En el Día Mundial de la Población, el 11 de julio, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, reveló que el mundo de hoy tiene la generación de jóvenes más numerosa de toda la historia: 1,800 millones de personas de entre 15 y 24 años de edad, la mayoría de los cuales vive en países empobrecidos. En América Latina y el Caribe, por ejemplo, habitan más de 100 millones de jóvenes, que representan una cuarta parte de la población total del área. Para el Secretario General, esta circunstancia entraña un potencial enorme para ayudar a solucionar los retos que enfrenta la humanidad. No obstante, añade, a muchos de estos jóvenes se les niegan sus derechos a recibir una educación de calidad, encontrar un trabajo decente y participar en la vida política de sus sociedades. En consecuencia, Ki-moon llama a todos los actores con influencia a que den prioridad a los jóvenes en los planes de desarrollo, a fin de empoderarlos y sentar las bases de un futuro más sostenible para las generaciones venideras.
Ahora bien, ¿qué puede significar dar prioridad a los jóvenes? A principios de este año, más de 1,000 organizaciones de jóvenes de distintas partes del mundo aprobaron un documento en el que plantean sus prioridades más importantes. Citemos algunas.
Participación inclusiva en todos los niveles. Es decir, crear mecanismos y espacios para su actuación política abierta, libre y segura, donde puedan expresar sus preocupaciones y hacer escuchar sus voces por los agentes políticos. Los consejos nacionales juveniles, las iniciativas de servicios comunitarios, la comunicación digital y otras formas de participación resultan ser medios eficaces para que ejerzan sus derechos y para potenciar su capacidad de incidencia.
Empoderamiento de los jóvenes excluidos. Esto pasa por asegurar la enseñanza primaria gratuita universal para los niños y niñas que han permanecido al margen del sistema y por un acceso igualitario y equitativo a la educación de calidad en todos los niveles; aumentar la contribución financiera de los Gobiernos a la institución educativa, así como alcanzar el objetivo de la enseñanza secundaria para todos. Pasa también por intensificar los esfuerzos de integrar en el currículo de país la educación para la democracia y el desarrollo sostenible, y asegurar que no haya barreras legales para el acceso a la salud, educación, empleo y otros servicios.
Pleno empleo y empresarialidad. Esto supone implementar medidas que faciliten la incorporación de los jóvenes al mercado laboral; promover las competencias respectivas y las oportunidades de empleo en jóvenes en transición de la escuela al trabajo; fortalecer la enseñanza informal como un medio eficaz de transferencia de habilidades que posibilite ocupación digna; favorecer los programas encaminados a la consecución del primer empleo y a apoyar a los jóvenes emprendedores en la creación de pequeñas y medianas empresas. Exige también que los Gobiernos garanticen los derechos de los trabajadores jóvenes inmigrantes, y la promoción de más oportunidades de empleo para los que sufren alguna discapacidad. En definitiva, el empleo juega un papel clave en la inserción social de los jóvenes, puesto que constituye la principal fuente de ingreso de las personas, proporciona integridad social y conlleva legitimidad y reconocimiento social.
En nuestro país, el Fondo de Población de las Naciones Unidas también ha reafirmado la necesidad de invertir en los jóvenes. De acuerdo a la revisión de las proyecciones demográficas de 2014, la población salvadoreña asciende a 6.4 millones, de los cuales 1.4 millones son jóvenes. No obstante, se estima que el perfil de la población está cambiando, al pasar de un predominio de niños, niñas y jóvenes a otro de adultos y de adultos mayores. Se conocen al menos tres causas de este cambio: una elevada emigración juvenil, altos índices de mortalidad por violencia y reducción de las tasas de natalidad. El envejecimiento adquirirá un acelerado impulso a partir de la década de 2040, cuando las generaciones más numerosas en la historia de El Salvador, que hoy son adolescentes y jóvenes, comiencen a ingresar a la edad del retiro laboral. Esta transición, sin embargo, llevará varias décadas y permite encarar de mejor manera las demandas y necesidades de la población en los próximos años, invirtiendo en los que ahora constituyen una población mayoritaria.
Por ejemplo, de acuerdo a la revisión en 2014 de las proyecciones demográficas, la población salvadoreña en edad de asistir al bachillerato (de entre 16 y 18 años de edad) reducirá su tamaño en cerca de 46,000 (10%) personas en los próximos cinco años. Representantes del Fondo de Población han planteado que esta es una buena oportunidad para promover y facilitar un mayor ingreso, permanencia y finalización del bachillerato. Sin olvidar, claro está, la inversión de recursos para mejorar la calidad educativa. Asimismo, las proyecciones estiman que entre 2014 y 2019, la población en edad de asistir al tercer ciclo de educación básica reducirá su tamaño en alrededor del 11%, lo que significa una oportunidad inédita para promover la asistencia escolar de casi la totalidad de la población de entre 13 y 15 años en el próximo quinquenio.
Por otro lado, las proyecciones anuncian que la población en edad laboral (de 15 a 64 años de edad) aumentará su tamaño en un promedio anual de 69,500 entre 2014 y 2019. En consecuencia, de mantenerse el patrón de la población económicamente activa de 2012, durante los próximos cinco años se requerirá que la economía de El Salvador genere 50,600 nuevos puestos de trabajo anualmente solo para absorber a los que se estrenan en el mercado laboral, sin considerar las necesidades de trabajo de la elevada población desempleada y subempleada que actualmente integra la población económicamente activa del país. Este es uno de los grandes desafíos del actual Gobierno, porque no solo se trata de crear nuevos puestos de trabajo, sino de que estos sean dignos, que garanticen un nivel de vida decente y protección social en caso de enfermedad, accidente o vejez.
Sin duda, el logro de una sociedad incluyente y cohesionada será tarea pendiente mientras exista un gran número de niñas, niños y jóvenes en condiciones de pobreza y marginación. Por eso, frente a la constatación de su actual crecimiento en el mundo y en el país, se ha planteado que la solución es invertir en los jóvenes para ayudarlos a superar el proceso crucial de transición hacia la vida adulta. Para el Secretario General de la ONU, esto significa "dar prioridad a los jóvenes en los planes de desarrollo, reforzar sus organizaciones e incluirlos en la adopción de cualquier decisión que les afecte". En otras palabras, generar inclusión, protección social y oportunidades son condiciones básicas para este segmento de la población que está en una etapa fundamental de su vida: la juventud.