Crisis

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Editorial UCA
12/10/2016

El país está en crisis. Crisis que es producto de la incapacidad de alcanzar acuerdos para solventar los graves problemas nacionales. Crisis que en buena medida obedece a la falta de un plan de nación que procure bienestar e igualdad de oportunidades para todos los salvadoreños, superando las dinámicas elitistas y excluyentes que hoy por hoy determinan nuestra sociedad. Crisis que tiene mucha relación con la larga tradición de corrupción, ineficiencia y clientelismo del Estado. Una crisis, pues, que no se reduce a una cuestión de lógica económica.

La debacle actual se debe a factores que van desde la mala gobernanza hasta la alta criminalidad, pasando por elevados niveles de inequidad y exclusión, una burocracia ineficiente, un sistema de justicia que favorece la impunidad, violación a los derechos económicos y sociales de una gran mayoría de la población, finanzas públicas deficitarias y desproporcionado endeudamiento público, entre otros. La nuestra es una crisis que se gestó a lo largo de muchos años y que se ha ido agudizando cada vez más, como suele suceder cuando los problemas no se enfrentan a tiempo ni de la manera adecuada.

El lunes 10 de octubre, en su más reciente mensaje a la nación, el Presidente de la República dijo que “la economía […] ha crecido de manera sostenida” a lo largo de los últimos dos años y que las medidas de seguridad implementadas están dando resultados. Pero a continuación, luego de esa breve y optimista introducción, reconoció que el país atraviesa por una situación difícil debido a la falta de liquidez en las finanzas públicas, ante lo cual, afirmó, se debe llegar a un acuerdo con las distintas fuerzas políticas a fin de aprobar más deuda pública. El Presidente también se refirió a la necesidad de mayor inversión, generar más empleo, luchar contra la evasión y la elusión fiscal, controlar el gasto público y emprender la ya ineludible reforma del sistema de pensiones. Y fue muy claro al pedir el diálogo y la coincidencia para buscar soluciones.

Algo es claro: de esta crisis no hay que responsabilizar al pueblo salvadoreño; a ese pueblo llano, sencillo y trabajador que se rebusca a diario para ganarse la vida, que se ha visto obligado a abandonar el país en busca de una mejor vida. Un pueblo al que se le han negado sus derechos más elementales en lugar de ofrecerle la oportunidad de superarse y salir adelante, y que a pesar de ello sigue empujando el país hacia adelante, con su trabajo, con sus remesas, con sus enormes sacrificios. Los responsables de esta crisis son aquellos que han asumido la dirección política de El Salvador, los que han corrompido y se han dejado corromper, los que han hecho del país su finca privada, los que no han querido cumplir con su responsabilidad fiscal.

Los responsables de la crisis no son los pobres, sino los políticos que han gobernado el país a lo largo de su historia y que no han querido aprobar políticas de carácter social y de inversión en la gente. Los responsables son los funcionarios públicos de alto nivel que se han aprovechado del Estado a través de la corrupción y que no han cumplido con el sagrado deber de servir a la patria. Las familias más ricas y los grandes empresarios que, a pesar de haber creado mucha riqueza, se han negado a distribuirla de modo equitativo, pagando salarios justos y reconociendo los debidos derechos laborales.

La difícil situación que ahora vive el país, especialmente en lo que respecta a las finanzas públicas, ha obligado a dialogar a las dos fuerzas políticas mayoritarias, Arena y el FMLN. Un diálogo necesario e ineludible que versará sobre tres temas: la cuestión fiscal (sobre la que ya se está conversando), el tema del desarrollo económico y la generación de empleo, y finalmente, la reforma de pensiones. Este, por supuesto, es un paso muy importante, pero nada se logrará si las soluciones que se propongan no son de largo alcance, si se quedan en lo coyuntural, y si no toman en cuenta las necesidades del pueblo salvadoreño, no solo los intereses de la clase política y de los grupos a los que representan y sirven.

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Anónimo
13/10/2016
17:07 pm
estos nuevos oligarcas, hijos de papi se consideran gringos o europeos no saben nada de lo que sufre este pueblo, les da pena decir que son salvadoreños, no saben lo que es el amor patrio, para ellos patria son mercados que les genera millones para presumir con las elites extranjeras. deberia darles verguenza que una finca de 18,000km, no tenga la belleza y el desarrollo suficiente para generar bienestar para todos. Mezquinos, egoistas y tontos.
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