“Debemos apretarnos el cincho” es una de las frases recurrentes de políticos, empresarios y analistas en tiempos de crisis económica, y estos días se repite a propósito de la situación de las finanzas públicas. Aunque la digan en la primera persona del plural, en realidad piensan que quienes deben sacrificarse son los mismos de siempre. Para los grandes empresarios, la solución no está en poner más impuestos a los millonarios, sino en reducir los gastos que consideran excesivos. Eso sí, están de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional en que hay que subir el IVA, que, como todos sabemos, afecta más a los consumidores de escasos recursos, a los que no tienen crédito fiscal.
Ciertamente, hay que promover la austeridad entre los funcionarios; cortar de tajo el uso de camionetas de lujo, los viajes injustificados, las comilonas a cuenta del Estado, los sobresueldos. Pero los programas sociales, que suponen un alivio para la población más pobre, no son gastos superfluos. Además, es innegable que se necesita no solo reducir el gasto, sino aumentar los ingresos. Pero esto no lo aceptan los que más tienen. La carga tributaria en El Salvador apenas supera el 15% del PIB, pese a que se sabe que para que un país salga adelante se necesita por lo menos elevarla al 18% o 20%. Mientras tanto, el 65% de los ingresos nacionales, como señala Oxfam, provienen de impuestos indirectos, es decir, del IVA, que penaliza el consumo de bienes y servicios.
Por otra parte, a punto de cerrar 2016, aún no se ha definido el aumento al salario mínimo. Honduras y Guatemala lo tienen arriba de los 300 dólares mensuales; Costa Rica sobre los 400 y Panamá en más de 600. En El Salvador, la mayoría de trabajadores, la Iglesia católica, un buen número de organizaciones de la sociedad civil y el Gobierno propusieron fijarlo en 300 dólares para el área urbana y 250 para la rural. Pero la oposición de la empresa privada y de los que se dicen representantes de los trabajadores impidió alcanzar tal acuerdo. En nuestro suelo, el éxito se alcanza pagando sueldos de hambre.
Otra propuesta es la flexibilización del horario laboral, una medida que forma parte del recetario típicamente neoliberal. El supuesto es que relajar las leyes que protegen a los trabajadores hace que las empresas produzcan más y mejor. Por ejemplo, supuestamente, al facilitarse y disminuirse el costo de los despidos, aumenta la productividad. Pero ¿quiénes saldrían beneficiados al levantarse la normativa que fija la jornada laboral en ocho horas? Por la flexibilización laboral tenemos maquilas que pagan 210 dólares al mes y hacen que las obreras trabajen 12 horas seguidas; en ciertos call centers, los operadores pueden llegar a las 14. Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, concluyó que la flexibilización del mercado laboral en Estados Unidos no resolvió el problema de la crisis, pero sí afectó la vida de los trabajadores.
De acuerdo al Banco Mundial, alrededor del 25% de la población salvadoreña se encuentra en pobreza crónica. Esto significa que un cuarto de nuestra gente nació pobre y se mantendrá pobre hasta la muerte. Además, afirma que cerca del 38% se encuentra en situación de movilidad social descendente, es decir, ha visto caer su nivel de vida. No extraña, pues, que El Salvador sea la cuarta nación con mayor pobreza crónica de Centroamérica y la séptima a nivel latinoamericano. En contrapartida, Oxfam revela que el número de multimillonarios pasó en el país de 150 en 2013 a 160 en 2015. La fortuna que juntos reúnen alcanza los 21 mil millones de dólares, casi todo el producto interno bruto del país. El estudio del Departamento de Economía de la UCA estima que la evasión y elusión fiscal ronda los 1,500 millones de dólares anuales.
El sistema fiscal salvadoreño es injusto, pues pone la carga sobre los que menos tienen. Ni el actual ni el pasado Gobierno ha tenido la sensatez, valentía y voluntad política de cambiar esto. Es hora de tomar otro rumbo. Sí, hay que apretar a los funcionarios que se sirven de sus cargos para llevar vida de aristócratas, pero también garantizar que las personas que más tienen contribuyan en su justa medida al bien común. Si de verdad primero es El Salvador, como gustan corear con un entusiasmo digno de mejores causas, deben todos hacer su egoísmo a un lado y pensar en la mayoría de los salvadoreños, que siempre termina apretándose más el cincho.