A las madres salvadoreñas

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Editorial UCA
10/05/2015

Este domingo conmemoramos el Día de la Madre, y queremos aprovechar la ocasión para rendir un merecido homenaje a todas las madres salvadoreñas que, además de dar vida, son vivo ejemplo de amor verdadero, de entrega y servicio generoso, de capacidad de perdón y de apertura sin medida. Las madres nos enseñan a valorar por igual a cada persona, pues reciben a cada uno de sus hijos e hijas como un regalo de Dios, sin hacer diferencias, amándolos por igual; solo dedicando mayor atención al que más lo necesita, porque es más débil, vulnerable o porque su vida corre algún riesgo.

Por medio de la madre aprendemos que amar mucho entraña cierto sufrimiento. Es el amor el que las hace sufrir cuando sus hijos se enferman, cuando están emproblemados, cuando tienen que soportar sus desplantes, cuando se pelean entre sí y en tantas otras circunstancias en que la vida y el actuar de los hijos e hijas no se corresponde a lo que ellas desearían. En la madre, el amor y el sufrimiento van unidos, y aprendemos que el sufrimiento por amor tiene un sentido profundo.

La realidad de pobreza y marginación, la violencia y la criminalidad afectan de modo especial a las madres precisamente por su manera de amar. Son ellas las que más padecen al ver sufrir a sus hijas víctimas de las muchas maneras de abuso, violencia y maltrato; las que sienten la muerte de sus hijos en carne propia; las que sufren a diario pensando en los riesgos que corren sus hijos en la calle, camino a la escuela o al trabajo; las que se llenan de tristeza al verlo partir rumbo a otro país, sabiendo que no volverán a poder abrazarlos; las que los visitan en los penales para encontrarlos en condiciones infrahumanas.

Es posible que la indiferencia de muchos ante el alto número de homicidios que a diario enlutan a nuestra sociedad podría convertirse en una lucha decidida por la paz si cada vez que leemos las noticias de asesinatos pensáramos en las madres de los caídos, en el dolor desgarrador de cada una de estas mujeres por su hijo muerto, en el sufrimiento acumulado de tantas madres por lo que ocurre con los suyos. Si ya impresionan las muertes en sí mismas, dejemos que nos impacte el dolor profundo de tanta madre por la pérdida de sus hijos queridos.

El amor materno es el más parecido al amor de Dios y es a partir de experimentar el primero que es posible comprender mejor el segundo. El amor de madre es muy cercano al amor del que habla la primera carta a los corintios: incondicional, paciente y comprensivo; sin interés, dispuesto a perdonar y olvidar lo malo; un amor que perdura, que lo espera todo y lo soporta todo. En nuestro país, donde las incomprensiones y los conflictos están a la orden del día y cuesta tanto encontrar caminos de perdón y reconciliación, qué gran ejemplo y qué útil para superar nuestros desencuentros es esa manera de amar de las madres.

No sería justo homenajear a las madres sin exigir que se les dé más apoyo. Muchas son las necesidades, pero bastaría para empezar con tres cosas. En primer lugar, implementar programas de formación en todos los campos, sin olvidar la que se requiere para guiar y acompañar a los hijos en su proceso de crecimiento y desarrollo. En segundo lugar, crear programas de asistencia social para las madres que tienen que enfrentar solas el sostenimiento de sus familias, y que la Procuraduría General de la República tenga un papel más activo al exigir que los padres cumplan sus responsabilidades con sus hijos. Y en tercer lugar, atender debidamente a las madres y esposas víctimas de la violencia.

Desde la UCA, deseamos ofrecer en este Día de la Madre nuestra solidaridad y apoyo a todas las madres salvadoreñas, pero de un modo especial a las que viven su condición con dolor y sufrimiento, a las que solas sacan adelante a sus hijos, enfrentando violencia, discriminación, falta de oportunidades. A todas ellas, un fuerte abrazo lleno de cariño y agradecimiento.

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