Seguimos respirando política electoral. La esperada y previsible entrada en escena de Antonio Saca ha cambiado el escenario de la prematura lucha por llegar a la Presidencia de la República. Completas las fórmulas presidenciales de Arena y del FMLN, la llegada de Saca hace que la competencia se vuelva cosa de tres y que la posibilidad de fracturar el bipartidismo cobre realidad. Algunos incluso ya dan por descontada una segunda vuelta y, de acuerdo a sus propias palabras, esa es la apuesta del expresidente.
Saca dice con orgullo que es el único candidato presidencial que ha presentado propuestas concretas para un eventual próximo Gobierno. En el lanzamiento de su candidatura, enumeró acciones relacionadas con algunos de los grandes problemas del país: generación de empleo, recuperación del parque cafetalero, mejora de la educación y la salud, combate de la inseguridad. De paso, tuvo la un tanto delirante y muy populista ocurrencia de comprometerse a llevar a la selección nacional de futbol a los próximos dos mundiales. Algo es claro, y nadie lo pone en duda: Saca tiene un gran carisma a la hora de comunicarse. El interés que ha expresado en participar en debates con los otros candidatos seguramente nace de su conciencia de tener esta habilidad, que escasea tanto en Norman Quijano como en Salvador Sánchez Cerén, lo que ha quedado evidenciado con suficiencia.
Pero lo que Saca ha anunciado no son propuestas concretas, sino vagas promesas. Como buen político, la estrategia del expresidente es conectar emocionalmente con una población necesitada de trabajo, de seguridad, de mejores servicios; en definitiva, necesitada de esperanza. Saca ha prometido lo que la gente quiere oír. Y como talentoso prestidigitador, enarbola como ventaja lo que en realidad debería ser un reparo para que ocupe de nuevo la silla presidencial: su experiencia reciente en el cargo. "El país no está para aprender a ser presidente", dijo en su discurso de lanzamiento. Pero es más difícil engañar cuando ya se es conocido. Además, la presidencia de Saca es tan cercana en el tiempo que en la memoria colectiva deberían estar frescos los muchos cuestionamientos a su gestión. Por eso causa estupor y suspicacia oírlo prometer lo que durante su gobierno no hizo.
Saca ahora defiende la ley de transparencia, cuando su filosofía ha sido siempre que lo mejor para la transparencia es no tener ley de acceso a la información. Además, antes de ser expulsado de Arena, el expresidente fue repudiado cuando se descubrió el desvío de 219 millones de dólares desde diferentes carteras de Estado hacia Casa Presidencial. Hoy, promete también mejorar la salud cuando antes falló en la construcción de hospitales como el de maternidad, con el agravante de que se destinó dinero para eso y no se hizo nada. Saca promete mejorar la seguridad y la economía cuando durante su período El Salvador pasó a pelear los primeros lugares continentales en delincuencia, se volvió más pobre y pasó a estar altamente endeudado. El Antonio Saca de hoy se presenta como respetuoso de las leyes, pero cuando lideraba el Ejecutivo no tenía ningún reparo en ser presidente de su partido y, como tal, hacer campaña electoral, violando así la Constitución. En fin, Saca pretende personificar el dicho de su otrora correligionario Alfredo Cristiani, "borrón y cuenta nueva".
Lo que no se puede negar es que Saca ha entrado con fuerza y que su lanzamiento ha generado reacciones. Mientras Arena pretende infructuosamente desvincularlo de su historia, el FMLN calcula que la candidatura del expresidente fraccionará el voto de derecha. Sin embargo, lo mismo se pensó en las elecciones legislativas y municipales de 2012 con la participación de GANA, pero los números reflejaron que eso no afectó a Arena, sino a los partidos satélite, PCN y PDC, y al mismo Frente.
Así las cosas, valorando al corto plazo, quizás lo único positivo de la entrada de Saca es que abonará a la generación de más debate y competencia. Ojalá esto anime a los candidatos a pasar del ataque personal, a buscar convencer al electorado no hablando mejor, sino aportando las mejores y más factibles propuestas de solución a los grandes problemas del país. Ojalá los cantos de sirena del expresidente, por puro contraste con su pasado inmediato de soflama vacía y de sospechas de corrupción, despierten ansias de realismo y veracidad en la ciudadanía.