Cuando se acercaba el tiempo para la elección de los nuevos titulares de la Corte de Cuentas, muchas organizaciones de la sociedad salvadoreña (la UCA entre ellas) llamaron a los políticos a despartidizar las instancias del Estado en general y la Corte de Cuentas en particular. Pero muy fieles a su costumbre, los partidos han hecho oídos sordos a este clamor de cada vez más salvadoreños y salvadoreñas. En esta ocasión, el FMLN abanderó la elección de reconocidos políticos en la Corte de Cuentas, para lo que se confabuló con GANA y el PCN, imitando —para ironía con su propia historia— lo que tantas veces criticó.
Es decir, no pasamos de lo mismo, o a lo mejor estamos empeorando. La semana pasada, tanto los titulares salientes como los entrantes de la Corte de Cuentas dieron evidentes muestras del terrible daño que los partidos hacen a la institucionalidad. En este sentido, el rechazo a los políticos no es cuestión de capricho, sino que obedece a que los partidos, contrario a lo que deben ser, se han convertido en el principal obstáculo para el avance de la democracia y para el respeto a los derechos ciudadanos en El Salvador.
Las actuaciones de los partidos "tradicionales" no extrañan en nada. Arena, el PCN y el PDC nos acostumbraron desde hace ratos a sus componendas en beneficio de intereses particulares, despreciando, muchas veces, las leyes del país y los intereses de la mayoría de la población. Del recientemente creado partido GANA no podemos esperar algo distinto, pues está conformado por políticos de sobra versados en la partidocracia más recalcitrante del país.
La nota novedosa de la actual coyuntura es la actuación del FMLN. Novedosa por el contraste con la historia del partido, que abanderó la lucha armada ante la injusticia estructural del país. Novedosa también por el contraste con el ideal de transformación por el cual murieron miles de militantes heroicos y heroicas durante la guerra. Y novedosa porque el Frente por 20 años criticó con vehemencia el tradicionalismo político que se repartía el poder por cuotas de conveniencia partidaria y no por el bien del país.
El FMLN de ahora cada día sube puestos en la deshonrosa lista de la partidocracia. Su actuación para frenar las sentencias de la Sala de lo Constitucional, su posición cerrada y poco lúcida frente al decreto 743 que cercena el equilibrio de poderes, la elección con carácter partidario de funcionarios en instancias claves para la democracia como el Tribunal Supremo Electoral y la Corte de Cuentas, por citar algunos ejemplos, se apuntan con sobresaliente incoherencia entre los méritos que está haciendo el Frente para instalarse en la llanura del más rancio tradicionalismo político salvadoreño.
Quizá sea del todo inútil criticar desde el ideario democrático a un partido que se define como socialista. Pero desde la ética y la moral, el FMLN está traicionando la historia y los ideales de muchos combatientes que ofrendaron su vida y de los miles de militantes que todavía le siguen. Está traicionando su compromiso revolucionario con cambiar radicalmente el orden de cosas en el país. Ahora las actuaciones del FMLN se enmarcan más bien en el conservadurismo, en la tradición partidaria de trampas y negociaciones a puerta cerrada que antes denunció. El colmo de todo esto es que el FMLN afirma seguir representando el cambio y descalifica a sus críticos diciéndoles que siguen el juego de la derecha. En realidad, es el otrora partido de izquierda quien le está haciendo el juego a la derecha; el FMLN de hoy es el nuevo defensor —y cómodo integrante— del status quo.