Concejos plurales

Por primera vez en la historia salvadoreña habrá una votación de la que saldrán concejos municipales plurales. Es una buena noticia. Y en particular en San Salvador, donde compiten por parte del FMLN y Arena dos figuras interesantes, el tema crea expectativas. En efecto, Nayib Bukele y Edwin Zamora son dos políticos atípicos. Ambos son empresarios y no necesitan de la política para vivir; tienen una amplia aceptación en las clases medias y son relativamente nuevos en el ámbito público. Son pragmáticos y se les ha visto actuando con bastante más libertad que a otros políticos tradicionales. Han sido capaces de criticar a su propio partido, poniendo uno más pragmatismo dentro del exceso de ideología discursiva de su instituto político, y otro más conciencia social y seriedad dentro de la irresponsabilidad social y verbal de su partido. Y ambos dicen que les gustaría tener en el concejo capitalino a su oponente como colaborador.

Hasta aquí, todo hace pensar en un nuevo modo de hacer política, basado más en la colaboración y supervisión mutuas que en la descalificación del contrario y el pacto corrupto. Porque, en efecto, con esa mezcla nefasta es como casi siempre ha funcionado nuestra política. Los partidos que disputan el poder buscan hundir los proyectos del que gana una elección antes que pensar en una provechosa colaboración. Y solo en ciertas ocasiones, cuando sus intereses coinciden, llegan a pactos, pero usualmente alejados del bienestar común. Que la política municipal, tan cerrada a la mutua colaboración, se abra hoy al trabajo conjunto es, pues, una buena noticia.

Hasta ahora, en un marco de cinco partidos participando y con un abstencionismo típico del 50%, uno de estos tendría la posibilidad teórica de conseguir el poder municipal con un 10% más uno de los votos válidos. Aunque ese caso no se ha dado nunca, lo cierto es que en algunos municipios era poco representativo el porcentaje de votos obtenidos por el ganador con respecto al total de ciudadanos en edad de votar. Un poder tan absoluto en un concejo compuesto por miembros de un solo partido posibilita una peligrosa mezcla de autoritarismo, despreocupación por buena parte de los habitantes del municipio y corrupción. Ha bastado proteger y beneficiar a los propios para tener asegurada la reelección; se ha podido despedir arbitrariamente a funcionarios y empleados; y ha sido más sencillo llegar a acuerdos corruptos al tener el control pleno de la alcaldía.

Aunque a nadie se le puede forzar a permanecer en un puesto político, sería importante que Bukele y Zamora se comprometieran a ser concejales en caso de que no fueran elegidos alcalde de la capital. Sería una muestra de interés real de servicio público. De lo contrario, este nuevo experimento de los concejos plurales quedaría en cierto modo truncado. La gente terminaría creyendo que los candidatos solo quieren el poder, y no van pensando en el servicio. Si se quiere servir, se puede hacer tanto siendo alcalde como siendo concejal. Renunciar a lo segundo mostraría una nula voluntad de servicio. Como si servir a la ciudadanía solo pudiera hacerse desde el poder, y no desde la colaboración o la crítica, según sea la necesidad y la circunstancia. Se ha hablado con frecuencia de tener una campaña de altura en estas próximas elecciones. Se sabe además que la alcaldía de San Salvador ha sido un peldaño hacia la candidatura a la Presidencia. Si Bukele o Zamora, en caso de no ganar la elección, no se quedaran como concejales, la decepción de lo que podría ser un nuevo modelo de colaboración y crítica vendría a golpear una vez más el deseo de auténtica democracia que tiene El Salvador. Y los dejaría mal parados ante la opinión pública.