Ayer en la tarde, en Casa Presidencial se procedió a la firma del Asocio para el Crecimiento entre Estados Unidos y El Salvador. Es sin duda una noticia importante; hay muchas esperanzas de que este nuevo acuerdo bilateral ayude significativamente al crecimiento económico de nuestro país y, por ende, contribuya al desarrollo social. El acuerdo es parte de una nueva estrategia que al denominarse Asocio para el Crecimiento quiere dejar claro que está orientada a la obtención de resultados visibles a corto y mediano plazo, y de ese modo garantizar que los fondos que se inviertan producirán el desarrollo esperado. La razón de esto es simple: la comunidad internacional está cansada de que los programas de ayuda fracasen o no tengan el éxito esperado. A pesar de la gran cantidad de fondos que han recibido de la cooperación internacional, los países centroamericanos siguen con altos índices de exclusión y pobreza, y no logran alcanzar un crecimiento económico que se traduzca en una mejor calidad de vida.
Esto último ha sido evidenciado por el reciente informe de desarrollo humano del PNUD. Según sus índices, entre los 187 países evaluados, El Salvador se ubica en el puesto 105. En esta nueva clasificación, hemos bajado 15 puestos respecto a la ubicación anterior, lo que significa que la calidad de vida en nuestro país ha descendido en relación al resto de naciones. Lo mismo les ha sucedido a los otros países de la región centroamericana, Este hecho cuestiona la efectividad real de la lucha contra la pobreza y el papel que ha jugado la cooperación internacional en la misma.
El Asocio para el Crecimiento supone una relación de mayor equidad en la toma de decisiones; por primera vez, el programa estará a cargo de un equipo conjunto y paritario de salvadoreños y estadounidenses. Las acciones que se realizarán partirán de un diagnóstico y un plan para superar los que han sido identificados como los dos mayores obstáculos para el crecimiento: la violencia y la baja rentabilidad de la producción de bienes comerciales. Por otra parte, el acuerdo no está circunscrito a los dos países firmantes, sino que se invitará a la comunidad internacional a enfocar su cooperación en la misma dirección y apoyar las acciones diseñadas para superar los obstáculos apuntados. Tampoco se trata de un plan en el que solo intervendrán los Gobiernos salvadoreño y estadounidense; se espera que se sumen al mismo los actores de la sociedad salvadoreña, en especial el sector empresarial. Todas ellas son decisiones muy atinadas.
Pero también es muy importante —y no está tan claro en el acuerdo— que se tome conciencia de que el crecimiento económico y el desarrollo social deben ir de la mano; de lo contrario, el crecimiento económico producirá mayor desigualdad y no se avanzará hacia la superación de la pobreza. Para superar la pobreza, para que el crecimiento alcance a toda la población y no solo a una minoría, como ha sido lo habitual, debe asegurarse la equitativa distribución de la riqueza que se cree. Si de verdad se desea el desarrollo social, no basta con brindar seguridad jurídica y eliminar las restricciones para que la inversión privada llegue masivamente al país. Es necesario, por una lado, que los inversores tengan clara conciencia de que deben ser responsables con la sociedad, pagar sus impuestos, ofrecer salarios dignos, fomentar la preparación y superación de las personas, respetar y cuidar el medioambiente; y, por otro, que el Gobierno establezca reglas que garanticen que la inversión privada no termine profundizando la inequidad.
La violencia delincuencial, uno de los dos obstáculos a superar, es producto de la pobreza y la exclusión; en parte se debe a las enormes desigualdades sociales que existen en el país. La concentración de la riqueza en pocas manos ha aumentado la desigualdad y la pobreza, y ello ha facilitado la penetración del crimen organizado y que miles de salvadoreños se hayan vinculado al mismo. Por ello, tan importante es combatir al crimen con estrategias represivas como con programas de prevención. Hay que generar empleo, crear oportunidades, mejorar el nivel de vida de la población para que la delincuencia deje de ser una opción atractiva. Y un paso firme en esa dirección es renunciar a las lógicas y políticas perniciosas del modelo de desarrollo neoliberal y excluyente que se viene aplicando en El Salvador desde hace más de 40 años. Si en verdad se busca transformar El Salvador, es necesario que el programa Asocio para el Crecimiento implemente otra forma de regir la dinámica económica y social del país; una dinámica que favorezca el desarrollo de todos los salvadoreños y no solo de unos pocos.