Educar para la justicia y la paz

1

Este es el título del mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz. Mensaje que, por un lado, respira confianza en la juventud y que, por otro, señala la necesidad de corregir un mundo construido sobre la cultura individualista del capital, no sobre el trabajo y la solidaridad humana. El papa es consciente de que el mundo necesita cambio y de que solo los jóvenes de hoy pueden lograr con el pasar del tiempo las necesarias transformaciones en el campo de la solidaridad interhumana; ello, por supuesto, unidos a todos los que hacen esfuerzos de buena voluntad. En el mundo y en El Salvador hay injusticias y violencia, y a los jóvenes les está tocando la peor parte. Son discriminados en el terreno de la educación, negándoseles de hecho y en la práctica la educación secundaria y la universitaria. Tienen serias dificultades para acceder al trabajo y en los países de violencia extrema, como el nuestro, son los que con más frecuencia caen asesinados.

Cambiar esta realidad es el deseo que anima este mensaje papal, que sabe que las realidades tristes solo se corrigen si apuntamos a medidas estructurales y culturales, como lo son aquellas que parten de la educación. Educación que debe construirse, según el papa, "fomentando la confianza recíproca, la capacidad de entablar un diálogo constructivo, la posibilidad del perdón, que tantas veces se quisiera obtener pero que cuesta conceder, la caridad recíproca, la compasión hacia los más débiles, así como la disponibilidad para el sacrificio". Convertir la generosidad característica de los jóvenes en pauta cultural para enfrentar y resolver los problemas sociales es parte del desafío que el mensaje nos plantea.

Países como el nuestro requieren un esfuerzo nacional para cambiar esa cultura del sálvese quien pueda, en la que incluso se recurre a la violencia cuando nos parece que puede resultar eficaz. Más que por la Constitución, nos regimos con demasiada frecuencia por la ley del más fuerte, tanto en el tráfico como en las actividades más normales del comercio y la convivencia, pasando incluso por el modo de hacer justicia en algunos ámbitos del sistema judicial. Frente a la violencia estructural y la violencia que se multiplica en los diversos modos de relación social de nuestro país, el papa insiste: "Para ser verdaderamente constructores de la paz, debemos ser educados en la compasión, la solidaridad, la colaboración, la fraternidad; hemos de ser activos dentro de las comunidades y atentos a despertar las consciencias sobre las cuestiones nacionales e internacionales, así como sobre la importancia de buscar modos adecuados de redistribución de la riqueza, de promoción del crecimiento, de la cooperación al desarrollo y de la resolución de los conflictos".

Esa nueva cultura que nos lleva a ser constructores de paz, ese nuevo modo de ver las cosas y los acontecimientos, esos nuevos saberes educativos profundamente asumidos a nivel personal deben contar con nuestra juventud como protagonista. El papa anima a los jóvenes a ser "un ejemplo y estímulo para los adultos". Y serán ese ejemplo en la medida en que se esfuercen "por superar las injusticias y la corrupción, cuanto más deseen un futuro mejor y se comprometan en construirlo". Tanto a nivel de Iglesias como de universidades, esta llamada papal nos compromete a confiar y apostar por los jóvenes como constructores de justicia y paz; y en ese sentido, líderes de la construcción de una nueva sociedad y un mundo diferente al actual, marcado por la desigualdad, la injusticia y la corrupción.

Lo más visitado
0