Uno de los primeros textos con los que entré al mundo de la filosofía y a la manera de enseñar del padre Ignacio Ellacuría fue "Filosofía, ¿para qué?". El artículo iba dirigido de forma explícita a quienes dábamos clases de filosofía y a quienes estudiábamos esa disciplina.
A la pregunta para qué sirve la filosofía, en el texto se responde que para saber y para desideologizar. Hay que saber porque la realidad de las cosas no se muestra de inmediato y sin esfuerzo; se requiere vigor de racionalidad para ir más allá de sus apariencias. Hay que desideologizar a través de la duda y la negación, porque en la realidad hay también infinidad de elementos ideologizados que favorecen la perpetuación de un orden injusto. El saber filosófico surge de la convicción de que se necesita un gran esfuerzo por saber, pero por saber crítica, creativa y operativamente. Y hacerlo en afán de servicio, con desprendimiento y libertad, sin eludir el trabajo intelectual. Y en unos de sus discursos (Santa Clara, junio de 1982), Ellacuría plantea la necesidad de que el saber llegue a constituirse en ciencia de los que no tienen voz (aunque en su realidad misma tienen la verdad y la razón).
Más de alguno se preguntará qué tiene que ver la pregunta sobre la filosofía con la que titula este texto: una radio, ¿para qué? Con cierta razón, a muchos les parecerá que la primera pregunta pertenece al mundo de la erudición, de la verdad, del asombro, de la fascinación, de la problematización, de la creatividad teórica; y que, en cambio, la segunda pertenece al mundo de lo prosaico, de lo común, de lo banal, de lo corriente, de lo comercial. Pero eso es solo una primera impresión. Vistas las cosas desde lo que dio origen a la radio de la UCA (YSUCA), no parece forzado hablar de cierta relación vinculante entre ambas preguntas y sus respectivas respuestas. En parte, porque ambas tienen una fuente común: el talante y el talento de Ignacio Ellacuría. Veamos en qué sentido puede establecerse el vínculo.
Por lo general, las radios se distinguen por los fines que persiguen, el tipo de frecuencia en que transmiten, los públicos a los cuales se dirigen, los contenidos que difunden. Comprender la radio de un modo u otro implica hacer radio de una u otra manera. Por ejemplo, para Ellacuría era claro que la radio era un medio eficaz para ir formando una línea de criterios políticos y éticos sobre la actualidad nacional, con el propósito de contribuir al cambio social.
En una carta del padre Ellacuría de diciembre de 1986 —que bien puede ser considerada una carta "fundacional" de YSUCA—, enviada a una instancia de cooperación internacional (CEBEMO de Holanda), se discute cuál debe ser la prioridad de una radio en manos de la UCA: ¿concientizar o alfabetizar? La respuesta es clara: "La concientización activa y pasiva es más importante y, desde luego, más urgente que la alfabetización". Con el término "concientización" se hacía referencia a un proceso por el cual el ser humano se constituía en sujeto activo de la transformación del mundo, mediante el dinamismo reflexión-acción-reflexión. Ello implicaba pasar de la conciencia ingenua a la conciencia crítica, de la ignorancia al saber, de la mentira a la verdad, de lo aparente a lo real. Sin olvidar, claro está, que la alfabetización es un valor en sí como condición para el desarrollo humano, y como medio para la concientización.
Filosofía, ¿para qué? Para saber el por qué de las cosas y para desenmascarar los encubrimientos de la realidad. Ambas motivos son condición de posibilidad para humanizar. Una radio, ¿para qué? Para concientizar, poniéndose al servicio del cambio social (de la exclusión a la inclusión), al servicio de la verdad (frente a los encubrimientos e ideologizaciones), al servicio de la ciudadanía (especialmente dando voz al invisibilizado o silenciado). Formas concretas de humanizar la comunicación.
Para llevar adelante esta misión, según Ellacuría, hay un ejemplo claro en lo que era la actuación radiofónica de monseñor Romero, "que sabía juntar lo profundo de su pensamiento y de su análisis con el calor humano y la proximidad del pueblo". De la "voz de los sin voz" (monseñor Romero) se produjo "La voz con vos" (Ellacuría), donde se juntan lo universitario y lo popular, saber y pueblo, alegría y beligerancia. Lo que escribas y fariseos de todos los tiempos separaron, Ellacuría lo deseaba unidos; y un modo concreto y eficaz de hacerlo era la radio, que genera espacios de diálogo y colaboración entre universitarios y la gente sencilla del pueblo.