El premio Rafto de Derechos Humanos es el galardón más importante que se entrega en Noruega después del Nobel. Se otorga cada año desde 1987 y fue establecido después de la muerte del profesor Thorolf Rafto en 1986, en agradecimiento por su obra para ayudar a los oprimidos y perseguidos. Cada año, la Fundación Rafto distingue a una persona por su valiosa contribución en la defensa y promoción de los derechos humanos. El premio se considera una especie de antesala al Nobel de la Paz, pues la mayoría de los que han recibido el Rafto han sido nominados al Nobel, y cuatro lo han ganado.
El jueves 24 de septiembre, en Oslo, capital de Noruega, fue anunciado el ganador del Rafto 2015. Hasta hoy, solo uno de los 28 premios se había entregado a un latinoamericano: en 2010, al obispo mexicano de la diócesis de Saltillo, José Raúl Vera, un incansable defensor de los derechos humanos. Este año, el galardonado es un religioso hondureño, el jesuita Ismael Moreno, más conocido por la población como el “padre Melo”. Los que le conocen saben de su clara opción por los excluidos y empobrecidos. Más allá del valioso reconocimiento personal que implica, el objetivo del premio es llamar la atención mundial sobre situaciones en las que se violan los derechos humanos. Y ese es precisamente el caso hondureño.
Ser defensor de los derechos humanos en un contexto donde se estigmatiza ese trabajo es, como se sabe, difícil y muy peligroso. Honduras tiene, según cifras del Banco Mundial, casi al 65% de su población viviendo en la pobreza y a más del 40% debatiéndose en la extrema pobreza. En la zona rural, la situación es aún más grave: 6 de cada 10 familias están en pobreza extrema. De acuerdo a la misma fuente, Honduras es el país que presenta los más altos niveles de desigualdad económica de Latinoamérica. Unido a esto, o mejor dicho como consecuencia parcial de lo anterior, sufre altos niveles de criminalidad y violencia. Hasta 2013, era el país con más homicidios por cada cien mil habitantes. En los últimos meses ha sido relegado al segundo lugar por el aumento exponencial de crímenes en El Salvador.
El 28 junio de 2009, Honduras sorprendió al mundo al protagonizar un hecho que se creía cosa del pasado. Ese 28 de junio, desde el primer momento, Moreno y los trabajadores del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC) y de Radio Progreso, las instituciones que él coordina, denunciaron el golpe de Estado en medio del silencio de prácticamente todos los medios de comunicación hondureños. Ese compromiso con la verdad le costó a Radio Progreso el cierre de su señal por parte del Ejército, el mismo día del golpe.
Desde esa aciaga fecha, más de 40 periodistas y otros tantos defensores de los derechos humanos han sido asesinados. Tanto el jesuita como sus colaboradores han sido objeto de amenazas, arrestos y maltratos por parte de las autoridades. Varios de los miembros de Radio Progreso y del ERIC gozan de medidas cautelares a petición de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Por ello, en realidad, el premio al padre Melo es un reconocimiento a la labor de estas obras de la Compañía de Jesús y a las miles de personas, la mayoría gente sencilla, que han luchado y siguen luchando incansablemente por que los derechos humanos sean respetados en Honduras.
El premio Rafto 2015 le será entregado al padre Melo el 1 de noviembre en la ciudad de Bergen, Noruega. Y ello es motivo de alegría, una inyección de ánimo para todos los que luchan por la justicia en Honduras. Y es también una oportunidad para que el mundo ponga sus ojos no solo en el vecino país, sino en el Triángulo Norte de Centroamérica, una de las regiones más violentas del mundo y en las que la violación a los derechos humanos es pan de cada día. . Que este justo reconocimiento sirva para que más gente vea lo que está pasando y se sume a la lucha por la vigencia y promoción de una vida digna y en paz.