Recientemente, el Ministro de Hacienda visitó la Asamblea Legislativa para solicitar la emisión de deuda por 800 millones de dólares. Esto por medio de un instrumento financiero conocido como eurobonos, que se venden en las bolsas de valores del mundo. La deuda tendría un plazo de 30 años y una tasa de interés de cerca del 7.5% anual. No es esta la primera vez que El Salvador recurre a esta vía de financiamiento; hasta la fecha, los eurobonos salvadoreños han tenido buena acogida en el mercado bursátil, tanto a nivel nacional (las AFP son propietarias de varios millones de eurobonos) como internacional, por su alta rentabilidad para los inversionistas.
Según el ministro, Carlos Cáceres, en enero del próximo año los propietarios de eurobonos emitidos en 2003 podrían solicitarle al Estado salvadoreño que se los compre, y de ahí la necesidad de fondos. En realidad, es improbable que esto ocurra, pues aquellos que deseen venderlos pueden hacerlo directamente en el mercado internacional, y a un precio muy superior al que les pagaría nuestro Gobierno. Actualmente, estos eurobonos se están vendiendo en las bolsas de valores a un 116% de su valor nominal. Por tanto, el Ministro debería sincerarse y aclarar el motivo real de su solicitud y en qué se utilizará el dinero si, tal como es previsible, no se destinara a la compra de los eurobonos a los inversionistas. De aprobarse la nueva emisión de eurobonos que ha solicitado el Ministro de Hacienda, la deuda externa del Estado llegará a casi 14 mil millones de dólares. Además, los eurobonos constituyen un sistema de financiamiento muy caro que incrementa considerablemente el costo de la deuda.
Es una realidad que la deuda externa salvadoreña se ha incrementado constantemente en los últimos años. Durante la administración de Francisco Flores, se duplicó; en la de Antonio Saca, se incrementó en un 50%; y en lo que lleva de gestión el presidente Mauricio Funes, ha crecido en un 25%. También se ha incrementado la deuda interna, la cual asciende en la actualidad a más de mil millones de dólares. Así, desde 2000, la deuda externa de El Salvador ha crecido a un promedio anual de 800 millones de dólares, convirtiéndose en un problema grave para la economía pública nacional.
El Estado salvadoreño se ha venido endeudando porque necesita más recursos que los que obtiene por la vía de la recaudación fiscal. El Presupuesto General de la Nación se aprueba cada año con un déficit importante, que se cubre recurriendo a préstamos. Este déficit se conoce como déficit fiscal, dado que la principal fuente de ingresos del Estado son los impuestos que pagamos los ciudadanos. Algo es claro y está fuera de toda duda: El Salvador no puede seguir endeudándose. Si crece el nivel de endeudamiento, crece también el costo de dichos préstamos, y cada vez debe dedicarse una parte mayor de los ingresos del Estado a pagar los intereses de la deuda, entrándose así en un círculo vicioso. Lo que hay que hacer es trabajar para reducir el déficit fiscal, de forma que los ingresos cubran los gastos y las inversiones estatales.
No sirve de nada oponerse a un mayor endeudamiento si no se está dispuesto a buscar una solución definitiva al problema del financiamiento del Estado. Arena y la ANEP han venido criticando el incremento del nivel de endeudamiento durante el Gobierno de Funes, olvidando interesadamente que en las dos administraciones que le precedieron la deuda externa se triplicó. El problema de la deuda no es de derechas ni de izquierdas; es estructural y solo podrá resolverse mediante un pacto fiscal. Es urgente que se llegue a un acuerdo fiscal que garantice la sanidad de las finanzas públicas y permita mayor inversión pública en infraestructura, educación, salud, seguridad, especialmente en las zonas más deprimidas del país. A la fecha, la ANEP ha manifestado públicamente su oposición a negociar un pacto fiscal en el seno del Consejo Económico y Social, a pesar de que es el lugar idóneo para ello. Esto es una falta grave de responsabilidad y de patriotismo, pues sin pacto fiscal El Salvador seguirá endeudándose más allá de lo sostenible.