Cambio de época, cambio de modelo

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Editorial UCA
18/06/2013

Continuamente hablamos de la era de la globalización. Las tecnologías de información y comunicación (TIC) suponen en muchos aspectos un cambio de época. El Salvador tiene en juego incorporarse al desarrollo de un modo creativo y propio, o avanzar hacia una crisis de dolorosa repetición de fracasos económicos y sociales. Y en un contexto en el que el endeudamiento ha sobrepasado límites peligrosos, en el que la violencia, la corrupción y el crimen organizado nos acechan, vamos alegremente a una nueva elección, insultándonos y dividiéndonos, iniciando ese tipo de campaña sucia y con frecuencia anónima que ha sido característica de anteriores comicios. Nadie, o casi nadie, dice lo que es obvio: un solo partido político no puede sacar a El Salvador de la situación en la que está. Porque la crisis actual no es simplemente coyuntural. Al contrario, es fruto de un modelo de desarrollo injusto y obsoleto. No hay partido político capaz de resolver los problemas salvadoreños si no se dan acuerdos básicos tanto en temas inmediatos (el endeudamiento, por ejemplo) como en temas más estructurales. El modelo salvadoreño, con sus instituciones que discriminan a los ciudadanos dándoles servicios diferentes según el ingreso que tengan, impone un camino de doble vía hacia el desarrollo y está desde hace tiempo obsoleto. Cambiar el modelo de desarrollo es urgente. Todos los datos nos dicen que así es. Pero de momento, solo le ponemos parches y subsidios.

Nuestro país ha estado dominado por élites extractivas, que se niegan conscientemente a crear instituciones inclusivas. La misma izquierda ha sido cómplice de estas élites al callar ante situaciones explícitas de humillación a los más pobres, como lo es la ley de salario mínimo, que consagra esas diferencias tan escandalosas entre el salario mínimo agropecuario y el de los servicios. Son esas élites extractivas las que desde hace ya demasiados años construyeron un camino más digno de sanguijuelas que de personas: nos dieron una salud para clases medias y otra para pobres, una educación para quien tiene recursos y otra para quien no los tiene, un sistema judicial donde el dinero corre y donde el cuello blanco elimina fácilmente el delito, mientras el que suda en la calle está indefenso. Mientras los pobres emigran y envían remesas a El Salvador, los ricos mandan elevadas sumas de dinero hacia paraísos fiscales, según los estudios de la estadounidense Global Financial Integrity. El Estado que tenemos, a pesar de las declaraciones constitucionales ensalzando el bien común, ha sido construido para favorecer al que tiene más y extraer riqueza del trabajo mal pagado del que tiene menos.

Este modelo hacia el desarrollo de dos velocidades, y de marginación del más débil, no puede subsistir en la época actual. La era cafetalera de El Salvador enriqueció a unos cuantos, pero mostró su terrible crueldad en la masacre de 1932. Cuando a partir de los cincuenta comenzó el ciclo de sustitución de importaciones e industrialización, la participación en el desarrollo social se amplió hacia una exigua clase media. Y la debilidad del modelo mostró su crueldad en la guerra civil de 11 años (1981-1992). En los Acuerdos de Paz, se consiguió solucionar, en un alto porcentaje, los dinamismos de exclusión política que habían instaurado las élites extractivas que dirigieron el esquema modernizador de la sustitución de importaciones. Pero el modelo de desarrollo, que desde las instituciones estatales favorece más a unos sectores sociales que a otros, permaneció casi intacto. Se avanzó en legislación favorable a derechos, pero no se cambió el modelo de desarrollo que los niega. La justicia social se quiere llevar adelante a través de endeudamiento y subsidios, en vez de a través de reformas profundas que universalicen los derechos básicos.

Hoy, cuando el acceso al conocimiento se ha vuelto más amplio, ningún país puede competir ni desarrollarse armónicamente si mantiene un proyecto de desarrollo de dos velocidades: velocidad de Primer Mundo para un 20% de la población y velocidad de Tercer Mundo para el restante 80%. Discutir electoreramente acusándose unos a otros del fracaso existente, insistiendo en los 20 años de Arena o en los cinco del FMLN, no tiene sentido si no tocamos el modelo de desarrollo y las instituciones que lo mantienen. Prometer un futuro feliz sin modificar el sistema económico-social que lo determina, plasmado en las instituciones de doble vía hacia el desarrollo, no es más que una pérdida de tiempo. La realidad pide otra cosa. Y mientras no seamos capaces de enfrentar juntos un cambio de modelo integrador e incluyente, los problemas permanecerán y seguirán siendo cada vez más graves en El Salvador.

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Anónimo
24/06/2013
14:23 pm
En El Salvador, la historia a demostrado que los partidos politicos nunca convergen en temas que realmente van a favorecer a la problacion, mucho menos se van a poner de acuerdo en temas que trastoquen las estructuras que reproducen el injusto y desigual modelo de desarrollo del País. Sin un modelo de desarrollo mas humano, no se aprovecharan las nuevas tecnologias informaticas que trae consigo la globalizacion. Con cambios superficiales, como los que ha creado el gobierno actual, no se esta entrando a un nuevo modelo de desarrollo incluyente.
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Anónimo
24/06/2013
14:23 pm
Muy sensato y triste a la vez. Triste pues las líneas del editorial vienen a repetir un clamor que leemos y escuchamos desde al menos 1960 y me quedo corto, recordando a Mármol y Masferrer. ¿Se acuerda de los editoriales de ECA con la transformación agraria de Molina en los 70s? ¿ o se acuerdan de DBrowning, el geógrafo, y su libro sobre el agro nacional? ¿o "la guerra inútil"? El mismo problema de fondo sigue sin resolverse y parece que muchos quieren seguir ignorándolo, pese a que se ha complicado más. Un punto adicional en la sensatez de sus líneas: el enfoque de deuda. ¡Bién! Sigan insistiendo, no apaguen su voz.
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