No es más que una payasada afirmar que si Funes gana las elecciones Chávez gobernará El Salvador. Pero parece ser la apuesta fundamental de un sector de Arena en su propaganda. Chávez no es un presidente ejemplar. Al contrario, es autoritario y tiene un afán evidente de perpetuarse en el poder. Es militar, y los militares rara vez han sido buena pieza en esto de la democracia. Pero afirmar que si gana Funes las elecciones, Chávez será el que mande en el país es simplemente mentir, tratar de engañar irresponsablemente a la población.
Pero ya sabemos el juego. Si Funes usa en su campaña la foto de Zapatero, ello es una falta terrible contra la democracia. Si quienes se le oponen usan la imagen de Chávez, lo hacen por defender a la democracia y todo es correcto. La ética de un buen número de nuestros medios de comunicación, en eso del uso de los nombres y las imágenes de gobernantes extranjeros, tiene unos extraños medidores. Si Funes afirma que será independiente, es un mentiroso. Pero sus enemigos, por lo visto, siempre dicen la verdad. Este modo de hacer propaganda, que excluye totalmente cualquier valor que pueda haber en el adversario, nunca ha sido positivo para la democracia. Y cuando los medios de comunicación se involucran en el mismo, la democracia pierde. Se habla de polarización, pero casi nunca se dice quiénes son los que polarizan. Y hoy, como en las elecciones de hace cinco años, es la derecha la que juega a sembrar el terror y el miedo.
Un medio de comunicación, en medio de esta aburrida orgía antichavista de la derecha salvadoreña, llegó a decir que en Venezuela habían muerto víctimas de la violencia 100 mil millones de personas en la última década; mucha más gente de la que ha existido en el siglo XX en todo el mundo. Para este año 2009, la población mundial llegará aproximadamente a 6,750 millones de habitantes. Hablar de cien mil millones suena algo extravagante. Pero tratándose de Chávez, parece que todo es posible en nuestros periódicos.
Cuando la oposición venezolana perdió recientemente el referéndum que abría las reelecciones sin fin, uno de sus representantes decía que no se sentía derrotado. Y la razón que daba era que habían crecido el número de votantes a favor de la no reelección, en un escenario en el que el Gobierno venezolano había volcado todos sus recursos, inmensos recursos, en su propaganda del sí. Buena y racional consideración de un demócrata venezolano. En El Salvador, en lo que se refiere al uso de los recursos del Estado para la campaña, no es precisamente Funes, sino Ávila, el que aparece más favorecido. Y en El Salvador, en esto de buscar reelecciones y perpetuarse en el poder no es precisamente el FMLN el que de momento está empeñado en ello. Por lo visto, lo que condenamos en Venezuela no tiene nada que ver con lo que pasa en El Salvador; a menos que Funes vaya delante en las encuestas, claro.
Esta casa de radio ha repetido en muy diversas ocasiones que no le gusta Chávez porque es demasiado autoritario, histriónico y no ha jugado limpio con la libertad de expresión. Pero el grado de ataques a Chávez en El Salvador y la intolerancia de quienes lo atacan reflejan exactamente el otro rostro de Chávez. Populismo autoritario de izquierdas en Chávez, populismo autoritario de derechas en El Salvador. Más allá de unas ideologías endebles y confusas, dos rostros muy parecidos.
Por otro lado, si fuera cierto que Chávez es el que gobernará El Salvador en el caso de que gane Mauricio Funes las elecciones, Rodrigo Ávila debería aceptar la invitación al debate que le hizo CNN. Tendría allí una magnífica oportunidad de denunciar la amenaza de invasión chavista a nuestra patria. Sin embargo, da la impresión de que ni siquiera el propio Rodrigo Ávila se toma en serio lo que dicen sus amigos.