Vientos de división en Arena

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"Cuando el río suena, piedras lleva" reza un célebre refrán. En Arena suena bastante, cada vez de forma más estrepitosa y no desde ayer o anteayer. En ese partido, que recién celebró su vigésimo octavo cumpleaños, muchos miembros prominentes han expresado sus divergencias hasta el punto de que algunos de ellos han llegado al rompimiento en distintos momentos a lo largo de estas tres décadas. Uno de los areneros más "históricos", Hugo Barrera, incluso compitió con otra bandera en las elecciones presidenciales de 1989, a través de la Unidad Popular (UP), alianza formada por los extintos Paisa, PL y PPS. Además, es difícil olvidar que el fundador Víctor Cornejo Arango y el ex vicepresidente de la República por Arena, Francisco Merino, decidieron ponerse la camiseta pecenista tras dejar la casa tricolor. También es posible recordar que otra fundadora, Gloria Salguero Gross, se marchó de Arena para fundar el Partido Popular Republicano (PPR), sin mayor éxito. Algunos areneros han regresado; otros nunca volvieron. Pese a lo anterior, el principal partido de derecha en El Salvador cosechó éxitos rotundos en casi todos los procesos electorales que enfrentó, donde siempre mantuvo un significativo caudal de votos.

Por otra parte, en la dinámica legislativa se caracterizó por una férrea disciplina de sus sucesivos grupos parlamentarios. Los diputados areneros, en coalición con pecenistas y demócratas cristianos, suponían un baluarte para que las distintas administraciones en el Ejecutivo pudieran gobernar a su antojo.

En contraste, 2008 y 2009 han erosionado la tan pretendida "unidad". El proceso de elección del candidato presidencial fue muy desgastante y dejó mucho sinsabor en algunos participantes. La insatisfacción fue ampliamente difundida por los descontentos. Particularmente notorias fueron las declaraciones de los precandidatos Ana Vilma de Escobar y Francisco Laínez, quienes manifestaron su inconformidad sin tapujos. Varios areneros no pudieron disimular su malestar por el control que Antonio Saca ejercía en el partido. Las elecciones de 2009 pasaron la factura a la dirigencia: Arena perdió la silla presidencial, que había controlado por veinte largos años, mientras el FMLN se convertía en la primera fuerza política del país.

Una reestructuración tuvo lugar en el Coena tras la derrota y Alfredo Cristiani asumió la conducción en compañía de dirigentes menos conocidos. Parecía que se buscaba desmontar la estructura anterior promoviendo una circulación de las élites. No todos estaban contentos con la nueva cúpula tricolor. Los parlamentarios comenzaron a exigir espacio en el Coena y al no obtenerlo hicieron pública su inconformidad. En su XXVIII Asamblea General Ordinaria se presumió hasta la saciedad de la "unidad del partido" ¿Es necesario que una organización haga énfasis en la unidad si ésta no constituye un problema?, ¿o más bien la subraya quien de ella carece? Las respuestas son obvias.

Paradójicamente, mientras Arena se arrogaba la "unidad granítica" y señalaba la falta de ella en el FMLN, 18 diputados tricolores (¿la punta del iceberg?) veían el evento por televisión en otro lugar un día antes de gritar a los cuatro vientos sus desacuerdos con la máxima dirigencia, que fue mantenida íntegra tras la asamblea.

Doce legisladores propietarios anunciaron su disposición a votar de manera diferente a la fracción; se sumaron media docena de suplentes. En la cúspide partidaria se rechazan las pretensiones "rebeldes" y esto podría cambiar la dinámica legislativa. Si no desata el nudo gordiano, Arena podría perder su capacidad de chantaje y existe la posibilidad de que sus votos se vuelvan irrelevantes para la aprobación del Presupuesto y su financiamiento. Para lo primero se necesitan 43 votos; y para lo segundo, 56. Bastará una alianza del FMLN con el PCN y el "grupo de los 12" para formar mayoría calificada. Pero, ojo, en escenarios de gobierno dividido, donde el Presidente no cuenta con mayoría de su partido en la Asamblea, una legislatura fragmentada hace más complejos los procesos de negociación. Cuando no se pueden formar alianzas, la combinación presidencialismo-multipartidismo no se lleva bien con la gobernabilidad. Alianzas o parálisis, esa es la cuestión. La clase política tiene uno o más dilemas por resolver.

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