¿De verdad nos indigna la corrupción?

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Editorial UCA
12/08/2016

Los recientes señalamientos y publicaciones de uso indebido de bienes públicos, ya sea hacer turismo en un vehículo nacional o gastar dinero público en chucherías aduciendo urgencia, merecen una reflexión y un cambio de actitud, tanto por parte de los protagonistas como de sus correligionarios o simpatizantes políticos, y de la ciudadanía en general. Hasta la fecha, lo que se observa cada vez que hay noticias sobre este tipo de hechos es una doble moral. Se acusa con inflado enojo a los que cometen estos actos cuando son miembros del partido político contrario, pero se defiende a los correligionarios que cometen irregularidades y, peor aún, se justifican los hechos.

En lugar de ir al fondo del asunto y mostrar un mismo criterio a la hora de evaluar estos actos, independientemente del color político del que los comete, los hechos se utilizan como un arma política de ataque, a fin de acumular réditos para la próxima contienda electoral. Se sacan a la luz a fin de socavar la imagen del contrario, sin importar realmente el mal que se comete y sus implicaciones legales y éticas. Mucho menos se busca poner fin al mal uso de los bienes y fondos públicos, que no es más que un acto de corrupción. Y si es corrupción, es un delito, y como tal debe ser entendido y abordado. En este sentido, no basta con sacar comunicados y pedir perdón, no basta con que se muestren las cuentas y el detalle de los gastos realizados, es necesario que se apliquen sanciones que pongan fin a estas prácticas.

Frente a estos hechos, el Tribunal de Ética debería actuar de oficio y dictaminar la responsabilidad y la pena correspondiente; la Fiscalía General de la República, investigar aun sin mediar denuncia; y los partidos políticos y las instituciones estatales, exigir la remoción temporal de quien se viera involucrado, hasta que se determinara la responsabilidad correspondiente. Pero también a la ciudadanía le toca jugar un papel importante en el asunto: sin su presión, la corrupción seguirá medrando. En este sentido, su intolerancia ante la corrupción debe ser total y debe mantenerse vigilante para que este tipo de hechos reciban el castigo que merecen. La ciudadanía tiene que rechazar tanto a los que se lucran o se aprovechan del Estado como a los que los justifican y acuerpan.

Si la población rechaza claramente cualquier acto de corrupción, los partidos políticos y las autoridades no tendrán más remedio que ponerse a su lado. Por el contrario, si continúa apoyando a partidos políticos que han mostrado gran tolerancia con sus correligionarios señalados de corrupción, este mal nunca podrá ser erradicado. Es la pasividad de la población ante las irregularidades y faltas de sus funcionarios la que explica en gran medida los altos índices de corrupción de muchos países. Allá donde la gente se pronuncia claramente en contra de la malversación de fondos públicos y toma medidas efectivas contra ella, la corrupción es muy baja. Para que ello suceda, por supuesto, los ciudadanos deben estar convencidos de que los bienes públicos tienen como única finalidad servir a todo la población, no a individuos o grupos particulares.

Estamos malacostumbrados a que se arme bulla cada vez que se descubre un acto de corrupción. La noticia circula en los medios y las redes sociales, y por unos pocos días se convierte en lo más leído y comentado. Se muestra gran indignación y da la impresión de que no se tolerará más este tipo de hechos. Sin embargo, al fin de cuentas, ni los medios de comunicación, ni los políticos, ni la ciudadanía pasan de la indignación a la exigencia de que se tomen cartas en el asunto para que la historia no se repita y para que los responsables purguen la falta abandonando sus puestos y enfrentando la justicia. Es, pues, una dinámica tan infantil como cortoplacista y poco útil. Ante ello, hay que preguntarse en serio si de verdad nos indigna la corrupción.

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Anónimo
19/08/2016
06:13 am
La realidad como sociedad salvadoreña, es que somos una sociedad polarizada por las fuerzas o sectores de poder ya sea político, religioso filosófico o económico y por lo tanto nos centramos en nuestros mundos construidos por las distintas ideologías, no nos importa realmente el prójimo, porque no pertenece al grupo de nuestro interés.
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Anónimo
17/08/2016
18:41 pm
En nota editorial de fecha 12 de agosto-16. Nos plantean la cruda realidad. Soy salvadoreña de las que no me indigna sólamente.. en lo que cabe denunició y lucho por alcanzar justicia y demostrar la corrupción en el aparato público. Lo hago en situaciones que me afectan, a mi famlia o a personas cercanas, amigas o vecinas. Sé que esto no lo es todo y estos politicos-as se aprovechar de nuestra escasa cultura de denuncia y del sentido de colectividad. Es lastimoso... de CA,sólo acá se asume esa conducta de conformismo. Yo estaría dispuesta a unirme y/o generar iniciativas que den seguimiento a los casos y exigir el cumplimiento de la ley. Y que se castigue a los responsables de la corrupción o de actos que conduzcan a ésta.Muchas gracias por ilustratnos, pero tamibién por generar estos espacios que se sientes sinceros y seguros de poder opinar.
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Anónimo
16/08/2016
10:38 am
Como ciudadanos debemos pronunciarnos contra la corrupción y tanto la Academia como la ciudadanía solicitar reforma d e la ley del tribunal de etica gubernamental ya que las sanciones son pírricas, deberia de privar la providad de los funcionarios que no deben esperar a ser removidos o desaforados sino renunciar ante estos hechos que resultan totalmente inaceptables
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Anónimo
16/08/2016
10:08 am
Es necesario que todas las carteras de Estado (3 órganos del Estado y sus dependencias) dejen de hacer uso de recursos del pueblo, la crisis económica del gobierno se vería sumamente mejorada con tan solo quitar vehículos y gasolina a todos sus funcionarios. Si el empleado per se que gana menos se transporta por sus medios, porque los que cuadruplican salario no!
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Anónimo
13/08/2016
15:29 pm
Simplemente, la Asamblea Legislativa, partidos políticos, empresa priva (a excepción de algunos), son una cloaca: lugares sucios, mal olientes, podridos por la falta de mínima honestidad, responsabilidad social, ética .... Por desgracia muchos salvadoreños se han identificado, impregnado de estos grupos que solo piensan en el buen vivir y de una manera fácil , prostituyendose a la mejor paga .
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Anónimo
13/08/2016
00:04 am
Después de 12 años de guerra y nada cambia el pueblo siente desesperanza ante estas situaciones de los políticos y su buen vivir digo nada cambia en los beneficios a los políticos, un presidente que se supone que tiene el poder de cambiar estas anomalías.o la realidad es que no conocemos las leyes y sus trampas ,para favorecerse y poder devolver favores y estar al márgen de la ley .
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