En las elecciones generales de 2015, hastiados de los partidos y políticos tradicionales, que históricamente han derrochado corrupción y cometido un amplio abanico de delitos, los guatemaltecos ejercieron un voto de castigo, se decantaron por un candidato presidencial atípico. El lema de campaña del entonces aspirante Jimmy Morales, “Ni corrupto ni ladrón”, enganchó a la perfección con el sentimiento ciudadano. Eso, aunado a que Morales es evangélico en un país en el que alrededor de la mitad de la población profesa esa confesión religiosa, hicieron que el candidato de un partido con escasas posibilidades de ganar, el Frente de Convergencia Nacional (FCN), llegara a la silla presidencial.
Sin embargo, detrás de la candidatura de Morales, detrás del Frente de Convergencia Nacional, estaban los militares de la vieja guardia, vinculados a crímenes de lesa humanidad perpetrados durante el conflicto interno guatemalteco. De hecho, seis militares de ese grupo, entre ellos su líder indiscutible, el general Benedicto Lucas García, exjefe del Estado Mayor de la Defensa cuando su hermano era presidente, guardan prisión en espera del juicio por masacrar a población civil. Muy pronto el verdadero poder se quitó la máscara. Ahora se dice y reconoce que los que en realidad detentan el poder en Guatemala son ese grupo de exmilitares, algo tan trágico como que en nuestro país gobernara tras bambalinas La Tandona.
En ese marco, el lema de campaña de Morales pronto se mostró falso. Primero fue el caso de corrupción por el que un hijo y un hermano del mandatario están siendo procesados. Un escándalo que se ha visto opacado por el actual. Recientes investigaciones del Ministerio Público y de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala revelan que la campaña electoral que llevó a la presidencia a Morales tuvo financiamiento del crimen organizado, al que han estado vinculados los militares retirados. A raíz de ello, Morales declaró non grato al titular de la Comisión y le ordenó salir inmediatamente del territorio guatemalteco. Pero los cálculos le fallaron.
La reacción de la mayoría de los guatemaltecos ha sido categórica en defensa del titular de la Comisión, que también ha recibido amplias muestras de respaldo internacional. Además, varios de los funcionarios del Gobierno renunciaron en repudio a la medida, y ahora grandes sectores de la sociedad civil exigen la salida de Morales. Guatemala parece vivir una reedición de lo que se conoció como la “primavera chapina”, que llevó a la destitución del expresidente Pérez Molina, su vicepresidenta y gran parte de su Gabinete. No en balde la Comisión Internacional Contra la Impunidad ha enfrentado enormes resistencias. La verdadera razón por la que no se le ve con buenos ojos es precisamente su labor, su afán de combatir la corrupción caiga quien caiga.
La rica Guatemala, empobrecida por los que la han saqueado y la siguen saqueando, debe ser un espejo para El Salvador. Hay que cuidarse de los lobos que vestidos de oveja prometen hacer del país un paraíso, hay que tener claro que la oposición a la lucha contra la corrupción y la impunidad siempre será más enconada en aquellos que más temen sus consecuencias.