Dos temas de debate básico

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En El Salvador carecemos de una cultura de debate. Debatimos superficial y reactivamente lo que nos afecta, y olvidamos con frecuencia causas y necesidades básicas. Nos ocupamos mucho de la violencia, pero poco debatimos sobre sus causas. Usamos la política como arma arrojadiza contra otros en vez de buscar propuestas inteligentes, con pasos evaluables, temporalmente realizables y que enfrenten los problemas reales de la población. En esta campaña electoral, el verdadero debate sobre la realidad nacional está ausente. En los anuncios de los candidatos a diputado se puede ver de todo: desde frases absurdas hasta promesas demagógicas y falsas. El debate racional es sustituido por el deseo de despertar emociones, aunque ni eso se logra. Frente a esta situación, bueno es proponer dos puntos de debate básico, que, sin ser los únicos, tienen un peso definitorio en el camino hacia el desarrollo y la justicia social.

El primero de ellos se refiere a la educación. El sistema educativo que tenemos es deficiente y genera desigualdades, goza de una financiación insuficiente, no ofrece calidad en su conjunto y no enfrenta adecuadamente el posible futuro laboral de los salvadoreños. Dejarlo así como está es un verdadero atentado contra el desarrollo y el futuro del país. Y, sin embargo, el debate sobre la educación está totalmente ausente del debate político. En otras palabras, no le preocupa a nuestros futuros diputados. Y lo que es más grave: siendo la educación un factor clave para el desarrollo, para la reducción de la violencia y para la integración social, el desinterés por este tema nos dice que la mayoría de nuestros futuros diputados no se preocupan realmente por el país. Disfrutan al mismo tiempo de un buen salario y de un alto grado de irresponsabilidad con respecto a El Salvador. ¿Queremos diputados irresponsables, incapaces y ciegos ante los problemas salvadoreños? Seguro que respondemos diciendo "no". Pero dado el debate preelectoral que estos señores se gastan, la impresión es que no habrá avances en el campo educativo. Necesitamos con urgencia una verdadera reforma educativa, adecuadamente dotada de financiación. Nada de eso parece brillar en el horizonte.

El segundo tema es el laboral. Con la mitad de la población subempleada o sin empleo, con los más jóvenes golpeados por salarios deficientes, con una economía informal en la que el trabajador carece de derechos básicos, con una empresa privada excesivamente centrada en el lucro y con poca conciencia social, la situación de los trabajadores salvadoreños es triste y poco esperanzadora. El éxodo a Estados Unidos continúa y la tentación de lanzarse a la delincuencia sigue teniendo fuertes alicientes entre sectores juveniles. La perspectiva laboral escasa y que no respeta la dignidad del trabajo expulsa del país o lanza a muchos jóvenes a la marginalidad. En la campaña hay quienes prometen medio millón de puestos de trabajo si se les vota. Pero no dicen cómo. Políticas públicas que estimulen el trabajo digno (especialmente para los jóvenes), inversión social e inversión pública son caminos indispensables para mejorar las posibilidades laborales de los salvadoreños. Aunque de eso apenas se habla en los debates con cifras reales o con propuestas concretas. Da la impresión de que los futuros diputados tienen la misma escasez de ideas de algunos de nuestros empresarios que, con demasiada frecuencia, no se les vienen a la cabeza más que unas ideas neoliberales demostradamente fracasadas. Por mucho que se hable, el país no ha pasado de una política laboral —si así la podemos llamar— que ofrece mano de obra barata para la inversión extrajera.

Como dijimos, no son estos los únicos temas. Pero si estos dos no se tratan con seriedad, las elecciones valen para muy poco. Son temas clave para el desarrollo del país, para enfrentar la crisis que realmente estamos viviendo, para tener esperanza en un reparto de la riqueza más equitativo y justo que elimine hirientes desigualdades. A los ciudadanos se nos pide confianza en el sistema. Pero la confianza solo sobrevendrá si quienes dirigen el sistema, diputados y políticos, empiezan a tratar con seriedad los problemas, debaten francamente con la sociedad civil y ofrecen soluciones viables e inteligentes. De momento, la campaña es pobre en debate. ¿No se puede hacer algo mejor en los meses que quedan?

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