El gubernamental Consejo Nacional de Educación (Coned), integrado por representantes de diversos sectores de la sociedad civil, ha comenzado a trabajar. El salto positivo hacia el futuro dependerá de la presentación de un proyecto educativo atractivo y generador de desarrollo humano. Y simultáneamente, del entusiasmo y la capacidad de la ciudadanía de apostar por él. Hay cosas obvias, que sin duda aparecerán en el proyecto. No se puede pensar en un verdadero desarrollo sin tener a toda la niñez y juventud (entre los dos y los dieciocho años) escolarizadas. Si eso no se da como punto de partida, todo plan de desarrollo será, como decimos en el sabroso lenguaje popular salvadoreño, hablar de pajaritos preñados.
La universalización de la escolarización debe ir acompañada por la calidad, como segundo elemento indispensable. Y eso añade un nuevo reto a la educación en El Salvador, que pasa por la mejora sustancial del aprendizaje y su contexto, así como por la dignificación de la carrera docente. Sin una buena infraestructura, y sobre todo sin maestros bien formados y bien tratados, hay pocas posibilidades de avance. Otros detalles, como la segunda lengua o la computación son importantes. Pero deben ser parte de la calidad, no elementos independientes añadidos a la educación, tal y como están en la actualidad. De poco sirven el inglés y la computación en un contexto donde solo un 20% o 30% de los jóvenes los aprovechan adecuadamente. Es difícil que maneje bien esos conocimientos, hoy tan importantes, alguien que no ha terminado la escuela secundaria o tiene deficiencias serias en el uso del idioma y en matemática. La instrumentalidad y el uso de una lengua o de una máquina hay que ubicarlos necesariamente dentro de la capacidad de aprender, de hacer, de convivir y de ser persona socialmente productiva y solidaria.
De esta escolarización universal y de calidad hasta los 18 años deben salir jóvenes preparados adecuadamente para comenzar trabajos con salarios decentes o continuar estudios y preparación universitarios. La universidad debe ser, al mismo tiempo, un centro de formación, de investigación y de incidencia social. Y tener un peso específico dentro del sistema educativo como garante de la calidad del conjunto. Pero de nuevo nos encontramos con problemas serios. Algunas universidades son maquilas de títulos. La multiplicación de universidades profesionalizantes las coloca casi siempre al servicio exclusivo del mercado, con miras de muy corto alcance y con tendencia a reproducir lo existente. Tampoco hay una oferta adecuada en término de carreras, tiempos de estudios ni opciones técnicas. Salidas laterales de la universidad, licenciaturas más cortas, abundancia de maestrías y adecuados programas de doctorado marcan necesidades hasta hoy poco trabajadas y desarrolladas.
Por su parte, el Ministerio de Educación, empeñado en procesos burocráticos de escasa eficacia para garantizar la calidad, no tiene liderazgo real en el terreno de la educación superior. No hay duda de que una mayor inversión estatal en la Universidad de El Salvador, unida a una reforma de sus estructuras, es necesaria, y ello impulsaría la educación superior. Apoyar el financiamiento de la investigación, adecuar el desarrollo de currículos y grados universitarios a las necesidades del país, y avanzar con realismo en la acreditación universitaria y de carreras son tareas pendientes.
La educación universal y de calidad, abierta a las capacidades y al desarrollo personal de todos nuestros jóvenes, no es un sueño. Pero requiere un esfuerzo común importante. No es solo que casi hay que duplicar el presupuesto en educación, sino que hay que abrir la sociedad al desarrollo humano, a una economía sin excesivas trabas burocráticas ni pesos monopólicos, que permita el emprendimiento y la creatividad. Debe convertirse en un proyecto de realización común en el que hay que poner los mejores esfuerzos colectivos y comunitarios. Si no logramos unirnos todos en torno a la educación universal y de calidad, será imposible salir del subdesarrollo. Y sin un verdadero desarrollo humano, corremos el riesgo de permanecer enfangados en la violencia, la corrupción y la ineficiencia. Visión de futuro, trabajo constante, inversión en los jóvenes son tareas de todos y verdaderos esfuerzos de construcción de la paz.