Al cumplirse un año de la guerra en Ucrania, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución en la que condena la agresión rusa, exige un cese de hostilidades y la salida de las fuerzas invasoras, y pide que se inicien conversaciones de paz. 141 países aprobaron la resolución, siete votaron en contra y 32 se abstuvieron; entre estos últimos se encontraba El Salvador. La decisión de abstenerse no ha sido comentada oficialmente. La tendencia a reservar información pareciera que influye incluso en decisiones que es importante entender dentro del contexto internacional y que pueden tener repercusiones en nuestra relación con países amigos.
Que Ucrania es víctima de una guerra de agresión es bastante claro y la gran mayoría de los países así lo entiende. Las seis naciones que además de Rusia se han opuesto a la resolución tienen muy poco peso internacional y mantienen una relación de dependencia con los rusos. Se puede entender que China se haya decidido por la abstención dada su relación y larga frontera con Rusia, así como por la rivalidad con Estados Unidos a la hora de aparecer como gran potencia con posición propia. De hecho, China ha elaborado un proyecto de diálogo entre Rusia y Ucrania para poner fin a la guerra al amparo de los principios de la Carta de las Naciones Unidas. Mostrar independencia y presentarse como potencia mundial con capacidad de mediación puede estar detrás de la abstención china. Pero en el caso de El salvador, es difícil encontrar una explicación razonable.
Un país como el nuestro, que ha sufrido los dolores de una guerra civil, no debería abstenerse de apoyar una resolución que condena una guerra de agresión y busca impulsar la paz. O si se abstiene, debería explicar a su población por qué lo hace. Si El Salvador tuviera alguna posibilidad de mediación entre las partes o contara con un pensamiento pacifista y humanista que le diera relevancia internacional y que sirviera para construir una hoja de ruta aceptable hacia la paz, su abstención podría verse como válida o, al menos, explicable. Pero esas posibilidades son nulas dado que el país más bien está tomando posiciones internas reñidas con la normativa internacional de los derechos humanos, y eso le impide ejercer una labor mediadora creíble.
Para evitar que se piense que la abstención obedece a un afán de molestar a Estados Unidos y a la Unión Europea, o de aliarse con Rusia, es importante que el Gobierno se explique. Actuar sin dar razones en este tema de tanta relevancia mundial no solo es poco democrático, sino que refleja una especie de menosprecio a la comunidad internacional. La guerra en Ucrania está afectando la economía global, y los países como el nuestro, de desarrollo medio-bajo, lo sufren con mayor fuerza. No dar cuenta de la posición salvadoreña en el concierto de naciones, dejar que la población se entere de las decisiones gubernamentales a través de la prensa internacional, no es correcto ni atinado. Esta forma de actuar le cierra puertas al país. Si ni en ese contexto se dialoga, queda claro que se marcha hacia el aislamiento internacional.