Afán de irrelevancia

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Editorial UCA
12/10/2022

El domingo 9 de octubre, mientras la población se preparaba para recibir a la tormenta tropical Julia, el FMLN celebró su convención extraordinaria nacional número 37. Al evento no tuvo acceso la prensa y no se dieron declaraciones oficiales. Según algunos participantes, asistió aproximadamente un 60% de los convocados; de ese porcentaje, más de la mitad votó a favor de una reforma de los estatutos, uno de los puntos centrales de la actividad. El evento confirmó algo que ya es de conocimiento público: la división del partido.

En el contenido de las reformas sobresale la prohibición de más de una reelección en cargos de elección popular. Según sus promotores, se quiere evitar la rueda de caballitos que ha predominado hasta ahora en el partido. Para otros, la reforma más bien va dedicada a dos diputadas que están ya en su segunda legislatura y que no responden al sector que domina el instituto político. Quienes respaldan los cambios señalan que llevarán al partido a un centralismo democrático; quienes los adversan creen que ese es un eufemismo para encubrir el ansia de un control totalitario que elimine las corrientes internas de pensamiento e imposibilite la disidencia.

El discurso que alimenta las reformas afirma que el FMLN es el único partido de izquierda en el país y que a su interior existe una corriente conservadora, derechista y financiada por la embajada estadounidense. De hecho, algunos convencionistas celebraron los resultados como una victoria contra esa corriente interna que, dicen, buscaría desvirtuar al partido llevándolo a la socialdemocracia y a entenderse con la derecha política. Estos defensores de la reforma definen al FMLN como no electoralista, cuyo principal cometido es volver a las raíces ideológicas que inspiraron a Hugo Chávez, Fidel Castro y Schafik Hándal. Priva en ellos el lenguaje antiimperialista y antiBukele.

Llama poderosamente la atención que, faltando poco para las elecciones de 2024, en la convención no se trató el asunto. Después de estar en el poder sin propiciar los cambios anhelados, después de abundantes señalamientos de corrupción y después de reducir a una fracción su caudal electoral, el FMLN no parece tener un proyecto ni suscitar esperanza en la gente. Aritméticamente, es una fuerza irrelevante; la búsqueda de pureza ideológica podría llevarle también a la insignificancia política. En los tiempos que vive el país y dado el desprestigio social del partido, la fraseología revolucionaria lo avocaría al suicidio político. La intolerancia, el sectarismo mesiánico y el maniqueísmo interno amenazan al Frente con convertirlo en un club dedicado a cultivar la nostalgia por las utopías del pasado, al estilo de los minúsculos partidos comunistas de la Europa occidental, siempre tan radicales como insignificantes para la suerte de sus pueblos.

El primer beneficiado del rumbo que está tomando el partido de izquierda es Nayib Bukele, su proyecto político y gobierno. La reivindicación de una pretendida pureza ideológica perjudica los esfuerzos por construir una amplia alianza de oposición que haga frente común a la avanzada autoritaria de un presidente que amenaza con perpetuarse en el poder, tal como en otros países hicieran mandatarios muy cercanos a los actuales dirigentes del FMLN. Dirigentes que precisamente consideran enemigos a los correligionarios que creen que solo una amplia alianza de la oposición puede hacerle frente a la amenaza totalitaria que representa el régimen actual. La búsqueda de pureza ideológica no es realista ni pragmática; en nombre de un ideal, se toma distancia de la idea de construir una alternativa real en el momento histórico que vive el país.

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