A diferencia de las mujeres, que constituyen más del 52% de la población salvadoreña, muy pocos hombres trabajan sin recibir salario. El informe sobre desarrollo humano en El Salvador del PNUD, para el período 2007-2008, calculaba el valor monetario del trabajo de la mujer en el hogar y en actividades comunitarias. Y resulta que con su trabajo no remunerado están añadiendo al producto interno bruto de nuestro país más de 4,500 millones de dólares. Si sumamos el trabajo no retribuido en el hogar y en actividades comunitarias, a la mujer le corresponde el 86% de ese esfuerzo. Sumando el retribuido y el no retribuido, siempre según el PNUD, la mujer trabaja en El Salvador una hora más al día que el hombre. En otras palabras, son más, trabajan más y son más generosas con su tiempo a la hora de invertirlo en trabajos no pagados.
Sin embargo, en la política están en una clara desproporción con respecto a los hombres. Solo el 2% de las alcaldías son gobernadas por mujeres. Y en la Asamblea Legislativa ocupan únicamente el 21% de los escaños. Todavía hace poco el diputado Dagoberto Marroquín, que volverá a competir en las próximas elecciones, decía públicamente, en unas declaraciones francamente despreciables, que las mujeres no servían para la política. Pese a ello, allí sigue, navegando en las aguas turbias de la política machista. Lo mismo que otro diputado, que baleó a una mujer policía, u otros, que han sido irresponsables con sus familias cuando toca pagar las cuotas de mantenimiento de sus hijos.
La política de los partidos sigue siendo eminentemente machista. Algunos se escudan en que tienen cuotas de participación femenina. Pero a la hora de elegir la posición en las listas, las cuotas no funcionan y eso origina que el número de mujeres en la Asamblea no se corresponda con la cantidad que se postulan como candidatas. En otras palabras, usan la denominada cuota de género más como propaganda que como práctica en la realidad. Y alguien podría preguntarse: ¿no será que los hombres son mejores para la política? Aún hay gente que cree eso. Pero las cualidades (laborales, de generosidad e incluso de responsabilidad en el hogar) de la mujer nos dicen que estamos desaprovechando en la vida pública valores claramente probados del desempeño femenino en la vida social. El hombre abandona el hogar y a los hijos con mucha más frecuencia que la mujer. ¿Le hace eso más apto para la política? También está comprobado que el hombre consume más alcohol. ¿Se sentirá con eso más inspirado para tomar decisiones de país?
Por supuesto, no se trata de decir que el hombre es malo y la mujer, buena. Pero sí de reflexionar sobre una clara desproporción entre la participación de los hombres en la política y la presencia y participación femenina en ella. Una desproporción que dadas las cualidades de la mujer salvadoreña no queda más remedio que catalogar como injusta. El actual sistema de votación, que permite votar en lista cerrada por las fotografías de los candidatos, ofrece la posibilidad de contribuir, al menos parcialmente, a corregir los fallos existentes. Si marcamos con mayor insistencia sobre las fotos de las mujeres de un partido, sea cual sea, contribuimos a corregir esa injusticia patente contra la mujer. Es también una forma de luchar contra el machismo que impera en la política y de castigar a los dirigentes de los partidos, que casi siempre son hombres y que se ponen a sí mismos al frente de las listas electorales. Votar por una mujer del partido que uno elija, marcar en las papeletas exclusiva o prioritariamente sus fotografías, no solo es cumplir con el derecho y el deber de votar, sino también un acto de justicia.