Mujeres bajo ataque

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Todos sabemos que el machismo continúa siendo una plaga en El Salvador. Basta recordar las miles de niñas embarazadas, las denuncias de agresiones contra la mujer, físicas y sexuales, y últimamente los ataques a mujeres con personalidad propia, profesionales e independientes, que ejercen su derecho a la crítica. A unas se las maltrata, y a las que no se dejan abusar y tienen más neuronas y personalidad que los maltratadores, se les insulta o calumnia. Aunque esto último sea mucho menos grave que una violación, deja testimonio de la bajeza y cobardía de algunos hombres que, cuando no pueden abusar físicamente, se dedican a insultar o a mentir contra las mujeres que son autónomas en su pensamiento, en su acción y en su crítica social.

La cobardía de esos individuos, que con frecuencia se esconden en las redes virtuales, contrasta con la capacidad de las mujeres de resistir los insultos y amenazas, y continuar trabajando desde su coherencia personal. A todos nos ha escandalizado la brutalidad del pasado, cuando en las masacres no se dudaba en asesinar a mujeres embarazadas, ancianas o enfermas. Odiar a la mujer es probablemente la muestra más evidente de una masculinidad enferma y cobarde. Y si el lenguaje de odio es siempre un lenguaje de personas traumadas, sean hombres o mujeres quienes lo utilizan, esas mismas expresiones, cuando se vuelcan contra la mujer, terminan siendo lo más miserable e indigno.

Los países con mayor desarrollo humano han logrado equiparar en derechos y en funciones a hombres y mujeres. Y es lógico, pues cuando toda la población asume sin distinciones de género la participación en la economía productiva, en el debate público, en la política o en los servicios sociales, la cohesión social crece, el respeto mutuo aumenta y se pueden asumir más fácilmente proyectos de realización común que beneficien a todas las personas. Lamentablemente, a pesar de las normas existentes que protegen a la mujer y los relativos avances habidos después de la guerra civil, el déficit en el respeto a la mujer permanece con síntomas graves entre nosotros. Pero nadie se plantea que ese déficit sea una de las causas de nuestras dificultades a la hora de conseguir un desarrollo equitativo.

El machismo es y ha sido siempre una de las expresiones más nefastas dentro de la tendencia humana a dividir el mundo en superiores e inferiores. Y es, además, la que con mayor frecuencia se naturaliza, contra toda evidencia científica. El hecho de que entre los seres humanos el macho tenga generalmente más fuerza física que la hembra no lo hace superior. La racionalidad, los sentimientos generosos y solidarios, la capacidad de juicio que distingue entre lo bueno y lo malo, la conciencia que nos ayuda a optar por lo bueno son las dimensiones humanas que construyen a la persona y le dan su dignidad. La fuerza bruta es un atributo animal que ni siquiera en los animales salvajes se utiliza contra la hembra. Mal utilizar la fuerza física contra la mujer no solo rebaja la dignidad del más fuerte, sino que lo convierte además en un animal degenerado. Atacar en las redes con insultos o mentiras a las mujeres, lo haga quien lo haga, es continuar con ese mismo espíritu degenerado que dificulta gravemente el desarrollo humano e impide la cohesión y amistad social necesaria para el pleno respeto a la dignidad humana.

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