Cuestión de criterio

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Editorial UCA
15/05/2023

A medida que pasa el tiempo se va descubriendo que el pensamiento y las actitudes del oficialismo no solo se salen de los criterios democráticos y de derechos humanos, sino también de la racionalidad y la común comprensión del idioma. El período presidencial inmediato anterior que impide la reelección, según representantes del Estado, ya no es de cinco años, sino de seis meses. La Corte Suprema de Justicia pretende desconocer el sentido de la afirmación constitucional que señala que los períodos presidenciales son de cinco años. Los tratos que se da a personas privadas de libertad son para las instituciones internacionales de derechos humanos crueles, inhumanos y degradantes, pero para diversos funcionarios gubernamentales es el trato normal y digno. Con su silencio, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos parece avalar ese pensamiento oficial.

Sería demasiado largo enumerar la lista de afirmaciones de altos funcionarios que se contradicen con la realidad. Con frecuencia, confunden el paternalismo populista con el respeto a la dignidad de la persona, el autoritarismo con el orden democrático, el insulto con la verdad. Si en todos los Gobiernos que ha tenido el país hubo personajes enemigos de la verdad, la actual administración no ha marcado ninguna diferencia. El poder y el control del mismo se han convertido en sustitutos de verdades básicas, y lo que importa son los sentimientos. Si en las encuestas las personas muestran su satisfacción con la reducción de los homicidios, eso quiere decir que todo se está haciendo bien, aunque se perpetren injusticias contra inocentes y se multipliquen los testimonios que dan fe de que se tortura a la población reclusa. La posición de la minoría se convierte en atentado contra la felicidad del poder. Se les acusa de ser malos salvadoreños que traicionan los ideales nacionales. Ofrecer resultados sin analizar los medios utilizados resulta siempre más provechoso en términos inmediatos; desde la lógica oficial, el futuro está asegurado si se tocan fibras de sensibilidad que convenzan a los ciudadanos.

Sin embargo, la historia muestra que cuando la verdad se sustituye por emociones que ensalzan el poder constituido, los resultados en el mediano y largo plazo son siempre negativos. Los creadores de sentimientos nacionales llegaron a tener un gran poder en el siglo XX, aunque tanto ellos como sus creaciones se desvanecieron rápidamente. La humanidad ha desarrollado criterios de verdad desde la conciencia de la igual dignidad de la persona humana. Y criterio significa reflexión crítica, discernimiento. Por supuesto, los sentimientos forman parte de la vida social y complementan a los criterios, pero no son dueños de la conciencia. El hecho de que en el país predominen hoy los sentimientos sobre los criterios racionales y que el liderazgo político desprecie y amenace al pensamiento crítico no significa que los sentimientos no puedan cambiar. Al contrario, si algo hay cambiante son los sentimientos políticos. Basta recordar que antiguos presidentes que gozaron en algún momento de una enorme popularidad y simpatía hoy están profundamente desprestigiados. Solo las personas con criterio, con juicio claro sobre la injusticia y sobre la necesidad de solidarizarse con las víctimas se mantienen firmes en el largo plazo en la valoración popular. Los ataques y los insultos, las construcciones ideológicas edificadas sobre mentiras, medias verdades y emociones desaforadas terminan disolviéndose en el polvo de la historia.

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