¿Apuesta por la democracia?

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Bajo la amplia cobertura mediática de siempre, la ANEP llevó a cabo esta semana su encuentro anual (Enade). En esta ocasión, los empresarios rehuyeron la compleja situación económica de El Salvador y dieron un amplio respaldo a lo que un buen número de instituciones de la sociedad civil y personas sensatas venían exigiendo desde hace tiempo. Esta repetición de lo que ya muchos han dicho antes sobre el fortalecimiento institucional y la democracia se ha convertido en noticia de primera plana simple y sencillamente porque lo han dicho los empresarios. No está mal, pero deja el sabor de que nuestros empresarios llegan tarde a la problemática de nuestro país. Más vale tarde que nunca. Aunque también sería bueno que en alguna ocasión se analizaran a sí mismos e incluso hicieran algo de autocrítica.

De todas maneras, el hecho puede servirnos para reflexionar sobre la ANEP, este gremio de la empresa privada que siempre ha tenido el deseo de mostrarse líder en el país. Sin embargo, algo les falla en esa tarea de conseguir liderazgo. Teniendo como tiene la gran empresa salvadoreña un enorme peso en El Salvador, podemos observar que su liderazgo no es reconocido. En realidad, la empresa privada carece de auténtico liderazgo si por ello entendemos ser aceptado por la ciudadanía y tener capacidad de conducir acertadamente los proyectos que apuntan al bien común o al menos al bien de las mayorías. Esta falta de liderazgo aparece sistemáticamente en las encuestas de opinión que preguntan por la confianza en las instituciones. En efecto, la ciudadanía les reserva a los empresarios los últimos lugares. Esta falta de liderazgo y perspectiva se demostró también en las elecciones de 2009, cuando a pesar de que el poder económico salvadoreño volcó todos sus recursos a favor del partido Arena, la población eligió al FMLN, hoy gobernando la nación en esa extraña alianza de amigos que parecen disfrutar peleándose entre ellos.

Si nos preguntamos por qué la gran empresa, junto con la ANEP, su institución bandera, tienen tan poco liderazgo, la respuesta es casi evidente: no solo llegan tarde al pensamiento democrático, sino que con frecuencia han sido más causa de la problemática de El Salvador que de las soluciones que el país necesita. La bandera de un libre mercado excesivamente enfocado a la ganancia privada y enemigo en la práctica del desarrollo social no es el mejor estandarte para conseguir liderazgo nacional. Y esa es la impresión que dan a la ciudadanía las gremiales de la empresa privada que no se preocupan por las graves desigualdades en el ingreso de los salvadoreños, que protestan cada vez que se habla una mayor inversión social financiada por una subida de impuestos, que apoyan sistemáticamente la privatización de servicios públicos y que no muestran mayor interés en la necesaria y adecuada ampliación de las redes de protección social.

La empresa privada tiene que convencerse de que son ciertas las palabras de Juan Pablo II cuando insistía en la prioridad del trabajo sobre el capital y cuando repetía que "sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social". Dejar el tema económico aparte en este Enade y comenzar a apostar por la democracia, aunque sea positivo, puede convertirse en una contradicción. Las lacras de nuestra democracia tienen también como causa esta sociedad desigual que la empresa privada ha contribuido a crear. La poca cohesión social es fruto de un liderazgo construido desde el poder de la fuerza económica y acompañado con cierta frecuencia por la fuerza militar. La economía no ha estado regida desde la fuerza de la razón democrática y de la participación ciudadana, sino desde el egoísmo de quienes tienen más. La corrupción en la que han caído diversas instancias del Estado ha tenido como cómplice directo a diversos sectores de la empresa privada. Está bien que ahora se defienda la institucionalidad democrática, pero esta no es suficiente si la democracia no logra distribuir la riqueza entre la ciudadanía eliminando la pobreza, así como logrando una seguridad social universal de calidad y una educación de buen nivel, universalizada hasta concluir el bachillerato. Si la empresa privada, ANEP incluida, quiere realmente ganar liderazgo, tiene que preocuparse no solo de generar riqueza, sino de aprender a compartirla desde la institucionalidad democrática.

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Anónimo
18/02/2012
10:29 am
En parte tienes razón Carmen, pero el problema es que las élites económicas del país han puesto obstáculos a la construcción de la democracia. Por ejemplo, ha sido estudiado cómo los regímenes militares se mantenían en el poder gracias al apoyo de estas élites, y debido a su falta e apoyo a la democracia, algunos grupos se decidieron por formar una guerrilla. Además, los empresarios se niegan rotundamente a toda alza de impuestos, siendo nuestra carga tributaria una de las menores del mundo, entonces, ¿cómo se supone que el Gobierno aplique políticas inclusivas que apoyen a la población de escasos recursos? Además, la Anep ha apoyado siempre a Arena. ¿Parece ser justo que a todas luces lo apoye?
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Anónimo
15/02/2012
14:30 pm
Las empresas tienen la misión de ser productivas, de generar riqueza para todos sus asociados, socios, empleados, clientes, proveedores... y proveer los medios para el buen desempeño de sus funciones. Tienen la responsabilidad de cumplir con sus obligaciones fiscales y con todas las prestaciones de ley para sus empleados. Sin embargo creo que el hacer o no democracia no es una función empresarial, esa es función de la sociedad en su conjunto y de los representantes de la sociedad en los partidos políticos y en el gobierno en turno. Las empresas no pueden, ni es su papel, solucionar los problemas sociales derivados de la falta de oportunidades laborales,las empresas contratan a las personas que necesitan para lograr sus objetivos organizacionales. Es labor del gobierno favorecer las iniciativas de las personas para generar nuevos empleos, facilitar la apertura de nuevas empresas y vigilar el cumplimiento de la ley. Pero insisto, es
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