Democracia a la baja

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Los acontecimientos electorales recientes muestran una tendencia democrática a la baja. En Guatemala, la elección final ha sido entre un militar de los años duros de la guerra y un millonario con un cuestionado origen de su riqueza. Es cierto que el ganador, Pérez Molina, fue un militar negociador, pero también lo es que estuvo en campaña en zonas en las que se cometieron masacres, y en la actualidad se presenta como un profeta de la mano dura para vencer la criminalidad. Recurrir a militares, y peor con ese historial, para solucionar problemas políticos, habla siempre mal de la democracia. La afirmación del Dr. Espada, vicepresidente chapín saliente, diciendo que en Guatemala no hay partidos políticos, sino grupos de amigos que llegan a controlar el Estado, pone un marco estructural todavía más grave a la democracia de nuestro vecino. ¿Quiénes son o serán los amigos de Pérez Molina? No da la impresión de que vayan a serlo los pobres o los indígenas arrancados de su terruño en los tiempos de guerra.

En Nicaragua, las cosas pintan también mal para la democracia. La observación electoral está prácticamente impedida, los recursos del Estado se emplean sistemáticamente a favor del continuismo y la Corte Suprema obedece y sigue los dictados de Ortega, superando las dificultades constitucionales para la reelección. El discurso político de este otrora revolucionario es manipulador y demagógico. Habla de los pobres y contra el imperialismo mientras hace alianzas con los grandes inversionistas extranjeros. De hecho, a pesar de su ideología conservadora y sus compromisos con la derecha política, no faltan empresarios salvadoreños que prefieren invertir en Nicaragua en vez de en El Salvador. Los que aquí se pasan el día hablando de seguridad jurídica para la empresa y del riesgo del chavismo en El Salvador, invierten con toda tranquilidad en Nicaragua. Curiosa situación.

Honduras no ha superado todavía el golpe de 2009 y Pepe Lobo está cerca de parecerse a los reyes europeos, que reinan pero no gobiernan. El militarismo sigue acechando y manteniendo puestos de privilegio, la delincuencia y el narcotráfico campean a sus anchas, y el país continúa agravando la brecha entre ricos y pobres. La corrupción, una de las razones que se alegaron a favor del golpe contra Zelaya, no ha disminuido. En algunos aspectos se podría pensar que Honduras discute el liderazgo en el campo de los atributos de Estado fallido, señalados como amenaza para nuestros cuatro países más norteños de Centroamérica.

¿Le dice algo esta situación a El Salvador? No somos muy distintos de nuestros hermanos y estamos insertos en el mismo CA4, que en algún momento vimos como esperanzador. Aunque hoy esté de capa caída, sigue siendo guía y camino de salida de nuestras miserias. Violencia, narcotráfico, corrupción, pobreza, disparidad en el ingreso, debilidad institucional siguen siendo enfermedades crónicas comunes. Irresponsablemente algunos sectores siguen en nuestro país defendiendo impuestos bajos, disminución del Estado y formas militaristas de mano dura. "Ojo por ojo y diente por diente", predicaba recientemente un famoso candidato a alcalde, olvidándose de que en este tema de la violencia, y a estas alturas de la civilización, el ojo por ojo suele dar como resultado "ojo al cuadrado". En otras palabras, espiral de violencia.

Para colmo de males, tras la renuncia del ministro de Justicia y Seguridad Pública, Manuel Melgar, se han desatado intensos rumores que hablan de una militarización de la seguridad pública y del nombramiento de un militar para dicho puesto. Sería lamentable que cayéramos una vez más en las inefectivas políticas de mano dura, tan experimentadas como contraproducentes en el pasado. Un mayor apoyo a la Policía y a la investigación; un fortalecimiento sistemático del sistema de justicia, Fiscalía incluida; y una opción por acelerar las necesarias transformaciones sociales que conduzcan a un desarrollo más justo son los tres grandes pilares sobre los que se puede vencer la violencia. No la derrotaremos mientras no disminuyamos las terribles diferencias socioeconómicas. La relación entre las muy altas tasas de diferencia en el ingreso y las muy altas tasas de violencia no es casual. Y mientras las diferencias sean abismales, la justicia social escasa y la atención a los pobres insuficiente, ni los militares ni ninguna fuerza bruta podrá frenar la plaga de violencia que sufrimos.

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Anónimo
15/11/2011
18:43 pm
Y que me dicen del FMLN y Funes que han decepcionado a la poblacion. ¿que ahi si hay democracia??????
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Anónimo
10/11/2011
15:48 pm
Para los analisis se debe se objetivo, ¿acaso solo hay democracia cuando gana la izquierda? el pueblo guatemalteco se expreso en las urnas, eso es democracia, parece que nunca dejaran ustedes de crear odio en la poblacion
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