Ciegos a sus errores

Los dos partidos mayoritarios se han lanzado de lleno al proceso de selección de candidato para la próxima elección presidencial. El FMLN, muy en su línea, ha señalado ya al preferido por la cúpula. Por su parte, Arena se ha implicado en una precampaña que exalta la importancia de que sea un empresario millonario quien dirija el país. Lo primero que cabe afirmar es que los dos partidos no aprenden de sus errores. El FMLN no se da cuenta de que la falta de democracia interna es uno de los factores que explican su debacle en las últimas elecciones. Y Arena, con su característico afán de falsear la realidad, ha presentado como un gran triunfo una victoria electoral en la que el número de sus votantes disminuyó respecto a otros comicios. Además, ambos acusan de populismo a quienes les roban votos, pero son ellos los que recurren sistemáticamente al populismo con sus listas de promesas falsas.

Platón, en La República, su tratado ideal de lo que debería ser un Estado, hace unas advertencias importantes sobre la cosa pública; dos de ellas nos obligan a pensar en nuestra realidad. La primera, a los políticos hay que ponerlos “en la imposibilidad de dañar en lo más mínimo a la comunidad”; es decir, no darles privilegios, tener una supervisión clara y ciudadana de lo que hacen y dicen, y lograr que los mecanismos de control judiciales y políticos sean eficientes. El favoritismo de los poderosos con sus parientes y amigos, la búsqueda de anular los mecanismos de control y fiscalización, y la corrupción son realidades intolerables. No sirve de nada que el FMLN diga que es menos corrupto que Arena, porque muchos le dieron su voto creyendo que no toleraría la corrupción. Por lógica, quienes están en contra de la corrupción castigan más a aquellos a los que se les confía la misión de eliminarla del Estado. Ser más o menos corrupto no le dice gran cosa al que está harto de irregularidades.

La segunda, “en la medida en que se estima más a los ricos y sus riquezas, son menos estimados en un Estado la virtud y los hombres de bien”. Arena debería reflexionar bien sobre esto. Dos de sus precandidatos presidenciales pertenecen al mundo de la riqueza, se presentan en su propaganda como personas extraordinarias, derrochan dinero en alabanzas hacia sí mismos. En otras palabras, buscan a toda costa que la gente crea que ellos, los ricos, son los mejores gobernantes posibles. Y efectivamente, cuando los ricos se presentan como los mejores, la virtud y el bien se acaban olvidando; el tener sustituye al ser; y la plutocracia, a la democracia. Arena, que siempre ha sido el partido de la élite económica, trata ahora de cautivar la mente de los pobres con promesas de bienestar populistas que ponen a los millonarios como ejemplo a seguir, como si el culto al poder del dinero no estuviera a la base de muchos de los problemas de corrupción y violencia del país.

Seguro sirve de poco citar a Platón dada la cortedad de miras y de intelecto de la gran mayoría de líderes partidarios. Pero dado que las campañas adelantadas siempre son signo de profunda debilidad de conciencia y poco respeto a la institucionalidad, bueno es volver a las fuentes. La falta de democracia interna del FMLN y el culto a la riqueza de Arena solo ahondan la crisis democrática de un país donde mucha gente no vota o anula el voto porque no confía en los liderazgos existentes. En vez de preocuparse por nombrar a dedo al candidato o ensalzar como maravilla una competencia entre millonarios, es necesario centrarse en los problemas de los pobres, insistir en la calidad y universalización de los servicios del Estado, y superar la debilidad de unas instituciones incapaces de vencer la espiral de corrupción, delincuencia, violencia e impunidad. Solo así podremos confiar un poco más en nuestra democracia y sus representantes.