De cara a la conmemoración del 25.° aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz, desde muy temprano se pensó que la ocasión sería propicia para iniciar un proceso de formulación de nuevos acuerdos políticos, sociales y económicos, que permitan superar los problemas del país. En consonancia, Salvador Sánchez Cerén, en su discurso en el acto oficial de la celebración, manifestó la voluntad del Gobierno de emprender la tarea y anunció el apoyo y disposición de Naciones Unidas para actuar como mediadora. La iniciativa ha sido bien aceptada por la clase política y la sociedad salvadoreña en general. Sin embargo, se ciernen muchas dudas sobre la posibilidad de que se alcancen resultados significativos, que produzcan el cambio que nuestra realidad requiere.
En primer lugar, se duda que haya un clima adecuado y que en verdad exista la voluntad de diálogo necesaria. Ello se sustenta en la extrema dificultad que hasta la fecha han mostrado los partidos para llegar a acuerdos sustanciales, cediendo en sus intereses particulares o aceptando perder alguno de sus privilegios. A lo largo de los últimos dos años y medio, la ciudadanía ha sido testigo del fracaso de todos los esfuerzos de diálogo entre el Gobierno y los partidos políticos, lo cual ha creado mucha decepción e incrementado la desconfianza hacia los institutos políticos y sus representantes.
Esta situación es sin duda responsabilidad tanto del Gobierno como de la oposición. Ambos compiten en necedad, ambos piensan más en la próxima contienda electoral que en encontrar soluciones a las graves problemáticas de El Salvador. El supremo interés de Arena es volver a gobernar, y eso condiciona a fondo todas sus decisiones y acciones, lo cual causa mucho daño y refleja su poca evolución hacia posiciones más sociales e inclusivas, que tengan en cuenta a la gran mayoría que vive en situación de vulnerabilidad. Tampoco se ha visto voluntad de diálogo en los representantes de la ANEP. Aunque exigen ser tomados en cuenta, cuando han tenido la oportunidad de participar han sido incapaces de conciliar con el Gobierno y se niegan a apostar por la construcción de una sociedad con mayor justicia social.
Que para alcanzar acuerdos sea necesario el apoyo de una instancia internacional como Naciones Unidas es muestra clara de que ya se ha aceptado que los salvadoreños no podemos entendernos sin ayuda. Lo mismo ocurrió hace 27 años, cuando iniciaron las conversaciones de paz. Pero la confianza que se ganó la ONU con su eficiente trabajo hace cinco lustros, un trabajo que fue clave para poner fin a la guerra civil e iniciar la construcción de un Estado democrático, da a este nuevo proceso de diálogo ciertas garantías de éxito. Por ello, a pesar de las dudas y los obstáculos para llegar a un pacto de nación que le permita a toda la población transitar hacia una situación de bienestar y prosperidad, debe mantenerse la esperanza. No obstante, para que la esperanza no sea ingenua, habrá que respaldarla con la vigilancia y exigencia de todos los actores nacionales de peso.