Del 11 al 14 de octubre se celebró en el país la asamblea general de la Asociación Internacional de Radiodifusión (AIR). En el marco del evento, los voceros de la Asociación no se cansaron de repetir que ellos aglutinan a los “medios de comunicación libres e independientes”. Esta afirmación hay que analizarla, porque una cosa es lo que significan las palabras y otra muy distinta el discurso que se elabora con ellas. Por ejemplo, “libertad” es un estado o condición que todos deseamos, pero las libertades a las que se refieren los que dicen ser “defensores del sistema de libertades” son las que les convienen a sus intereses. Las palabras en el discurso de políticos y poderosos se devalúan. A esto se refería Ignacio Ellacuría cuando afirmaba que hay conceptos ideologizados que falsean la realidad y producen efectos contrarios a los que enuncian.
Pues bien, lo primero que hay que decir de la AIR es que es una asociación conformada por medios de comunicación privados y con fines de lucro. Aclarado esto, se comprende que estos empresarios ejerzan su legítimo derecho a defender sus intereses particulares. Pero es distinto que pretendan atribuirse la representación de la sociedad, algo abusivo y antiético. Porque rara vez coinciden los intereses de la patronal con los de los obreros, aunque deban armonizarse. No ve ni vive igual una crisis económica quien depende de un salario mínimo que quien es propietario de una empresa próspera, así como tampoco se vivencia con la misma angustia la inseguridad desde un escuela en una colonia populosa de Mejicanos que desde la UCA. Por ello, lo que para los dueños de los medios de comunicación es libertad, no lo es para otros. Los griegos de la Antigüedad, a pesar de ser los precursores de la democracia, no solo consideraban natural la esclavitud, sino también necesaria; y entendían la libertad como un derecho solo de los ciudadanos.
La libertad que abanderan los medios de comunicación comerciales es la de hacer y decir todo lo que convenga a sus intereses, incluyendo, por supuesto, la libertad de no pagar impuestos y la de ocultar o manipular información para favorecer a sus allegados o dañar a sus opositores. Así, cuando el Gobierno de turno representa los intereses del dueño del medio, entonces se resaltan los logros y se ocultan los fallos y las corrupciones; y cuando se da la situación contraria, entonces se declara la guerra y se levanta la bandera de la independencia. En nuestro país, los grandes medios censuran, manipulan, invisibilizan, pintan la realidad con los colores de sus intereses, pero se presentan como abanderados de la verdad. En El Salvador, los grandes medios ven como una amenaza la tendencia mundial que exige la creación de modelos de comunicación plurales, diversos y educativos, que realmente hagan valer el derecho de los ciudadanos a la información y a la libertad de expresión y de prensa. Por ello, cuando se habla de abrir espacios para medios públicos y comunitarios, hacen sonar las alarmas de alerta ante la supuesta implementación del Socialismo del Siglo XXI.
En realidad, ningún medio está libre de ideología, ninguno carece de intereses propios. Todos los medios, incluso los religiosos, comunitarios o universitarios, tienen compromisos con sus gestores. Y tienen derecho a ello. Pero la malicia de los grandes medios comerciales consiste en que buscan presentar su interés particular como interés de todos, disfrazándolo con discursos de libertad e independencia. Ahora que la AIR tiene por primera vez en sus 46 años de historia a un salvadoreño como presidente y cuando ha dado un paso importante al exigir que se cumpla la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre Radio Caracas Televisión de Venezuela, la Asociación tiene la gran oportunidad de demostrar que la libertad que defiende va más allá de sus narices y exigir el cumplimiento de las sentencias de la Corte sobre los casos de monseñor Romero, la masacre en la UCA, El Mozote y la ley de amnistía, entre otras.