La Jornada Mundial de la Paz, propuesta por la Iglesia católica desde hace 58 años, se celebra cada 1 de enero. En El Salvador, solemos celebrarla a lo largo del mes con diferentes actividades. Celebraciones eucarísticas, charlas en las parroquias, actividades de los departamentos de promoción social de las diócesis son parte del modo de nuestra Iglesia de celebrar la Jornada. Se busca siempre que el mensaje que para la ocasión da el papa llegue al mayor número de católicos y de personas de buena voluntad.
Este año, el papa reflexionó sobre el papel que debe jugar en favor de la paz la inteligencia artificial. Y al mismo tiempo nos advirtió de las posibilidades del mal uso de la misma. Como todo instrumento poderoso, porque la inteligencia artificial es en realidad un instrumento, puede usarse para el bien común o para el enriquecimiento individual, para acrecentar el poder de un sector de la humanidad o para marginar a otro. La inteligencia artificial nos acerca al conocimiento con una enorme rapidez. En la actualidad, incluso puede sustituir trabajos humanos. Nos puede ayudar a tomar decisiones de todo tipo. Pero nunca puede, nos dice el papa, sustituir al ser humano. Y mucho menos rebajar su dignidad sometiéndolo al poder de una máquina incapaz de dialogar desde los valores humanos más profundos. Aunque hay ya instrumentos que responden con palabras e información a los seres humanos que les hacen preguntas, la imaginación, la solidaridad, los sentimientos nobles trascienden en demasía las posibilidades de una máquina, por inteligente que esta sea.
Los peligros de sustituir con máquinas el trabajo humano son diversos. Pueden hacer que desaparezcan múltiples tipos de empleo. Pueden ser utilizadas para acumular datos personales y clasificar a las personas, conocer tendencias e impulsar las convenientes a determinados intereses con el afán de manipular a la gente en el campo de la economía, la política o los valores. Como en toda tecnología, cuyo uso puede beneficiar o perjudicar a la humanidad, según se aplique, el papa pide que la inteligencia artificial sea utilizada para mejorar la calidad de los trabajos, que esté abierta a todos y no solo a los que tienen recursos, y que sea un medio para el desarrollo humano. Y señala que para ello se deben implementar normas internacionales que la regulen; normas que tengan en cuenta la ética, castiguen el mal uso y propicien que todos los seres humanos tengan acceso a esta tecnología. Y por supuesto, que haya instituciones y acuerdos internacionales que garanticen el cumplimiento de dichas normas.
Con frecuencia, el avance de la ciencia ha servido para enriquecer a pocos y mantener las desigualdades. Con la inteligencia artificial tenemos la oportunidad de poner la ciencia al servicio de todos, con fines verdaderamente humanos y solidarios. La inteligencia artificial puede introducir mejoras sustanciales en el campo de la medicina, del conocimiento y la reflexión, de los negocios, etc. El papa recomienda sentido crítico y discernimiento para usar la tecnología desde la prioridad del ser humano sobre la máquina. Porque las máquinas están siempre creadas por seres humanos, y en el campo de la inteligencia pueden heredar los prejuicios o incluso las intencionalidades de quienes las diseñan, y dañar severamente el bien común facilitando que una minoría decida sobre el destino de las mayorías.
Amar la ciencia, tener una visión científica de las cosas, es indispensable en nuestros días. Pero la ciencia es producto del ser humano en la historia, y por tanto es un producto colectivo. Porque incluso los grandes inventos individuales nacen siempre de las síntesis de anteriores saberes. Lo que es fruto de la humanidad debe estar al servicio de toda la humanidad. Y la inteligencia artificial es fruto del enorme esfuerzo del pensamiento humano y de su capacidad de adquirir conocimiento y multiplicarlo. Un producto humano construido sobre la capacidad universal de avanzar en el conocimiento de la realidad, y que tiene la capacidad de sintetizarlo, difundirlo e incluso extraer síntesis enriquecedoras del mismo, debe estar al servicio de todos y regulado desde la ética y el bien común.