¿Qué país ofrecen?

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Editorial UCA
21/02/2018

En tiempo de elecciones esperaríamos escuchar tanto de los partidos políticos como de los candidatos algo sobre el modelo de país que se proponen construir, en lugar de un listado de actividades que dicen realizarán al tomar posesión de sus cargos. Ninguno de los partidos políticos en contienda ni de los candidatos ha dado a conocer, con amplitud y claridad, cuál es su visión para El Salvador ni qué país quiere dejar cuando finalice su mandato. La campaña electoral gira en torno a promesas de acciones aisladas, que, como bien dice la población, al final no se cumplen. En los folletos que los partidos políticos han elaborado para dar a conocer su agenda legislativa, se proponen decenas de nuevas leyes o reformas a normativas ya existentes, tantas que aturden más de lo que convencen. Y de cuya realización hay más sospechas que certezas, pues la sociedad entera ha sido testigo de lo imposible que ha resultado aprobar reformas constitucionales y leyes, como la del agua o la de la función pública, cruciales para el país.

Lo que esperaríamos de una campaña electoral de altura y asentada en la realidad es, en primer lugar, que se reconozca que El Salvador ha llegado a un situación límite y que ello no es responsabilidad o culpa de un único partido político, sino de todos los que han gobernado en las últimas tres décadas y de los que sin participar directamente en el Gobierno han tenido el control del mismo y del país, los llamados poderes fácticos. La grave crisis nacional actual se gestó a lo largo de los últimos 26 años, desde la firma de los Acuerdos de Paz, cuando se tuvo la oportunidad de comenzar una nueva etapa histórica, cuando se dieron las condiciones para reorganizar la sociedad a fin de posibilitar el desarrollo humano, económico y social de la mayoría de la población. Pero los que detentaban el poder se negaron a ello, optaron por seguir apostando a mantener estructuras sociales excluyentes.

Lo que pudo ser un cambio dio pasó a la agudización de la inequidad con la eliminación del impuesto al patrimonio y la creación de gravámenes generalizados al consumo; el abandono de la agricultura; la privatización de las empresas estatales a precios muy por debajo de su valor de mercado; la reducción del Estado a niveles mínimos mientras se hacía un uso patrimonialista del mismo a favor de las élites, que con ello incrementaron sus fortunas. Se impusieron medidas de corte neoliberal que no solo fueron ineficaces, sino que hicieron un enorme daño. Muestra de ello es la crisis de las pensiones a raíz de la privatización del sistema, que ha dejado al país con una deuda superior a los 25 mil millones de dólares, los cuales el Estado tendrá que pagar durante los próximos 100 años.

Han sido 26 años sin apenas invertir en la gente; sin ofrecer oportunidades de empleo formal, en especial a los jóvenes; sin mejorar las condiciones de vida en los barrios; sin un sistema educativo que cumpla con su principal objetivo: ofrecer formación de calidad y posibilidades de crecimiento humano a todos. 26 años con un tejido social fragmentado, resquebrajado, empapado del “sálvese quien pueda”. En estas condiciones, no resulta extraño el surgimiento de las pandillas y su fácil y rápida expansión por todo el territorio nacional.

Para que El Salvador pueda salir adelante se necesita dar un giro de 180 grados. Y lo primero es trabajar en un proyecto de nación que tenga en cuenta y busque solución a los más graves problemas del país, que considere a toda la población, especialmente a la más vulnerable y excluida, y que pueda implementarse con la contribución de todas las fuerzas políticas, económicas y sociales en serio comprometidas con el bien común. Necesitamos gente convencida de que es posible cambiar esta realidad, porque es fruto del quehacer humano, no de una fatalidad. Necesitamos personas que se nieguen a aceptar como natural un orden de cosas caracterizado por la pobreza, la desigualdad, la migración irregular y la cultura de la violencia. Hombres y mujeres que digan claramente qué país ofrecen y que cumplan con sus promesas. Hombres y mujeres que hayan demostrado que son honestos y capaces, que tienen un corazón compasivo y solidario, que creen en la igual dignidad de toda persona y que ello se expresa dando plena vigencia a los derechos humanos. Necesitamos hombres y mujeres dispuestos a invertir todas sus fuerzas a diario para revertir la historia y construir una sociedad en paz, justa y humana, que es la aspiración de la mayoría de los salvadoreños.

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Anónimo
01/03/2018
06:09 am
Y para decepción de la sociedad, será muy difícil lograr cambios en lo que se refiere a la elección de alcaldes y diputados. Esto porque en el caso de los diputados, los mismos se apresuraron a colocarse en los primeros puestos de su partido, para seguramente reelegirse. Por lo tanto veremos a los mismos diputados listos para entregarse a la la polarización, el bloqueo de leyes que favorecen a la población y promesas incumplidas. Las elecciones solo serán un evento de paso a una vieja etapa, a la que con razón muchos llaman el \"circo electoral\". Nadie puede alegarnos que estas mismas personas que ocuparán las mismas curules den un giro de 180 grados al aplicar sus políticas. Para muestra, uno de esos diputados se pasó toda la propagando invocando a Dios y al mismo tiempo exigiendo la implementación de la pena de muerte, no sin antes tener cuentas pendientes con denuncias de corrupción. Y seguramente será de los más votados por este pueblo que tampoco no se informa...
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