptura, que costó la vida a 87 personas. Carlos Marroquín (“Lente”) se presenta como el enlace entre ellas y Bukele (“Batman”), y asegura que este les concedió privilegios, incluso permitió la salida del país de uno de sus líderes, buscado por la justicia nacional y la estadounidense. De acuerdo con este testimonio, no ha habido más plan de seguridad que la tregua. Las extorsiones, los desplazamientos forzados, las desapariciones y los asesinatos, ocurridos durante los dos años y medio que duró, fueron consentidos por Bukele. El Estado de terror que no pocos le agradecen ahora no lo impuso porque la seguridad le importe, sino porque la MS lo desafió.
Inesperadamente, cuando el régimen parecía marchar sobre ruedas, contradicciones en la cúpula presidencial dieron al traste con la tregua y Bukele se quedó sin su plan de control territorial. “Torero”, responsable de la seguridad, y “Lobo”, el carcelero de la dictadura, se confabularon para capturar a varios líderes de la MS, que, como ha sido usual, se desplazaban con un salvoconducto en un vehículo oficial, conducido por un empleado público de confianza. Según la recapitulación de Lente, la MS dio 72 horas para liberarlos, pero Batman “se lo tomó a mal […] ‘a mí no me anden amenazando’”. En lugar de disciplinar a sus colaboradores, optó por escarmentar a la MS con la devastación de los vecindarios donde la pandilla opera.
Los audios permiten asomarse a la relación de Batman con las pandillas. Lente, un operador con amplia experiencia en esos trances desde la época de la alcaldía, creó “condiciones a los [pandilleros] de adentro y también a la gente de aquí de la calle, que son las comunidades, la gente más pobre”, y sacó del país al líder prófugo de la justicia. “Yo mismo lo fui a traer allá y yo mismo lo fui a dejar a Guatemala”, dijo, para “ayudarles a todos y […] demostrarles mi lealtad y confianza”. Todo eso mientras levanta “cubos” para reconstruir “el tejido social”. Cuando la tregua naufragaba, pidió a los pandilleros “que paren, que ahorita paren, que me den chance para ver si logramos retomar”. No lo consiguió. Pero les adelantó que la situación “se va a poner peor en las comunidades […] pongan en alerta a la gente”, ya que “ahí dentro están torturando a la gente […] están sufriendo y los están humillando, los están tratando como animales”. Decepcionado, agregó, “no es para eso para lo que hemos luchado”.
Se escapa a la imaginación cómo dos altos funcionarios de Bukele, Torero y Lobo, sabotearon la tregua con las pandillas, desautorizaron a su arquitecto y colocaron a Batman ante los hechos consumados. La centralización del poder no es tan sólida como parece. Todavía más sorprendente es que, en lugar de poner orden en las filas de sus colaboradores más cercanos, descargue su cólera contra la población de menores ingresos y menos oportunidades. Un despropósito con unos costos humanos inaceptables. Batman no ha sido engañado por la MS, sino víctima de las luchas internas de poder de su entorno más cercano. Ha caído en una trampa de la cual es difícil escapar sin daño, porque las consecuencias del terror desatado son impredecibles. Muy seguro de sí mismo, el régimen de los Bukele ha sido boicoteado desde dentro. Sus enemigos no están fuera, tal como suele quejarse, sino en los laberintos del poder presidencial.
Ni siquiera Lente, el hombre de confianza de Batman en la relación con las pandillas, es muy de fiar. Juiciosamente, ha tomado distancia de su jefe. “Yo no quiero jugar con ustedes [los pandilleros] pero siento que él sí está ahorita, está jugando, él piensa que ya los topó al cerco […] y yo no quiero pues caer ahí en ese juego”. Lente no solo los puso sobre aviso sobre de la amenaza que se cernía sobre ellos, sino también cuestiona la eficacia de la represión estatal. Termina su comunicación con protestas de devoción a los pandilleros: “Yo, como les digo, ahí estoy para cualquier cosa, ya saben, a la orden”.
Al encargado del “tejido social” solo le interesa la seguridad y el bienestar de los pandilleros. La violencia de las pandillas y la ruptura social causada por la venganza de Bukele le tienen sin cuidado. Tampoco a Batman le importa la tragedia humana causada por su insensatez. Las fuerzas detrás del naufragio de la tregua han comprometido gravemente el futuro de su régimen, al exponer, ante quien quiera ver, sus contradicciones, su impotencia y, en último término, su inhumanidad.
En una palabra, Batman no es confiable. Los Jokers lo desacreditaron y lo dejaron enfrentado a una crisis carcelaria, jurídica y humanitaria de grandes proporciones.
* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.