Cuando lleguen las preguntas

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Editorial UCA
20/08/2025

El autoritarismo avanza a pasos acelerados en el país y, como es lógico, en la medida en que ha escalado, ha crecido el miedo en la población. Para mucha gente, ese es el precio a pagar por tener seguridad, un bien que le fue negado por décadas. Saben que se violan derechos, pero prefieren eso a volver al pasado. Prefieren sentirse libres para trabajar y desplazarse. Ignorar o no reconocer esto impide comprender la base del respaldo social del que goza Nayib Bukele. La seguridad es la piedra angular sobre la que descansa la propaganda oficial y con la que se justifica todo tipo de medidas, hasta las más impopulares. Lo que queda por aclarar es si la gente es consciente de hacia dónde se dirige el país y de que el miedo es solo el comienzo.

La propaganda oficial ha logrado permear en una buena parte de la población. Por ello hay gente que de buena fe cree que la economía de todos mejorará y que las duras condiciones de vida de los más pobres pronto encontrarán alivio. Y ello les lleva a perder de vista que la única situación económica que mejora es la de unos pocos, vinculados al pequeño círculo que hoy en día detenta todo el poder. Por otra parte, puesto que para muchos salvadoreños el Estado de derecho siempre fue un objeto lejano, al alcance solo de minorías, no hay razón para que les alarme la anulación de la institucionalidad pública y de la división de poderes. En la misma línea, acostumbrados a la corrupción gubernamental, un rasgo que ha sido intrínseco a la administración del Estado, no les sorprende el ocultamiento de toda la información pública, incluyendo los gastos. 

Pero hay otro grupo de salvadoreños que son conscientes de lo que apoyan o de lo que silencian. Saben para dónde va el país, pero por miedo o por conveniencia callan o respaldan públicamente lo que antes condenaban. Cuando esta página de la historia pase, ¿qué dirán los medios de comunicación que para congraciarse con el poder no reportan el crudo drama de los inocentes que guardan prisión sin derecho a ningún tipo de defensa? ¿Qué argumentarán los académicos que tuercen la realidad en perfecta coherencia con el guion del oficialismo? ¿Qué dirán los grandes empresarios —antaño férreos defensores de lo que llamaban “el sistema de libertades”— que avalan con su silencio la corrupción, las graves violaciones a los derechos humanos y el desmontaje de la democracia? ¿Qué será de los jueces que interpretan la Constitución para que diga lo que no dice y que obedecen órdenes y no la ley? ¿Dónde vivirán los que usan el Estado para volverse ricos mientras exigen virtud y rectitud a todos los demás? ¿Cómo se explicará a las niñas y niños que sus padres repitieron los errores del pasado para legarles un país sin futuro?

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